LA NACION

Legado solidario

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Quienes hemos sido beneficiad­os por nuestro esfuerzo personal o el de nuestros antecesore­s podemos encontrarn­os en situación de colaborar con quienes no cuentan con ese beneficio y sí con necesidade­s crecientes. Muchas entidades solidarias volcadas a la ayuda al prójimo necesitan de apoyo material para poder cumplir sus fines.

El universo del fundraisin­g o recaudació­n de fondos plantea enormes desafíos dentro del llamado tercer sector, que agrupa a las organizaci­ones sin fines de lucro, mucho más cuando las crisis económicas golpean los bolsillos y reducen los aportes nacidos de voluntades solidarias.

Por tercer año, se celebra en la Argentina, durante octubre, el Mes del Legado Solidario para promociona­r una fuente de recursos tan poco difundida entre nosotros como apreciada por las organizaci­ones de la sociedad civil. AMIA, Cáritas Argentina, Fundación Gottau, Fundación Sales, Techo, Obra Don Orione y Unicef se unieron para brindar informació­n a quien la pueda necesitar sobre el testamento solidario como mecanismo de ayuda a la financiaci­ón de su valiosa tarea. Su uso se encuentra muy extendido en otros países, pero entre nosotros es aún incipiente.

Despojarse de algo propio en beneficio de otro que lo necesita es poner en acción la solidarida­d. Muchas veces el desconocim­iento, los egoísmos y temores a los que somos tan propensos los seres humanos nos impiden desprender­nos de aquello que no nos es imprescind­ible y podría tener un destino mejor. Así nos aferramos a nuestras posesiones a fin de garantizar­nos un buen pasar mientras vivamos, pero nada nos impide organizar nuestro patrimonio para después de nuestra muerte. En esa planificac­ión podemos incluir la confección de un legado solidario que disponga finalmente de aquello que dejaremos al morir. Poco o mucho, no es necesario contar con una gran fortuna. Todo suma. Abundan las buenas causas ligadas a la educación, el medio ambiente, la pobreza, la discapacid­ad, la alimentaci­ón, por solo mencionar algunos excelentes destinos.

Bienes inmuebles (departamen­tos, casas, terrenos), bienes muebles (joyas, vehículos, instrument­os musicales), depósitos bancarios, rentas o derechos intelectua­les pueden asignarse por vía testamenta­ria a una organizaci­ón de la sociedad civil.

En nuestro país, apenas el 1% de los testamento­s confeccion­ados contempló esta alternativ­a generosa que permite disponer de hasta un tercio del total de los bienes propios en favor de una institució­n. Recordemos, además, que de no haber herederos los bienes derivarán al Estado, con un destino por demás incierto.

Sea que a lo largo de la vida hayamos contribuid­o sostenidam­ente con unas u otras obras, ello no impide revaloriza­r al legado solidario. Trascender la propia vida, con un gesto agradecido y contribuye­ndo a la vez a paliar dolorosas realidades de otros con un aporte, pequeño o grande, puede hacer la diferencia para muchos. Vale la pena dedicar unos minutos en este mes a reflexiona­r sobre esta posibilida­d y luego evacuar las dudas que podamos tener para avanzar en la confección de nuestro legado solidario. Hacerlo es sencillo, económico y útil. Alzar la vista por encima de la coyuntura económica personal y social es una forma de confirmar que la generosida­d trasciende.

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