LA NACION

El superclási­co asoma como su última gran oportunida­d para recuperar protagonis­mo en Boca

Tevez quiere cambiar la historia e irse ganador de Boca: todo lo que se juega ante River por la Copa

- Franco Tossi

Mientras armaba las valijas para dejar Shanghai, tras jugar un año en un fútbol chino que no estuvo ni cerca de otorgarle la felicidad que proyectó cuando aceptó la propuesta, Carlos Tevez jamás imaginó lo que le esperaba en un Mundo Boca que –casi– siempre lo tuvo como exitoso y figura. Como si el destino futbolero le hubiese puesto sobre la mesa una cuenta carísima que pagar por haberse ido del club en una etapa importante, su tercer ciclo en la institució­n se convirtió en una pesadilla: poco protagonis­mo en el campo, conflictos con los entrenador­es y pasajero de las derrotas más duras de la historia azul y oro.

Tevez tiene su revancha por delante. En seis días, cuando se juegue en la Bombonera el desquite de la semifinal copera ante River, tendrá la chance de mostrar que puede estar a la altura de un encuentro de este tamaño. Porque Gustavo Alfaro, urgido por revertir el 0-2 que se llevó del Monumental, cree que un compromiso de esta talla y con semejantes necesidade­s se debe disputar con “jugadores de experienci­a”. Y en esa radiografí­a previa entra Carlitos. Muchos de los ensayos que realizó el entrenador a lo largo de estos días de receso lo tuvieron presente como un intérprete importante, excepto en el de ayer: “Decidimos que no entrenara por precaución. Viene practicand­o normal y muy bien, pero como hizo mucho doble turno durante los últimos días, creímos que lo mejor era pararlo para que no se cargara algún músculo”, le contaron a la nación desde el cuerpo técnico. Señal clara de que lo quieren tener a disposició­n para el martes.

No obstante, no se trata de cualquier revancha personal. Es la última posibilida­d que tiene de retirarse ganador del club de sus amores. Está claro que, en caso de conseguir el resultado épico con el que sueñan, luego deberán ganar la final de la Copa Libertador­es en Santiago, de Chile, para que la fiesta sea completa. Pero salir victorioso de esta situación complicada ya significar­ía para el Apache sacarse una mochila pesada de la espalda. Ni que hablar si ocupa ese rol esencial como titular.

Porque el Tevez más reciente es el que más perdió. No solo con la mirada en Boca, sino también en referencia a una carrera que estaba acostumbra­da a ser extraordin­aria. Vaya paradoja: en paralelo, también ganó. Aunque, en la balanza, las obtencione­s de la Superliga 2017/2018 y Supercopa 2019 no contienen el peso suficiente como para equilibrar las cosas. Es que las dos caídas que sufrió fueron tan duras como inolvidabl­es, ambas en manos del conjunto millonario: la Supercopa 2018, en la que participó de los 90 minutos, y la final del último certamen continenta­l, en la que fue menos protagonis­ta (entró 17 minutos en el 2-2 de la Bombonera e ingresó los últimos nueve del suplementa­rio en Madrid, en el 1-3). Dos títulos en juego ante el clásico rival que quedaron en la vereda de enfrente y crearon una imagen negativa en un Tevez que, por ahora, no logró levantar esa Libertador­es que vino a buscar tras su primer retorno desde Juventus (2015) y, encima, recibió –como muchos otros nombres– las dos trompadas más dolorosas en la vida de la entidad de la Ribera.

Jugar tan poco en una serie histórica de Libertador­es fue parte de la grieta que había con Guillermo Barros Schelotto, por entonces su técnico. Justamente, desde su partida a China, la visión del Mellizo sobre Tevez cambió mucho, nunca pidió su retorno en 2018 y todo terminó en la decisión de incorporar, en la mitad de aquella Copa, una figura de renombre como Mauro Zárate para poder quitarle esa titularida­d impuesta por el peso de su figura: fue relegado y solo disputó 75 minutos de los 750 que jugó ese Boca entre los octavos y la final.

La relación entre ellos era muy mala y eso quedó reflejado en las palabras posteriore­s del atacante. “Yo estoy en el club que amo, por eso permití cosas que en otro momento quizás no iba a permitir y me comí cosas que en otro lugar no me habría comido. Hubo muchas faltas de respeto. Si él seguía en Boca, yo me iba”, sentenció a fines de enero tras la salida de Barros Schelotto y la llegada de Alfaro, que ya le había colgado el cartel de “abanderado” del equipo, evidencian­do que el ídolo sería parte muy importante de su estructura. Todo aquello en el contexto de un futbolista que ya había dejado de ser desequilib­rante en la cancha mucho tiempo atrás y que ya no tenía ni siquiera la banca de gran parte de la dirigencia, sector con el que supieron ser siempre un sostén mutuo: su nulo peso futbolísti­co hizo que políticame­nte dejara de ser una herramient­a. Por eso hubo cada vez menos interés y preocupaci­ón institucio­nal por su situación en el plantel, algo que sí había ocurrido en el pasado.

Por eso también su enojo y decepción con su actual entrenador desde el 1° de septiembre, cuando ante el desgarro del exVélez decidió sentarlo en el banco de suplentes en el superclási­co por la Superliga (0-0): de ser el referente para Alfaro pasó a ser la tercera opción en el puesto. Por eso, esta próxima titularida­d es curar un poco aquella herida, desde ambos lados. Para Tevez, es jugar el partido más trascenden­tal de esta nueva trilogía superclási­ca cuando –incluso él– se veía fuera; para Alfaro, es volver a elevar a su capitán: lo pone con la intención de que sea el espíritu mayor de un equipo que debe revertir una historia que muchos dan por terminada en favor del conjunto de Núñez.

CarlosTeve­z quiere irse de su casa siendo ganador después de tantas frustracio­nes. Se encuentra frente a su última oportunida­d.

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Mauro aLfieri Desde que volvió de China, Tevez acumuló frustracio­nes y hasta perdió la titularida­d; Alfaro lo tiene en mente para un partido crucial en la Bombonera
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Prensa boca tevez se exige en un entrenamie­nto; fue preservado en la última práctica para evitar una sobrecarga muscular

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