LA NACION

Un debate que requiere tomar más altura

La primera discusión pública entre los seis candidatos presidenci­ales se centró muy poco en propuestas concretas, aunque el tiempo resultó escaso

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El primer debate presidenci­al, llevado a cabo el domingo último en la Universida­d Nacional del Litoral, en Santa Fe, fue un indudable aporte desde el ángulo institucio­nal. Dejó, sin embargo, bastante que desear a quienes aguardaban definicion­es programáti­cas más sustancial­es para enfrentar las graves dificultad­es socioeconó­micas que atraviesa la Argentina.

La primera considerac­ión que puede hacerse, a la luz de esta primera experienci­a en la que participó la totalidad de los candidatos presidenci­ales que se medirán en una primera vuelta electoral, es que resumir en apenas dos minutos una propuesta en materia económica no resulta para nada sencillo, incluso sumando los dos bloques de treinta segundos cada uno pensados para interpelar a los otros postulante­s.

Puede alcanzar para sintetizar un diagnóstic­o y desglosar algunos objetivosc­entrales,perodifíci­lmentepara explicar también cómo concretarl­os. Se requiere de una particular preparació­n y habilidad comunicati­va, que no se advirtió entre los candidatos en el reciente debate, para sintetizar el qué y el cómo en tan poco tiempo y no caer en meros propósitos obvios con los que difícilmen­te alguien pueda disentir. Para el futuro, sería preferible que haya menos ejes temáticos o más tiempo para desarrolla­rlos.

Al igual que en sus últimas declaracio­nes públicas, Mauricio Macri y Alberto Fernández cayeron en el reiterado recurso de buscar consignas esperanzad­oras, sin poder poner de relieve la forma en que piensan cumplir con sus promesas.

Desde hace algunas semanas, venimos escuchando al actual presidente de la Nación, en su campaña por la reelección, decir que, tras el esfuerzo que han hecho los argentinos en los últimos años, la próxima etapa será de mayor crecimient­o y empleo y de mejores salarios. El público tiene derecho a preguntars­e por qué esta vez será diferente, en medio de una economía que hoy combina recesión con elevada inflación y un alto nivel de endeudamie­nto que coarta al país.

Su rival del Frente de Todos, por su parte, viene repitiendo que de lo que se trata es de meterle dinero en el bolsillo a la gente –una idea sobre la cual también ha insistido Roberto Lavagna– y de potenciar el consumo, sin que hasta el momento haya explicado con claridad de dónde saldrán los fondos. El exjefe de Gabinete kirchneris­ta sí reconoció que poner de pie a la Argentina requerirá de un esfuerzo enorme, pero no ha dicho en qué medidas concretas se traducirá, en momentos en que otras voces de su propia coalición política hablan de una mayor presión impositiva.

Cualquier salida a la crisis económica y al problema que plantea la deuda pública exigirá un programa fiscal y monetario consistent­e, que todavía no se advierte en el discurso de los principale­s candidatos, que sí aprovechar­on su escaso tiempo en el debate sobre cuatro ejes temáticos para chicanears­e el uno al otro.

El reloj también fue tirano con los representa­ntes de las terceras fuerzas: Lavagna y Juan José Gómez Centurión exhibieron más dificultad­es para manejar bien sus tiempos, aunque el último al menos pudo poner de manifiesto que su principal mensaje guarda relación con la defensa de la vida del niño por nacer y su rechazo a la legalizaci­ón del aborto. José Luis Espert y Nicolás del Caño, ubicados en extremos ideológico­s opuestos, también pudieron diferencia­rse del resto y aprovechar la vidriera ofrecida.

Es cierto, como afirman algunos especialis­tas en comunicaci­ón política, que lo que el público mayoritari­amente registra en un debate de esta clase son determinad­os gestos, miradas, poses o bromas de un candidato, y que pocos recordarán unos días después lo que ese candidato propuso. La imagen suele ejercer mayor seducción que las cifras o las frases. Pero, del mismo modo, duele que buena parte del periodismo haya terminado discutiend­o, en las horas posteriore­s al debate, si la frase de Macri sobre “el dedito acusador” de Fernández tuvo más o menos efecto que la chanza de este último al Presidente en el sentido de que “los abuelos no usan celular”. Aun cuando la apreciació­n del nivel de tolerancia ante la crítica y la capacidad de diálogo son valores primordial­es para ser evaluados en cualquiera que aspira a la más alta magistratu­ra, cabe esperar que el domingo próximo asistamos a un mayor compromiso con las propuestas concretas.

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