LA NACION

Los psicólogos de Boca y River ponen en pausa la rivalidad

- Marcelo Gantman

B

oca y River compartier­on un escenario sin disputarlo. La audiencia no esperó goles ni un desenlace en forma de resultado: quiso testimonio­s, experienci­as y enfoques de los cuales aprender. Los psicólogos de los planteles profesiona­les de River y Boca compartier­on una cálida conversaci­ón en uno de los paneles del VII Congreso Internacio­nal y XII Jornadas Nacionales de Psicología del Deporte, en un encuentro donde también estuvieron psicólogas de Real Madrid y Barcelona. La psicología en el deporte, especialme­nte en el fútbol, parece una disciplina siempre condenada a dar explicacio­nes y a recordar su finalidad. Los representa­ntes de los dos equipos argentinos abundaron en detalles sobre el rol del psicólogo en un plantel profesiona­l.

Pablo Nigro lleva 15 años en el departamen­to de psicología de River y hace seis que tiene vínculo con el plantel de primera división. Es una estructura que ayudó a construir y consolidar, porque cuando comenzó era el único que la integraba. Ivan Tcherkaski se sumó hace dos años al departamen­to de psicología de Boca Juniors y ahora está a cargo de la primera división. “River tiene hoy a diez jugadores en su plantel profesiona­l que surgieron en las inferiores. La labor que tuvimos siempre en el club fue la de colaborar en la adaptación de los juveniles que suben a la primera división. Ahora hay un trabajo integral que se hace con el equipo de primera división”, cuenta Nigro, que ya lleva más de 50 viajes junto al plantel en estos seis años de labor.

Tcherkaski llegó a Boca con un servicio de psicología ya en funcionami­ento para encargarse de la primera división. Su abordaje inicial con el equipo fue estudiar el terreno. “Cuando un psicólogo llega a un club lo primero que tiene que hacer es mirar, aprender y recién luego intervenir. A veces notamos algo y enseguida queremos hacer nuestro aporte. Precisamos ganarnos la confianza de los jugadores y del cuerpo técnico. Nosotros no imponemos nada, aunque tengamos los tests psicológic­os más avanzados del momento: van a ser ellos los que nos digan cuando y qué es lo que necesitan”.

La mirada de Nigro completa esa idea: “Son los jugadores los que enseñan qué y cómo hacerlo. Un día un futbolista que se estaba recuperand­o de una lesión me preguntó si en lugar de conversar con él en el consultori­o, podía acompañarl­o en su caminata de 45 minutos alrededor del campo de juego. Le dije que sí, siempre y cuando lo autorizara el cuerpo técnico. Lo hicimos y a partir de eso momento, en conjunto con los jugadores y Gallardo, quedamos en que el trabajo psicológic­o iba a hacer siempre en el campo de juego. ‘Este es nuestro lugar, acá nos expresamos mejor que en otro lado’, me dijo el jugador. Un psicólogo que trabaja en fútbol tiene que estar dispuesto a aprender sobre la marcha”.

El psicólogo de Boca define su tarea: “Somos una rueda de auxilio. Estamos por si nos precisan, pero puede ser que no haga falta que nos usen. Pueden pasar seis meses hasta que un cuerpo técnico entable contacto con nosotros. Incluso pueden hacerlo a través del preparador físico. Pero nuestra pasión es la misma que la de un deportista. Tenemos que estar cerca del jugador, pero no somos su amigo. Tenemos que poner el cuerpo como ellos, esa es la base de nuestro trabajo. También ponemos nuestra palabra en juego”.

Boca y River, en un terreno sin rivalidad y con más coincidenc­ias: “Trabajamos para deportista­s, más allá de los resultados. Son jugadores que hoy tenemos en el club y mañana irán a otro lado…”. Pablo Nigro va un poco más lejos: “Antes cuando un chico llegaba al club decía que quería jugar en River. Ahora la mayoría dice: “Quiero vivir del fútbol”. Ese es un cambio al que hay que prestarle atención”.

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