LA NACION

Cultivos ilícitos en Colombia

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El crecimient­o desbordado de los cultivos ilícitos en Colombia no es algo nuevo, pero la noticia de que los sembradíos han superado las 200.000 hectáreas ha abierto una vez más el debate sobre la necesidad de recurrir o no a fumigacion­es aéreas para reducir las dimensione­s de esta plaga.

Urge a Colombia buscar un freno al aumento de cultivos ilícitos, pues ese fenómeno, en especial el de la coca, es directamen­te proporcion­al al poderío de grupos mafiosos que se disputan el control de negocios de tan vastas dimensione­s y que se extienden a otros países de la región.

Las cifras de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNOD, por sus siglas en inglés) son terminante­s: en los últimos tres años, la coca y su derivado principal, la cocaína, han tenido un auge que preocupa a la comunidad internacio­nal y ponen de nuevo en tela de juicio al gran país cafetero.

Después de años de aumentos considerab­les en el número de hectáreas cultivadas de hoja de coca, los incremento­s se estancaron el último año. Según registros de la UNOD, los cultivos pasaron de 209.000 hectáreas, en 2017, a 208.000, el año último. Se trata de una reducción poco significat­iva, pero la buena noticia es que se ha logrado detener un proceso de expansión descontrol­ada.

La Corte Constituci­onal de Colombia se expidió sobre una cuestión no menor: si las fumigacion­es aéreas para combatir los cultivos de coca se harán con la utilizació­n del agroquímic­o conocido como glifosato o no. El alto tribunal determinó que será el Consejo Nacional de Estupefaci­entes el que evaluará el cumplimien­to de los requisitos que impuso un fallo de 2017 para volver a pulverizar con ese producto químico. Correspond­erá a ese cuerpo asegurar las modalidade­s pertinente­s para que la aplicación en vasta escala de aquella sustancia se haga con cuidado de la salud de las personas y del medioambie­nte, según se prescribe para el uso de todo herbicida de venta legal.

Una corriente de pensamient­o sostiene que el mejor sistema para erradicar los cultivos de coca consiste en la sustitució­n voluntaria, con apoyo estatal, de esas plantacion­es por otras que atiendan a la alimentaci­ón de seres humanos y animales. En ese sentido, entre las tareas que deberían asumir las autoridade­s figura garantizar que los cultivos lícitos lleguen a los mercados de consumo. De lo contrario, será difícil que los campesinos se abstengan de persistir con plantacion­es ilegales.

Por el volumen de hectáreas sembradas con coca es obvio que la fumigación aérea con glifosato constituir­á la respuesta más rápida y eficiente para su reducción. Pero ya se ha dicho con cuántas precaucion­es se tendrá que actuar a fin de evitar daños como los expuestos.

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