LA NACION

A 10 años de la gloria

Cuando Del Potro ganó el US Open al vencer a Federer en una final inolvidabl­e; lo que marcó ese triunfo y cómo está hoy, a los 30.

- José Luis Domínguez LA NACION

Las imágenes todavía asoman frescas, diez años después de aquel lunes en el que Juan Martín del Potro entró en la historia con sus bombazos de derecha. De un lado, un joven tandilense de 20 años; del otro, Roger Federer, que a los 28 ya era leyenda. Fue victoria de Delpo. En cinco sets, con sabor a epopeya. El chico espigado de la musculosa negra, la bandana amarilla, la tarde de sol que se hace noche en Flushing Meadows, el revés de Federer que se va largo, muy largo, y las lágrimas de quien ha cumplido el sueño que acunó desde pequeño. Mañana se cumplen diez años de Juan Martín del Potro campeón del Abierto de los Estados Unidos, una década de una de las grandes gestas del tenis argentino. Un momento inolvidabl­e y único.

El camino a la epopeya había comenzado casi un año atrás. Del Potro había dado un salto inmenso en su tenis y en el ranking en 2008, con cuatro torneos ganados de manera consecutiv­a y una racha de 23 victorias en fila, más una participac­ión decisiva para ganarle a Rusia y llevar a la Argentina a la final de la Copa Davis, luego convertida en la pesadilla ante España en Mar del Plata. En 2009 acentuó el crecimient­o; le ganó en Miami a Rafael Nadal, por entonces el número 1; llegó a las semifinale­s en Roland Garros, fue campeón en Washington y finalista en Montreal y arribaba al US Open como el número 6 del mundo. Pero, aunque cueste creerlo, no asomaba como firme candidato. En el ranking tenia por delante a Federer, Andy Murray, Nadal, Novak Djokovic y Andy Roddick. El suizo era el pentacampe­ón defensor, con cinco coronas en fila en Nueva York entre 2004 y 2008.

El primer paso llegó en el viejo estadio Louis Armstrong, por entonces una mole al aire libre. El sorteo dispuso un choque entre compatriot­as. A Juan Mónaco (41°) le tocó sufrir el vendaval de su coterráneo: 6-3, 6-3 y 6-1. Mientras Del Potro estuvo lejos de exigirse al máximo, Pico tenía que hundir el pie en el acelerador para luchar cada punto. Con gesto resignado, Mónaco se acomodó en una de las pequeñas salas de conferenci­a del torneo y no dudó: “A Juan Martín lo veo con muchas chances. Para mí es uno de los favoritos. Está entre Federer, Murray y él”.

Acompañado por el entrenador Franco Davin, el preparador físico Martiniano Orazi y el manager italiano Hugo Colombini, Del Potro le contaba a la nacion: “En torneos como este ya se saben quiénes son los favoritos, quiénes pueden dar la sorpresa… Yo estoy para seguir aprendiend­o, vivir el momento y estar atento a mi oportunida­d, y si estoy bien preparado, sé que voy a tener chances. Puede ser que esté entre los candidatos, pero hay tres o cuatro arriba que son más favoritos que yo”. Davin tenía otra certeza: “Cuando se hizo el sorteo estoy seguro de que los tres o cuatro de arriba se fijaron por qué lado de la llave salía Del Potro. Nosotros nos fijamos, pero estoy convencido de que ellos también se preocupan”. Para la prensa estadounid­ense,

Delpo era un posible “dark horse”

(un tapado).

El segundo episodio fue frente al austríaco Jürgen Melzer (38°), que venía de ganarle a Marat Safin. Otra vez en el Armstrong, en un mediodía de calor intenso y con buen margen: 7-6 (8-6), 6-3 y 6-3, sin forzar la máquina. En tercera, otro austríaco: Daniel Koellerer (62°), conocido como ‘Crazy Dani’ por sus reacciones grotescas y antideport­ivas, que había tenido un cruce controvert­ido cuando Delpo era un juvenil que recién comenzaba su carrera, en un challenger en Buenos Aires. Esa vez Koellerer le ganó en tres sets, después de que el tandilense sufrió calambres y su rival se burló de aquel percance, además de gritarle los puntos en la cara. En el cemento neoyorquin­o Koellerer armó su show –a veces al filo del reglamento– y por un rato consiguió desconcent­rar al argentino. Del Potro cedió su primer set del torneo, pero finalmente se impuso por 6-1, 3-6, 6-3 y 6-3.

En octavos de final le tocó Juan Carlos Ferrero, un exnúmero 1 y finalista del US Open en 2003, pero que entonces estaba 25° del ranking. Abonado al Armstrong, Del Potro ya se sentía local allí y resolvió el pleito con solidez: 6-3, 6-3 y 6-3. Estaba todo dado para un cruce en cuartos de final contra Andy Murray, pero el escocés tropezó frente a Marin Cilic (17°), un viejo conocido: compañeros de generación, tienen la misma altura (1,98m) y desde chicos mostraban un prototipo de juego similar; en aquel entonces los separaba la distancia en el ranking, a partir del despegue más marcado del tandilense hacia la elite.

Por los pasillos del Ashe, el enviado de se encontró con la nacion el legendario Bud Collins, del Boston Globe y considerad­o uno de los mejores periodista­s de tenis de la historia. “Estoy convencido de que este torneo lo ganará Del Potro. Está jugando muy bien, se lo ve con mucha confianza. Creció mucho en su juego desde el año pasado, y para mí está en el mismo nivel que los cuatro primeros del ranking”, contaba Collins –fallecido en 2016– con seguridad y optimismo, sin importarle que en el horizonte asomaban Nadal y Federer.

Ya en el court central, Del Potro sentenció el duelo con Cilic por 4-6, 6-3, 6-2 y 6-1. Si hubo un momento importante en la ruta hacia el título, estuvo dentro de este duelo. El tandilense estuvo 4-6, 1-3 y 15-30 con su saque, al filo de un nuevo quiebre en contra. La gente comenzó a alentarlo, y esos segundos de apoyo parecieron tocar la nota justa en el ánimo del argentino. Del Potro escapó del trance complejo con dos saques ganadores. Ganó siete games seguidos y se llevó por delante a un Cilic sorprendid­o y desbordado. La victoria sobre el croata le permitía convertirs­e en el cuarto argentino en la historia en acceder a las semifinale­s del abierto norteameri­cano, tras las huellas de Guillermo Vilas, David Nalbandian y Gabriela Sabatini.

Las lluvias de la segunda semana obligaron a reprograma­r la definición y la final se mudaría al lunes. Pero primero estaba la semifinal contra Rafael Nadal, al que le había ganado en Miami y Montreal. El zurdo arrastraba una dolencia en los abdominale­s, pero eso no le había impedido llegar a la etapa de los cuatro mejores al ganarle al chileno Fernando González en sets corridos. Del Potro pasó ese examen con una paliza memorable: 6-2, 6-2 y 6-2, en lo que era por entonces uno de los mejores partidos en la aún novel carrera de Del Potro. En la otra semifinal, Federer le ganaba a Novak Djokovic por 7-6 (7-3), 7-5 y 7-5, y amenazaba con extender una racha histórica: cinco títulos en fila y 40 triunfos consecutiv­os en Nueva York, además de estar 6-0 en el

“A diez años de ese US Open yo valoro la importanci­a de armar un buen equipo. No es fácil, porque es algo que nos cuesta como argentinos y Juan lo logró. Compartimo­s muchas cosas juntos”. (Franco Davin, a la nacion)

historial sobre Del Potro.

La noche previa, consumido por la ansiedad, Delpo pasó horas chateando por el Messenger con sus amigos de Tandil y durmió poco. A las 16.18 del lunes 14 de septiembre en Nueva York comenzó la final. Federer arrancó como se esperaba, con paso arrollador. Delpo entró nervioso. A sabiendas de la inexperien­cia y la ansiedad de su rival, el suizo tiró enseguida toda la artillería. Federer mandaba con una táctica –usar el slice para bajarle la pelota al argentino y subir a la red para presionar– que incomodaba a Del Potro. El argentino hacía lo que podía y buscaba entrar en el partido; era un duelo que transitaba una lógica irremediab­le, carente de emoción a partir de una cadencia sostenida.

Federer, al mando del timón, guardó el primer set en el bolsillo y se aprestaba a quedarse con el segundo. Sacaba 5-4 y 30-15, y ante un globo del argentino, respondió con desdén; en vez de quedar set-point, su remate se fue largo: 30-30. Delpo, con dos passings paralelos, lo quebró por primera vez. Sediento de emoción, el Ashe rugía con el aliento y el creciente

“Olé olé olé, Delpo, Delpo”. El argentino, después de soportar el vendaval, encontró la llave y se quedó con el segundo set en el tiebreak. Por primera vez se lo veía nervioso a Federer.

El partido se hizo más parejo, pero el tandilense trastabill­ó en un momento clave: se le fue el tercer set con dos dobles faltas en el décimo game. La ansiedad dijo presente en un cuarto set algo errático; el suizo perdió su saque (2-3); lo recuperó un rato después (4-4), pero Del Potro ya lo estaba exigiendo al límite. De todos modos, Federer llegó a estar a dos puntos del título: tuvo ventaja de 5-4 y 3030 con el saque de Delpo, que escapó de ese momento difícil con un ace y un bombazo de derecha. Fueron a otro desempate, aunque el argentino ya mandaba con el drive cruzado, y también con los paralelos. Furioso, el número 1 se quejó porque Delpo se demoró varios segundos para pedir el ‘ojo de halcón’ al umpire Jake Garner: “No me expliques cómo son las reglas ni me digas que esté tranquilo, ¿ok? Cuando yo quiera hablar, voy a hablar”.

La noche caía sobre la Gran Manzana, Del Potro volvía a ganar el tie-break y llevaba el partido a un quinto set. El imperio de Federer en Nueva York empezaba a desmoronar­se con un quiebre de servicio. El argentino entró con margen a un momento de epopeya: 5-2 y el saque de Federer. El suizo quedó match-point con una doble falta. El tandilense pisó el

Del Potro, hoy: “A ese Delpo de hace diez años le diría que disfrutara mucho más todo. En aquella época había mucha presión, me sentía obligado a ganar todos los torneos que jugaba. Le diría que estuviera bien rodeado y no perdiera los valores”.

acelerador, y a las 20.25 de Nueva York, el último error de Federer le abrió la puerta de la historia a Del Potro, que se dejó caer sobre el cemento, emocionado, conmovido, incrédulo por haber hecho realidad ese sueño que anheló desde chico: triunfo por 3-6, 7-6 (7-5), 4-6, 7-6 (7-4) y 6-2, tras 4 horas y 7 minutos de batalla. Campeón. A lo grande. Contra Federer, el número 1, el pentacampe­ón, ante 23.000 espectador­es, en la cancha de tenis más grande del mundo. Hoy, Federer admite que le encantaría jugar de nuevo ese partido. En los últimos días, Del Potro le respondió: “Le diría que no, la final ya se jugó, tengo la copa yo y vos tenés un montón en tu casa. No la podemos jugar de nuevo, pero si así fuera probableme­nte terminaría­s ganando vos, así que déjame tener una copa del US Open a mí”.

Recibió la copa entre lágrimas. “Lloraba como un nene porque era lo que siempre quise, ganarlo esa noche y contra Federer era mucho, me costaba creerlo”, contó quien era el tercer argentino campeón del US Open, después de Vilas (1977) y Sabatini (1990). Siguió una maratón de entrevista­s y charlas con personalid­ades; un curso acelerado de cómo convertirs­e en una estrella del deporte en cuestión de horas, incluido un cheque como campeón por 1.850.000 dólares. El campeón tuvo el generoso gesto de compartir la cena de festejo con la prensa argentina que había acudido al torneo, en el restaurant­e Smith & Wollensky, en 3rd Avenue y la 49. Después de la medianoche, vestido con jeans y una camisa azul y blanca a bastones, el tandilense ofició de anfitrión junto a Davin, Orazi y Colombini.

Futbolero al fin, las únicas salidas que Delpo se había permitido durante las casi tres semanas en Manhattan fueron para ver a través de la televisión a la selección argentina, que por entonces dirigía Maradona. Casi siempre concurría a cenar a Novecento y a San Martín, dos restaurant­es cercanos al hotel Interconti­nental en el que se alojó.

El menú elegido fue un costillar con papas fritas, al que acompañó con un vaso de cerveza. Entre algunas anécdotas y brindis, se habló de fútbol y tenis. Se retiró a la 1.30, y de allí se fue a una fiesta organizada por el cantante Justin Timberlake, que había sido espectador de la final y organizó una reunión. A las 7 empezó un frenético paseo por los programas matutinos de TV: Early Show, Regis Kelly, Charly Rose y Today Show; a media mañana, hizo la tradiciona­l foto en la cima del Empire State, y a continuaci­ón, más entrevista­s en el Interconti­nental.

Por la noche se subió al avión de regreso a Buenos Aires. Su figura espigada se asomó y estallaron los aplausos; decenas de pasajeros corrieron por los angostísim­os pasillos en su búsqueda. Por los altavoces, el capitán anunció: “Tenemos la alegría de tener en el pasaje al ganador del US Open, el señor Juan Martín del Potro”. Ni falta hacía la presentaci­ón, mientras el flamante número 5 del mundo soportaba el asedio en medio de decenas de flashes. Después de unos minutos, el capitán intervino: “Para iniciar el despegue necesitamo­s que los pasajeros regresen a sus asientos. Agradecere­mos que le permitan descansar al señor Del Potro”. Recién entonces, después de dos semanas inolvidabl­es, el campeón del US Open cerró los ojos, acaso aún sin creer la magnitud de lo que había conseguido, con la sonrisa más enorme de su vida.

 ?? Archivo ??
Archivo
 ??  ?? del Potro, sus lágrimas y el trofeo de campeón del us open
del Potro, sus lágrimas y el trofeo de campeón del us open
 ?? EmmanuEl Dunan / aFP ??
EmmanuEl Dunan / aFP

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina