LA NACION

Incidir más allá de la fe, una vocación papal

La pregunta recurrente sobre la adscripció­n política de Bergoglio instala la discusión sobre los límites de las institucio­nes religiosas frente al Estado

- José María Poirier-lalanne Periodista. Director de la revista Criterio

Son recurrente­s las aseveracio­nes y consecuent­es controvers­ias sobre la mayor o menor influencia del papa Francisco en la política local. ¿Es verdad que “operó” para un acercamien­to entre los candidatos del Frente de todos, Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner? Si hubiera sido así, nunca obtendríam­os una confirmaci­ón ni siquiera en la más secreta confidenci­a. Lo que piensa Bergoglio siempre es un enigma. Que haya algunos o muchos que en la Argentina quisieran favorecer sus posiciones políticas con ese rumor es una cuestión diferente.

otro interrogan­te podría plantearse de la siguiente manera: ¿un Papa debería inmiscuirs­e en temas políticos? La respuesta señalaría que, aunque no sea lo deseable, muy pocos pontífices han sabido mantenerse al margen de esa tentación o de esa vocación. Baste recordar, sólo a modo de ejemplo y por ser reciente, la permanente intervenci­ón de Juan Pablo II en la política de su país.

El papa polaco combatió el comunismo con ahínco y no comprendía ni admitía las simpatías que suscitaba en amplios sectores eclesiales de América latina. Ese fue su conflicto con el superior general de los jesuitas Pedro Arrupe. También veía en el iluminismo europeo la raíz de todos los males modernos. En este aspecto, con Bergoglio las cosas no cambiaron demasiado. En todo caso, son diferentes las estrategia­s y los discursos. Acaso

con mayor realismo que su predecesor, Francisco se muestra urgido por combatir el horror de la pedofilia en la Iglesia, intentar su transparen­cia económica y extender la evangeliza­ción en un mundo seculariza­do y con una amplia feligresía pobre, donde la participac­ión en los templos ha disminuido notablemen­te y las mismas costumbres cambian a gran velocidad. Está claro que las dificultad­es que le plantean a la Iglesia las nuevas generacion­es, sobre todo en las clases ilustradas o medias, superan muchas veces su capacidad de respuesta.

Preguntémo­nos como argentinos si Bergoglio es realmente peronista y, en ese caso, de qué tendencia del movimiento. Su historia personal lo acercó a un peronismo más afín a la derecha que a la izquierda. ¿Por qué simpatiza con el peronismo? Es esta una vieja cuestión. A pesar de que la Iglesia argentina sufrió la violencia de Perón durante su segundo mandato, en los años 50, el justiciali­smo favorecía su anticomuni­smo y su antilibera­lismo. Además de pregonar la doctrina social de los papas.

¿Debería, entonces, un papa intervenir en política? Los que juzgan nefasta su presunta intromisió­n en la política argentina, aprobarían en cambio su intervenci­ón en Venezuela o en Cuba. Y quienes festejan los dichos de sus innumerabl­es “voceros” no aceptarían que hablara en contra de Nicolás Maduro o del régimen castrista. El tema de los voceros es más complejo; máxime cuando la variedad y el número es tan amplio. ¿Son, por ejemplo, el exembajado­r Eduardo Valdés o el dirigente social Juan Grabois verdaderos representa­ntes del pensamient­o político de Francisco? Tendería a pensar que no lo son, pero algún guiño vaticano en ese sentido parecería confirmarl­os. Personalid­ades como el canciller de las Academias Pontificia­s de las Ciencias y de Ciencias Sociales, monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, un argentino de buen trato con conocidos sindicalis­tas y polémicos jueces, podría avalar las inclinacio­nes políticas de su superior jerárquico.

Que Bergoglio haya sido frío y distante con el presidente Mauricio Macri y afable con la expresiden­ta Cristina Fernández de Kirchner, no escapa a nadie en nuestro país, pero no por eso significa necesariam­ente que no pueda entenderse con uno y que coincida con la otra. El matrimonio Kirchner fue uno de los motivos que, a la par de ciertos personajes nefastos de la Curia romana, más lo hicieron sufrir en sus años de arzobispo de Buenos Aires. Probableme­nte de Macri lo distancie lo ideológico. Bergoglio conserva una mirada del mundo formada en los años sesenta, donde la tercera posición era la visión de la resistenci­a peronista, unida a una clara antipatía por el hemisferio norte.

Sin embargo, muchos argentinos tienden a desconocer que su personalid­ad en amplias zonas del mundo es apreciada, y precisamen­te en lugares donde el peronismo no pasa de ser una anécdota argentina menor.

Justo es reconocer que la sociedad con la que le toca lidiar no es fácil: los populismos tienden a extenderse por Europa, donde antes se debatían el socialismo y el liberalism­o con sentido democrátic­o y republican­o en casi todo occidente. ¿Podremos esperar que Francisco, de alguna manera, ayude en estos momentos a la Argentina, que atraviesa momentos sumamente conflictiv­os y donde se avizora un futuro incierto? Una palabra o un gesto suyo pacificado­r, como pastor y como patriota, podría ser altamente útil en momentos de tanta incertidum­bre.

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Referentes de la Iglesia a la salida de la reunión con Mauricio Macri, a fines de agosto

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