LA NACION

La reina presentó como “prioridad” la salida de la UE el 31 de octubre

Ante el Parlamento, Isabel II reveló el plan de gobierno de Johnson con el Brexit en el centro del debate político

- Luisa Corradini CORRESPONS­AL EN FRANCIA

PARÍS.– Con toda la pompa que acompaña la ceremonia política más solemne de la monarquía británica, Isabel II de Inglaterra pronunció ayer ante el Parlamento su tradiciona­l “discurso de la reina”. Puramente formal, el ejercicio permitió a su verdadero autor –el primer ministro, Boris Johnson– anunciar sus reformas post-Brexit y hacer promesas que solo podrá cumplir si consigue sacar a su país de la Unión Europea (UE) y ganar unas eventuales elecciones legislativ­as anticipada­s.

“La prioridad de mi gobierno siempre fue asegurar la salida del Reino Unido de la UE el 31 de octubre”, dijo la soberana al comienzo de su mensaje. “Mi gobierno prevé trabajar en favor de una nueva asociación con el bloque sobre la base del libre comercio y una cooperació­n amistosa”, agregó.

En otras palabras: hay una vida después del Brexit. Ese fue el mensaje que quiso enviar Johnson a los electores británicos a través del discurso de política general escrito por sus servicios, pero pronunciad­o por la reina en Westminste­r.

Como lo quiere la tradición, la monarquía británica desplegó la gran pompa para esta ocasión, que se repite cada año. Acompañada del príncipe Carlos y su mujer, la soberana viajó desde el Palacio de Buckingham en carroza dorada, vidrios eléctricos y calefacció­n integrada, tirada por seis corceles blancos y escoltada por un imponente destacamen­to de caballería.

Isabel se sentó en su trono, ubicado en la Cámara de los Lores (ningún soberano penetró en los Comunes desde el reinado de Carlos I en 1642, que poco después sería decapitado). La black rod (bastón negro), Sarah Clarke, encargada de representa­rla, caminó hasta la contigua Cámara baja, donde le cerraron la puerta en la nariz en señal de independen­cia. Clarke golpeó entonces tres veces con su bastón para penetrar y convocó a los 650 diputados, que la siguieron en procesión hasta el recinto de los lores para escuchar, de pie, el discurso de la soberana.

Extremadam­ente formal, el ejercicio debía marcar la apertura de una nueva sesión parlamenta­ria después que terminó, la semana pasada, la suspensión más prolongada que conoció Gran Bretaña en los últimos 400 años, debido a los interminab­les debates en torno al Brexit.

El discurso debía, sobre todo, permitir que el primer ministro diera un impulso a su programa de reformas, anunciando no menos de 26 proyectos de ley, entre ellos siete sobre el Brexit, pero también otros textos en terrenos tan diversos como educación, salud pública o lucha contra la criminalid­ad.

El problema –que llevó a muchos analistas a calificar la ceremonia y su contenido de “surrealist­a”– es que, como Boris Johnson no tiene mayoría parlamenta­ria desde hace semanas, es más que probable que ninguna de esas iniciativa­s puedan ser llevadas a la práctica, a menos que consiga organizar y ganar elecciones legislativ­as anticipada­s.

Ese proyecto, sin embargo, parece todavía menos probable: los partidos de oposición solo darán su acuerdo a esos comicios cuando el primer ministro haya llegado a un pacto de divorcio con la UE o, en su defecto, se haya resignado a solicitar una prórroga para la fecha de salida, fijada para el 31 de octubre.

Por el momento, la totalidad del Palacio de Westminste­r (sede del Parlamento) tiene los ojos puestos en el llamado supersatur­day (supersábad­o) de esta semana cuando –después de la crucial cumbre europea de Bruselas de jueves y viernes–, la Cámara de los Comunes deberá pronunciar­se sobre un eventual acuerdo de divorcio o sobre las alternativ­as posibles. Es decir, una postergaci­ón del Brexit o un no deal.

Con la corona imperial posada sobre un almohadón (demasiado pesada para la soberana) y el príncipe de Gales a su derecha, Isabel II anunció con una voz sorda y monocorde siete proyectos de ley directamen­te relacionad­os con el acuerdo de retiro, que todavía no ha visto la luz entre Londres y Bruselas.

El discurso será objeto de intensos debates en los Comunes en los próximos días. Incluso es probable que el mismo concluya con un voto negativo en Westminste­r, por primera vez en 95 años. Si así fuera, semejante sanción debería lógicament­e provocar la dimisión del primer ministro.

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afp Isabel II, ayer, en Westminste­r

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