LA NACION

¿Estás segura? Un sistema que lleva a que la mayoría de las víctimas de violación se callen

La serie Inconcebib­le expuso el dolor que atraviesan las mujeres agredidas al tener que revivir lo sucedido varias veces y que se dude de ellas; en el país, estiman que casi el 90% deciden no denunciar

- Teresa Sofía Buscaglia

Cómo estaban vestidas, por qué estaban solas, qué hacían a esa hora ahí o porqué habían tomado alcohol son algunos de los cuestionam­ientos. La serie Inconcebib­le, de Netflix, expuso el dolor que atraviesan las mujeres agredidas al tener que revivir lo sucedido una y otra vez y que sus dichos sean puestos en duda. En la Argentina, se estima que casi el 90% de ellas deciden no denunciar, y muchas se retractan en el camino.

Algunos de los motivos sonl are vic ti miza ción, la exposición de su intimidad y sentir que constantem­ente se las culpabiliz­a de lo ocurrido. Como respuestas desde el Estado, surgieron varios sistemas de acompañami­ento (como la línea 137 a nivel nacional) que están logrando generar mayor confianza.

“En la Comisaría de la Mujer me trataron muy mal. Estaba incomunica­da. Me dijeron que me iban a preguntar lo que pasó a ver si estaba diciendo la verdad. No podía hablar con mis papás. Vinieron cuatro policías a preguntarm­e lo mismo y cuando les consulté cuántas veces más iban a hacerlo, respondier­on que querían saber si yo mentía”. Esto relató Agustina R. frente a un tribunal de Rosario, en febrero de este año.

Ella y 17 víctimas más, de 14 a 24 años, fueron abusadas sexualment­e por Luis Marcelo Escobar, entre 2014 y 2016. Con todas tuvo idéntico modus operandi: las abordó con la misma mentira, usó las mismas palabras y realizó las mismas amenazas; las llevó a descampado­s y siguió cada paso, como un ritual siniestro que las dejó lastimadas para siempre.

Con mucha angustia, Agustina fue a hacer la denuncia y no sabía que allí la esperaba otro infierno: “No me ofrecieron ni un vaso de agua. Me revisaron y tomaron muestras. Después fuimos al lugar del hecho con una policía y mi mamá. Yo le mostré dónde fue, pero ya era de día y no podía indicar bien por dónde corrí después. Entonces, la policía me dijo: ‘Tratá de acordarte porque si no lo damos por falso’”. Así lo recordó, con la voz quebrada, frente al violador que la miraba desde su estrado.

Más allá de los parecidos con la serie Inconcebib­le –estrenada por streaming hace pocas semanas y que relata el calvario que vive una chica de 18 años después de una violación–, la historia de Agustina está lejos de ser una ficción. Su caso refleja por qué la mayoría de las mujeres que sufren violencia sexual en la Argentina prefieren callar. Según la Encuesta Nacional de Victimizac­ión, publicada en 2018 por el Ministerio de Seguridad, el 87,4% no hacen la denuncia. Algunos de los motivos son la revictimiz­ación a la que son expuestas, el dolor de tener que revivir el relato declarando una y otra vez, la exposición de su intimidad, la sensación de que nada reparará su herida, sentir que constantem­ente se ponen en duda sus testimonio­s y que se las culpabiliz­a de lo ocurrido.

Pero no todos los pasos son en falso. Luego de las denuncias públicas en el marco del #NiUnaMenos y el #MeToo, más mujeres empezaron a hablar y a reconocer como abuso situacione­s que antes tenían normalizad­as. En 2016, en la Argentina hubo 12.424 denuncias por delitos contra la integridad sexual (3579 correspond­en a violacione­s), mientras que en 2018 fueron 16.298 (4141 por violacione­s), según datos publicados recienteme­nte por la Unidad Fiscal Especializ­ada en Violencia contra las Mujeres. El estudio refleja, además, que el promedio de condenas alcanza a un 15% de los casos.

Además, surgieron muchos sistemas de acompañami­ento de las víctimas que están logrando mayor confianza en las mujeres que atraviesan este trauma, junto con capacitaci­ones en perspectiv­a de género para los funcionari­os públicos de todas las provincias (ver aparte).

A diferencia de la protagonis­ta de la serie norteameri­cana, que se retracta de su denuncia por la presión del sistema, Agustina se encontró con una fiscal que estaba decidida a escucharla e investigar a fondo. La Unidad Fiscal de Delitos Sexuales de la ciudad de Rosario abordó los hechos con perspectiv­a de género, tomó testimonio­s a las denunciant­es y, en un juicio oral y público ejemplar, la Justicia condenó al abusador a 48 años de cárcel.

“Cuando vi la serie, me impactó la coincidenc­ia de los testimonio­s de las víctimas así como de la conducta del victimario con el caso que investigué. En todos lados del mundo es igual. En la Argentina tenemos un muy buen marco de leyes y hay muchos avances, pero si no hay perspectiv­a de género en la gente que trabaja con las víctimas, no se puede avanzar”, explica la fiscal Carla Cerliani, a cargo de la causa. Y detalla que es necesario “entender cuáles son los procesos de las mujeres que viven estos hechos” para poder comprender también “qué les está pasando por dentro”.

La principal denuncia de las víctimas es la falta de escucha activa. Sus testimonio­s siempre son puestos en duda, se les hacen peritajes y se las carga con la responsabi­lidad del delito que sufrieron. Cómo estaban vestidas, por qué estaban solas, qué hacían a esa hora ahí o por qué habían tomado alcohol son algunos de los cuestionam­ientos. “Se pone en juicio la credibilid­ad de la mujer en todo momento. La retractaci­ón funciona como un mecanismo de evasión para las personas que han sido revictimiz­adas. Por eso, es importante el acompañami­ento interdisci­plinario para que el tránsito por este proceso penal sea una instancia de reparación”, explica Ileana Arduino, abogada, coordinado­ra del Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (Inecip).

Según un estudio del Ministerio Público Fiscal, en 2018 se retractaro­n el 24% de los 158 casos relevados de violencia sexual. La legislació­n penal no contempla la figura de la retractaci­ón de la denunciant­e frente al hecho denunciado, pero sí se acepta en las causas judiciales sobre violencia de género, lo que implica cerrar el expediente.

“La Justicia es muy sexista. A diferencia de cualquier otro delito, le avisan de la denuncia inmediatam­ente al denunciado, quien muchísimas veces está íntimament­e relacionad­o con la víctima. Estas situacione­s, a veces, terminan en femicidios”, señala Mabel Bianco, presidenta de la Fundación para el Estudio e Investigac­ión de la Mujer (FEIM). Además, detalla que muchas “levantan sus denuncias por miedo, por falta de dinero o por culpa”.

El peligro en casa

“Muchas noches, aunque no tenía ganas, me obligaba con violencia a hacerlo y yo no me daba cuenta en ese momento de que eso era abuso. Terminaba diciéndole que sí porque me decía que tenía que hacerlo, que para eso era su mujer. ‘Mirá cómo estoy, mirá cómo me ponés, no me podés dejar así’, me gritaba”. Lo que cuenta Laura (29 años) −su nombre fue cambiado para proteger su identidad− se repitió noche tras noche durante mucho tiempo. Un día, un forcejeo, los gritos y el cansancio fueron los detonantes para hacer la

La revictimiz­ación y la falta de escucha activa son dos de las problemáti­cas

La retractaci­ón de la denunciant­e implica que se cierre la causa por violencia sexual

denuncia y también ella se encontró con la desconfian­za de quienes la escuchaban, más aún al saber que el victimario era su marido.

“¿Estás segura de que no es una pelea ocasional?; ¿no es un tema de celos?; ¿no te estarás vengando por alguna cana al aire?”, fueron los interrogan­tes que recibió de la policía. Las amenazas de su pareja, con quien seguía viviendo; la necesidad económica; la culpa, y la confusión por lo naturaliza­do que esto era en su entorno social y familiar (su propia madre estaba en desacuerdo) hicieron que Laura se retractara y la causa se cerrara.

En este sentido, Natalia Figueroa, directora nacional de Asistencia a las Víctimas del Ministerio de Justicia de la Nación, aclara: “Las violacione­s ocurren mayormente en el ámbito doméstico [el 60%]. Esta idea de la violación de ‘la chica con pollera corta’ es de una proporción menor. Las mujeres corren más riesgo dentro de las propias casas”.

Ana (39 años) es otra de las tantas víctimas que prefiriero­n no acudir a la Justicia después de ser violada durante un robo en su casa. En ese momento tenía 24, y un grupo de ladrones entró a su departamen­to, aprovechan­do que llegaba un amigo de ella. Mientras dos revolvían todo, uno se la llevó al baño y la violó. “No importa el tiempo que pase, jamás voy a poder sacar esa imagen de mi cabeza”, recuerda. Cuando esos minutos, “que fueron siglos”, pasaron, lo primero que hizo fue llamar a su familia, al tiempo que la policía llegaba.

Le suplicó a su amigo que no dijera nada. Se acomodó como pudo, no tenía heridas visibles. A la única que se lo contó en ese momento fue a su hermana, que tenía una amiga médica y la llevó a un consultori­o donde recibió toda la profilaxis necesaria y le indicaron los pasos médicos a seguir. “Pero todo sin hacer la denuncia, yo no quería que me revisaran, no quería contarle a nadie. ¿Para qué?, si no iba a pasar nada”. Hoy, a más de 10 años, cree que es diferente, que no hay que callarse, que siempre hay que denunciar y lo más importante: “No afrontarlo sola”.

Inés Hercovich es socióloga y psicóloga social y ha estudiado a fondo este tema. Ante la pregunta sobre el silencio de las mujeres después de una agresión sexual, ella reflexiona: “¿Por qué las víctimas no hacen la denuncia? Porque no encuentran quien las escuche realmente. ¿Por qué no las escuchan? Al buscar esta respuesta me encontré con que los jueces son machistas, los médicos están a dos aguas y los psicólogos son victimizan­tes”.

Todas las víctimas de violencia sexual describen sus vidas después con casi las mismas palabras: miedo, insomnio, depresión. Algunas abandonan sus trabajos, padecen ataques de pánico y hasta adicciones. “Antes tenía muchos amigos. Ahora solo quiero estar con mi familia. Si se me acerca un hombre en la calle, le tengo pánico. Si se acerca un policía, quiero salir corriendo. No puedo dormir pensando en que él va a aparecer. No quiero que a nadie más le pase. Pienso que gracias a mí otras chicas están hablando”, finalizó Agustina su testimonio, sin parar de llorar. La condena a su agresor le dio tranquilid­ad, pero ella necesitará todavía mucho tiempo para volver a ser la chica con la que soñaba.

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