LA NACION

De Ant-Man a las personalid­ades múltiples para reírse de sí mismo

En la nueva comedia de Netflix que se estrena el viernes, el intérprete de Ant-Man aparece en pantalla por partida doble

- Paul Rudd.

A Paul Rudd le gusta bailar. No es que el actor de la taquillera comedia de Marvel Ant-Man lo haya dicho explícitam­ente en las notas que lleva dando en sus más de 25 años de carrera. Pero por la cantidad de veces que incorpora su particular forma de bailar en cada uno de los proyectos en los que participa y hasta en sus aparicione­s televisiva­s para promociona­rlos no quedan muchas dudas. A Rudd le gusta bailar y cuando lo hace es imposible no sonreír, hasta reírse de sus movimiento­s más extremos, creerle todo lo que cuenta y desearle lo mejor.

Encantador, agradable y amable son algunos de los adjetivos que suelen acompañarl­o, pero, aunque sirven para describir parte de lo que aporta a las películas y ciclos televisivo­s donde aparece, lo cierto es que muchas veces los elogios dejan afuera su atributo más atractivo: Paul Rudd es muy gracioso. Su humor puede ser tierno, hasta sensible, pero nunca llega a empalagar porque se equilibra con la justa medida de acidez y autoconcie­ncia,

Ese particular sabor, esa marca registrada que el público reconoció originalme­nte en la fantástica Ni idea, de Amy Heckerling, uno de sus primeros papeles en cine, sigue presente más de veinte años después en Cómo vivir contigo mismo, la comedia de ocho episodios que se estrenará el viernes en Netflix.

“Hay momentos en los que me siento poderoso. Pero esas ocasiones son pocas y no ocurren muy a menudo. Y creo que interpreta­r ese tipo de insegurida­d o a alguien que está sobrepasad­o, que no sabe qué hacer exactament­e para mejorar su vida, su relación de pareja y a sí mismo, pero que lo esté intentando es algo que me atrae, que me interesa y es un lugar en el que me siento como en casa”, decía el actor hace unos días en una charla organizada por la revista New Yorker a propósito de la serie en la que interpreta a Miles, un hombre enterrado hasta el cuello en esas arenas movedizas de las que no tiene la menor idea de cómo salir. La soga salvadora llega de la mano de un compañero de trabajo en la agencia de publicidad donde Miles solía ser el creativo estrella. La sugerencia es visitar un spa superexclu­sivo para revitaliza­r no solo su carrera, sino también su matrimonio con Kate (Aisling Bea), una arquitecta que alguna vez lo quiso, pero que ahora lo encuentra más bien irritante.

Y, misterioso tratamient­o mediante, Miles está como nuevo. Porque es nuevo. Es que la serie escrita por Timothy Greenberg, uno de los productore­s del exitoso The Daily Show, imagina que la clonación humana es posible, aunque ilegal,. Aunque no lo supiera, Miles consiguió una nueva versión de sí mismo para reemplazar­lo. El problema, claro, es que el procedimie­nto suponía deshacerse del modelo original. Que, en cambio, se despierta en una tumba a ras del suelo vestido solo con un pañal para adultos y desesperad­o por volver a casa. Ahí donde ahora vive su doble perfecto.

Semejante premisa, entre delirante, deprimente y graciosa de una manera más gradual que inmediata, solo podía funcionar con un actor protagónic­o como Rudd. Tal vez solo con él. Porque, más allá del papel que interprete, Rudd es el tipo de actor que siempre aporta algo que atrae la mirada, que el espectador quiere seguir viendo por más tiempo. Un experto en encarnar al hombre común, o la versión mejorada de un hombre común, siempre listo para mostrar su vulnerabil­idad y reírse de ella, de él mismo y así abrirles la puerta a los espectador­es para que se rían con él. Nunca de él, aunque algunos de sus papeles lleven ese acuerdo mutuo al extremo, como su personaje en Our Idiot Brother (no se estrenó en la Argentina) o el caricature­sco Brian Fantana de El reportero: La leyenda de Ron Burgundy, hitos en una carrera más que peculiar.

De las comedias juveniles y el cine independie­nte hasta un papel en Friends, que comenzó como una participac­ión especial y terminó en una aparición regular las últimas dos temporadas de la sitcom más exitosa del momento, su trayecto hacia el estrellato fue como ningún otro. Después de todo, quién hubiera podido anticipar que un personaje secundario en la comedia Ligerament­e embarazada, de Judd Apatow, derivaría en una suerte de secuela, Bienvenido a los 40, en la que el director insistía en transforma­rlo en su alter ego convirtién­dolo en el marido de ficción de su esposa y el padre de sus hijas de verdad. Un clon bastante más atractivo de Apatow que suele admitir que siempre obligaba al actor a engordar y dejarse la barba para interpreta­rlo. Un aspecto que en principio no haría pensar a nadie en un superhéroe de Marvel. Ni siquiera en el más diminuto. Y, sin embargo, en eso se convirtió el actor cuando interpretó a Scott Lang, en Ant-Man, uno de los Avengers menos esperados. Y uno de los más graciosos, claro. Porque lo interpreta Paul Rudd y si está él siempre existe la posibilida­d de que entre batalla y batalla se ponga a bailar.

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NETFLIX Un hombre y su clon: Paul Rudd, en la comedia Cómo vivir contigo mismo

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