LA NACION

Todavía me suena increíble lo que hicimos

- Texto Diego Morini enviado especial

PEKIN. – Anda de auriculare­s caminando solo, casi siempre. Una gorra con el símbolo de Michael Jordan y un saludo tímido. Apenas 24 años y una cabeza que no se detiene nunca. La música lo conecta con todo: “Antes de los partidos escucho al Indio (Solari), siempre suena ‘Había una vez’. Mi viejo me hacía leer las letras de El Indio y no entendía nada. Viste que tiene esas letras profundas y el propio Indio dice que lo que uno quiera entender sobre sus canciones está muy bien. Eso me ayuda a pensar. También me encantan Los Piojos. Por un viaje que hice con mis padres que me marcó, escucho ‘Amor de perros’ y ‘Canción de Cuna’ después de los partidos; me pone medio sentimenta­l. Pero para entrar con todo a la cancha le doy a todo volumen a La Vela Puerca: ‘Un Frasco’ está siempre en mi playlist de los partidos”. Así Luca Vildoza, uno de los bases de la Argentina y el de Baskonia de España, se suelta para charlar con la nacion y se permite desandar por caminos que no suele transitar.

Marcelo y Gabriela, sus papás, lo acompañan siempre de cerca. Todo el tiempo están atentos a Luca, porque él no estaba totalmente cómodo con su tarea en esta Copa del Mundo. Sentía que no le alcanzaba con solo entregarse por el equipo, necesitaba más. Ante Serbia se reencontró y cuando lo cuenta se acomoda más de una vez en su sillón. Está feliz, se le nota, y también está ansioso por el juego de las semifinale­s. “Me costó dormir después de Serbia, apagué las luces y lo intenté, pero no podía salir del estado de alegría. Ahora ya estoy más tranquilo, aunque con la ansiedad lógica de un partido de semifinale­s y nada menos que contra una potencia como Francia”, cuenta Luca.

–Lo que sucedió con Serbia, ¿era el momento que estabas esperando en la Copa del Mundo?

–No veía la hora de que apareciera el partido en el que me pudiera sentir importante. Sufrí los juegos anteriores, pero justo entró la bola cuando lo necesitaba.

–Habías trabajado en otros rubros, con una defensa muy dura contra Venezuela y Rusia, ¿no te alcanzaba?

–No me sentía con confianza en ataque. La verdad que Sergio (Hernández) y todos me dieron el apoyo que necesitaba, más allá de que yo no sentía esa seguridad sobre mi juego. Pero era un problema interno. No estaba suelto con la pelota. Empecé a sentirme mejor contra Venezuela. El equipo me empujó y estuvo atrás. En ningún momento me pedían que aportara puntos. Entonces traté de apartarme de ese bloqueo que tenía con el aro y arranqué a pensar cómo podía sumar. Acá no importa el rendimient­o individual.

–Sos un jugador que necesita la pelota y le gusta hacer sus puntos, sin embargo, te corrés de ese lugar, ¿te cuesta adaptarte a esa propuesta?

–Es difícil, lo sé, pero llevo dos meses trabajando así. Todos los días, cuando Sergio arma los dos equipos y yo tengo que defender a otro jugador que no es el base, que es mi puesto natural, o que tengo que atacar por otro sector, me siento raro. Pero me vino muy bien este cambio, por más que me haya costado. Le estoy sumando cosas a mi juego. Hago el trabajo de tirador y antes no lo hacía porque jugaba con la pelota en la mano. De verdad que, por estar en la selección, no me importa si no tengo tanto control del juego. Pablo Favarel, que es el asistente de Venezuela y fue mi técnico en Quilmes de Mar del Plata, valora lo que yo estaba defendiend­o para tener un lugar en el equipo. Como no metía una, tenía que hacer otras cosas para ayudar al grupo. Por suerte contra Serbia me destrabé.

–¿Dónde ponés la cabeza para salir de ese bloqueo mental?

–Es duro, es duro. El amistoso con Francia, en Lyon, había arrancado bien y después no jugué en el segundo tiempo. Ahí me comí la cabeza pensando por qué no había vuelto a entrar. Soy de comerme la cabeza. Mirá, por más bueno que pudo haber sido el partido con Serbia, siempre estoy buscando algo. Por un lado, está bien ser exigente y no conformars­e, pero también es complejo de llevar, porque hay momentos en los que necesito que mi ego suba un poquito porque si no me hundo. Por suerte tengo gente cerca que me ayuda. Mis viejos siempre están y el equipo está detrás todo el tiempo, preguntánd­ome qué pasa que no me ven bien, por qué entra la bola. Lo hacen con muy buena onda y estoy súper agradecido por tanto apoyo.

–¿Sos de encerrarte a darle vueltas y vueltas sobre las cosas?

–No me encierro. A veces veo los posteos que hace Germán (Beder, el jefe de prensa de la Confederac­ión Argentina de Básquetbol) en los que me saca fotos solo y pone “Luca en lugares”. Ahí me doy cuenta de lo raro y especial que soy. Me voy solo con el teléfono y para mí es lo más normal, pero me siento cómodo haciendo eso. Quizá muestro una sonrisa, pero por dentro me pregunto por qué no entra la pelota o por qué hice una mal pase… Como sé que tengo revancha al siguiente partido, me relajo un poco después.

–Siempre escuchás música, ¿es tu refugio?

–Sí, totalmente. Me gusta mucho. Voy cambiando los estilos, pero los días del partido escucho mucho rock, que me hace pensar y me motiva. Lo de “Luca en lugares”, nació también porque escucho algo diferente a lo que escuchan todos. Es la parte en la que yo me motivo. Claro que cuando los chicos escuchan cumbia me saco los auriculare­s y me sumo. Pero los días de partido me encierro en mi costado musical. Mi rutina es escuchar mi música, saber la letra, conectar con lo que dice cada canción.

–Te llegó todo muy rápido en tu carrera: explotás en la Liga Nacional, vas a Europa, ganás más dinero, la selección mayor, un Mundial… ¿Es difícil seguir un vértigo semejante?

–No es fácil manejarlo; uno se pone la presión de alguien de 30 años y recién van 24. Es como que uno siente que es grande… Lo que pasa es que hace 8 años que juego como profesiona­l. Después me doy cuenta que no tiene nada que ver ponerme esa presión, que no está bien. Primero porque no me gusta que digan todo el tiempo “este pibe tiene talento”. Prefiero que nadie diga nada, pero entiendo que es parte del juego. Me fui acostumbra­ndo. Por más que haya 50 comentario­s buenos y uno malo, ese malo me tira para abajo. Tengo que manejarlo mucho mejor eso.

–Y en ese contexto, ¿podés disfrutar de esta Copa del Mundo?

–Recién después del partido con Serbia es como que arranqué a disfrutarl­o. Hay momentos en los que uno se desenfoca y no se da cuenta dónde está. Lo hace dos o tres meses después. Ahora yo quiero valorar todo lo que estoy viviendo mucho más. Comparto espacio con jugadores que son cracks. Y ahora me pongo a pensar en todo lo que me esta pasando. Quizá bajo en un ascensor con Rudy Gobert, el francés que la rompe en la NBA y es el mejor de la liga, y eso es increíble. En ese me tengo que enfocar y mis viejos me lo dicen, pero… La verdad que me doy cuenta cuando alguien me lo muestra.

–Entraron en la historia, ¿se dieron cuenta?

–Es loco ¿no? Está buenísimo. Ahora nos creemos todo. Todavía me suena increíble lo que hicimos. En la cancha recuerdo que se me abría la boca sola y me salía una sonrisa, algo que nunca me pasa. Después de bajar a semejante rival me puse a mirar las cosas que estamos viviendo en China.

–¿Cuánto te ayuda compartir espacio con Campazzo y Laprovitto­la?

–Llevo dos meses trabajando junto a ellos y es genial cómo me ayudan. Primero es impresiona­nte cómo se cuidan y eso hace que yo también me cuide. La forma en la que se entrenan es infernal, no hay una práctica en la que se relajen. Empujan y empujan y eso a mí me hace crecer muchísimo. Me sacan responsabi­lidad en la cancha y a ellos les gusta tomar la presión en los partidos importante­s. Todos mis compañeros me enseñan. Por ejemplo, Tortuga (Deck), que parece que no expresa nada pero cuando abre la boca te llega ese apoyo de él y lo que te valora. Esas cosas me hacen sentir que soy importante para el equipo.

–Ahora que estás con confianza, ¿a qué te animás o se animan como equipo?

-No tenemos problemas, el que quiera venir que venga. Nosotros demostramo­s que le podemos ganar a cualquiera, que podemos jugar bien ante cualquiera. Que tenemos recursos, que pudimos bajar el ritmo ante Polonia y Venezuela y que después tuvimos muchísima intensidad ante otros rivales. Podemos jugar realmente a lo que queramos porque tenemos herramient­as para hacerlo. Y cuando se nos abre el aro, bueno la confianza se multiplica. Queremos dar un paso más.

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kim kyung-Hoon / ruters

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