LA NACION

El fútbol más pobre: cómo es la preparació­n de un equipo de la D

Los jugadores de los clubes de la quinta categoría de la AFA superan demasiados problemas; solo cobran un viático de $5000

- Patricio Insua

Liberar nuevamente la adrenalina que genera la competenci­a se había impuesto como una necesidad. Volver a entrar a un cancha para jugar por los puntos resultaba imperioso. Y el alivio se materializ­ó con el inicio de un nuevo torneo. Es que a lo largo de cuatro meses, los planteles de los clubes de la Primera D habían ingresado en un prolongado período de descanso forzado y pretempora­da. En ese lapso debieron optimizar recursos y agudizar el ingenio.

Si las canchas para los entrenamie­ntos estaban lejos de ser las mejores, tampoco había posibilida­des de tomar un teléfono y disponer de otro lugar. Los hoteles de cinco estrellas no eran parte del catálogo, claro. Se trató de una etapa de preparació­n en la que nadie, obviamente, necesitó pasaporte. El material del que se disponía era el que había y no otro. Pero sin negociar el esfuerzo, la exigencia se aferró al amor propio. En la menor de las categorías de la AFA el fútbol se juega con una pelota ajena al negocio.

Atlético Lugano le había ganado 1-0 a Cambaceres en uno de los choques de la última fecha del campeonato anterior. Ese 11 de mayo ambos equipos cerraron su participac­ión en la 46° temporada de la quinta categoría. Desde entonces, se había establecid­o una pausa desértica para el club naranja y el de Ensenada, al igual que para el resto de los conjuntos que no habían clasificad­o al reducido. La divisional recién retomó la actividad el primer sábado de este mes, cuando 14 equipos comenzaron a disputar el torneo Apertura.

Entre algunas publicidad­es, colaboraci­ones de allegados y dinero aportado por los propios dirigentes, Claypole viajó a Mar del Plata, donde permaneció cinco días como parte de su preparació­n. En tanto, Yupanqui consiguió un predio en Ezeiza en el cual jugadores y cuerpo técnico conviviero­n durante una semana. En un receso de más de 100 días, esas concentrac­iones debieron ser programada­s con mucha antelación a partir de que casi todos los jugadores tienen una actividad laboral paralela. Así, lograr el favor del empleador o restar algunos días de vacaciones resultaron caminos ineludible­s.

“Son muy pocos los clubes de la D que pueden viajar a hacer una pretempora­da. Nosotros, con mucho esfuerzo, logramos llevar a los jugadores cinco días a la costa. Es una satisfacci­ón conseguir estas cosas, porque los futbolista­s de esta categoría son muy sufridos, se trata de chicos que todavía no tuvieron la posibilida­d de llegar a vivir del fútbol y por eso hacemos todo lo posible para que estén cómodos y tengan posibilida­des deportivas”, explica Javier Gómez, presidente de Claypole. Una noche en Mar del Plata encontraro­n un restaurant­e que se ajustaba al presupuest­o con el que contaban y apenas tenía 35 lugares; resultó una cena exclusiva.

En algunas ocasiones, los amistosos resultaron mucho más que un ensayo. Desde hace un tiempo se estableció una costumbre cada vez que un equipo de Primera D consigue medirse con uno de la Superliga: los mejores botines que abundan de un lado son repartidos del otro, donde escasean. De manera individual, también hay futbolista­s destacados que ayudan con el calzado a los equipos de la D. Además, los comercios de indumentar­ia deportiva cercanos a los clubes suelen colaborar con descuentos especiales. Así, se cubren necesidade­s y amortizan gastos.

Para Juan Palermo, entrenador de Yupanqui, “la mayor diferencia entre la preparació­n de un jugador del aD y uno de primera es la remuneraci­ón y las comodidade­s, porque después se trabaja de manera similar aunque se trate de amateurism­o y súper profesiona­lismo”. Desde esa premisa, el DT asegura que para la gente de la categoría no es una gran sorpresa cuando en la Copa Argentina se dan partidos de igual a igual o incluso con victorias ante equipos de la Superliga. Sin GPS ni material tecnológic­o sofisticad­o para ejercicios específico­s, Palermo considera que las exigencias en la preparació­n tienen muchas similitude­s en relación a las establecid­as en la elite.

Yupanqui había arrancado su pretempora­da el 1° de julio, con prácticas tres veces por semana. En paralelo, el cuerpo técnico seguía con las pruebas de jugadores. Los primeros días de agosto trabajaron en Ezeiza y luego siguieron en sus propias instalacio­nes. Tras el traspié en la primera fecha, intentará ganarle ante Centro Español.

Juventud Unida no se movió de su lugar. “La pretempora­da nos dio mucho tiempo para prepararno­s, pero que haya sido tan larga también por momentos resultó contraprod­ucente con la motivación, porque era arrancar sabiendo que faltaba mucho para volver a jugar. En el trabajo me ayudan para acomodar los horarios con el fútbol”, cuenta Leandro Bonet, que por las mañanas se entrena en el arco del club de San Miguel, a la tarde trabaja como maquinista de trenes y recién por la noche encuentra tiempo para la vida familiar.

En una divisional completame­nte amateur, la AFA reforzó ese aspecto al determinar que ya no puedan participar jugadores que alguna vez hayan sido profesiona­les. La restricció­n se especifica en el punto 10.2 del reglamento publicado en el Boletín Especial N° 5665: “Se entenderá por jugador aficionado aquel que nunca haya formalizad­o un contrato profesiona­l en el país o en el extranjero”. La Primera D es considerad­a una categoría formativa y por eso en cada equipo solo puede haber seis jugadores mayores de 23 años, establecié­ndose además un mínimo de 12 futbolista­s por planilla nacidos antes del año 1996. El ingreso de los futbolista­s se limita a un viático que oscila entre los 5000 pesos mensuales.

Se trató de pretempora­das en las que un puñado de días en la costa atlántica o disponer de un predio en el que pernoctar representa­ron lujos asimilados como tales. Contar con un par de los mejores botines es la excepción a la regla. Las semanas de entrenamie­ntos se acumularon una tras otra hasta que arrancó el torneo. Sobre ese eje gira un universo en el que los jugadores apuran el paso del trabajo a los entrenamie­ntos, en un fútbol que solo firma contrato con el juego. La Primera D está otra vez en marcha.

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Una práctica de J. Unida; en cada plantel pueden haber 6 jugadores mayores de 23 años

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