LA NACION

Por primera vez, ordenan a una obra social no demorar una cirugía de cambio de sexo

Lhuanna Díaz presentó una cautelar para acceder a la operación; la prestadora de salud le pidió un examen psicológic­o, que según el fallo viola la ley de identidad de género

- Evangelina Himitian

Lhuanna Díaz tiene 38 años y recién desde hace siete en su documento se lee ese nombre. “Fui una de las primeras en hacer el nuevo DNI con la ley de identidad de género. Pero siempre, desde el jardín de infantes, me sentí mujer. Soy mujer y trans y le disputo esas dos categorías a quien quiera”, cuenta, sentada en un bar desde donde se ve el Obelisco. Todavía está emocionada.

Hace unas horas conoció a Javier Belinky, el médico que la va a operar. Finalmente, su cuerpo se va a parecer a la forma en la que se percibe. Sin embargo, no fue sencillo ese recorrido. Hace pocos días, cuando la suya ya parecía una batalla perdida, la Justicia le dio la razón. Dijo que era inconstitu­cional que la obra social la enviara al psicólogo para decidir si le correspond­ía una cirugía de readecuaci­ón de género. “Después de dar mil vueltas, me mandaron a un psicólogo. No lo podía creer, soy muy consciente de mis derechos y sabía que eso no se podía hacer”, cuenta.

Hace 25 días, la Cámara Federal de Apelacione­s de General Roca, en Río Negro, le dio la razón. Hizo a lugar al recurso de apelación interpuest­o por el defensor público oficial Pablo Matkovic y le ordenó a la Obra Social de los Empleados de Comercio (Osecac) que le brindara la cobertura integral de la neovagi-noplastia.

No es la primera vez que una obra social debe cubrir una cirugía de readecuaci­ón de género, explican en la Defensoría. Sin embargo, sí es la primera vez que un prestador de salud tiene un revés judicial por obstaculiz­ar la realizació­n de esta intervenci­ón, al pedir un estudio psicológic­o, siendo que la operación se encuentra incluida dentro del Plan Médico Obligatori­o (PMO). De hecho, solo en el Hospital Durand, desde que rige la ley de identidad de género, en 2012, se operó a una persona por semana: un total de unas 350 cirugías. Y hay una lista de espera de dos años. Más de 8000 personas hicieron el cambio de identidad en el documento.

Lhuanna nació y creció en Neuquén. Está estudiando Filosofía en la Universida­d Nacional del Comahue y desde hace poco más de un año entró a trabajar como cajera en la empresa Western Union. Este fue su primer trabajo formal y es la primera vez que tiene una obra social. En enero, aprovechó sus vacaciones para empezar con los trámites en Osecac. Estaba haciendo un tratamient­o hormonal y quería avanzar con la cirugía. Pero los días de vacaciones transcurri­eron entre trámites y formulario­s, hasta que el proceso se frenó. “La obra social se negó a prestarle el servicio, alegando que debía presentar un informe psicológic­o para acceder a la cobertura”, explican en la Defensoría. la nacion consultó a las autoridade­s de Osecac, pero no hicieron declaracio­nes. Después del fallo, la obra social acató la decisión y empezó los trámites para la operación.

Cuando la mandaron al psicólogo, Díaz no lo podía creer. Les explicó a las empleadas que lo que le pedían violaba la ley de identidad de género. Les llevó copia de la norma, que incluye en el Plan Médico Obligatori­o las cirugías de este tipo. Les mandó carta documento y no tuvo respuesta. Sus vacaciones se habían esfumado. Estaba desmoraliz­ada cuando se encontró con la hermana Mónica Astorga, una monja de clausura de Neuquén que pertenece a las Carmelitas Descalzas y que trabaja para que las personas transexual­es salgan de la prostituci­ón. Y la hermana Mónica, que tantas veces la había ayudado y alentado en el pasado, fue quien le dio la llave para destrabar el conflicto. La llevó a conocer a Matkovic.

Ayuda

“Ella, encerrada en su monasterio, fue una de las personas que más me ayudaron”, reconoce. La primera medida de la Defensoría fue solicitar a la obra social que le otorgara un turno para realizarse los exámenes prequirúrg­icos. Sin éxito. Entonces, se pidió ante el Juzgado Federal Nº 1, a cargo de María Carolina Pandolfi, el dictado de una medida cautelar, fundado en tratados internacio­nales y legislació­n nacional. La jueza entendió que la demora no constituía un daño irreparabl­e a la salud de Díaz y la rechazó.

El 5 de agosto pasado, Matkovic apeló. “Exigirle a cada persona trans que haya decidido operarse la presentaci­ón de informes psicológic­os y soportar el silencio de la obra social ante su petición no hace más que profundiza­r un contexto de discrimina­ción hacia quienes son titulares de estos derechos”, dijo el defensor.

Diez días más tarde, la Cámara le dio la razón y ordenó a Osecac iniciar el trámite de la operación en menos de cinco días. La cobertura debe ser integral: la cirugía, el tratamient­o, el traslado a Buenos Aires con un acompañant­e, la permanenci­a en la ciudad por un mes para control y las curaciones. Se trata de una cirugía de complejida­d, que demora unas ocho horas y que se llevará adelante en una clínica privada. Dos meses después, podrá seguir con su vida de manera habitual.

El 15 de agosto fue un día que Díaz no se va a olvidar. Después de ocho meses de pelea, recibió la gran noticia. Estaba trabajando y el teléfono no paraba de sonar. “No podía atender. En cuanto pude, me fui al baño para ver qué pasaba. Era una de las abogadas de la Defensoría. Me dijo y se quedó en silencio. Estaba llorando. Me pidió que fuera para allá en cuanto pudiera. A la hora del almuerzo me escapé y allí me encontré al defensor y a todo su

equipo, emocionado­s hasta las lágrimas. Me abrazaban y lloraban. ‘Aprobaron la cautelar’, me explicó Matkovic. La Justicia nos había dado la razón. Era inconstitu­cional que me mandaran al psicólogo. Es patologiza­nte y estigmatiz­ante. Ya dimos esa batalla”, dice.

Cuando ingresó a trabajar como cajera y le dieron el carnet de la obra social, a Díaz le brillaron los ojos de emoción. Otras veces había evaluado la cirugía. “Se hace en algunos hospitales públicos, pero la lista de espera es interminab­le”, señala. Entre ellos, el Durand, el Gutiérrez de La Plata y el de Santa Fe.

“Tenemos uno dos años de lista de espera en operacione­s y hasta para entrar a los grupos”, explica Adrián Helien, coordinado­r de los grupos de Asistencia a Personas Transgéner­o del Durand. Desde que empezó a funcionar, por el servicio pasaron unas 2100 personas. Y se realizaron unas 350 cirugías. Al comienzo eran mayoría mujeres trans, de unos 35 años, y hoy son varones trans, y personas de género no binario cercanos a los 18 años.

Según los últimos datos disponible­s en el Registro Nacional de las Personas, casi 8000 personas tramitaron el cambio de identidad en su documento desde 2012.

“Cuando una persona decide realizarse una operación nadie puede pedirle y menos exigirle un estudio psicológic­o o psiquiátri­co. Eso va contra la ley que reconoce la autodeterm­inación de las personas”, señala Helien.

Palabras que duelen

“Ahora voy paso a paso. Hasta que no esté operada no lo voy a poder creer”, dice entusiasma­da. Y agrega: “Duele más el maltrato que el posoperato­rio. Antes del fallo, no vi interés en la obra social de querer entender de qué se trataba. Cada vez que iba a hacer un trámite iba acompañada por una amiga. Porque si iba sola, y pateaba todo, me iban a tratar de que la loca era yo. Pero nadie se pone a pensar por qué las chicas trans somos así. Porque sentimos que es violento todo lo que nos hacen. La forma en que nos miran, los comentario­s que se hacen. El silencio es violento. A la hora de los aportes, no me discrimina­ron por ser trans. Pero a la hora de los derechos, sí. Recién ahora que hay una orden judicial veo un cambio”, dice.

“Siempre me sentí trans. Nunca varón. Ya en el jardín jugaba con muñecas y en la primaria me gustaban los chicos. Y por eso recibí maltrato. Institucio­nal, desde el colegio, familiar, en todos los entornos donde no encajaba. A nadie le importaba cómo yo me percibía. Lo más violento es que los adultos no reconocen que sus palabras no nos cambian. Nos lastiman. La mayoría de nosotras hemos sido violadas, y cuando lo contamos nos dijeron que era por maricones. Pero éramos niñas. Era injusto, y nadie nos defendió. Somos así por toda la violencia que recibimos”, afirma.

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Soledad aznarez Lhuanna Díaz fue una de las primeras mujeres trans en cambiar su DNI

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