Igualar oportunidades
La pobreza no es principalmente una cuestión económica, sino de falta de vínculos, recursos emocionales, autoestima y capacidad de autogestión de la propia vida. Esto se potencia cuando se trata de madres, que no pueden dar a sus hijos lo que nunca recibieron. Desde 2015, el municipio de San Miguel lleva adelante el programa de acompañamiento familiar 1000 Días, a través del cual se buscó dar un enfoque distinto al abordaje de la cuestión social desde el Estado. Se trata de pasar de un modelo proveedor-asistencial a uno que acompaña y brinda herramientas.
Esta experiencia tiene como finalidad revertir criterios de vulnerabilidad medidos rigurosamente por medio de un sistema informático. En 2017, Cippec evaluó el funcionamiento del programa y destacó, sobre todas las prestaciones y efectos positivos, la satisfacción de las madres de sentirse acompañadas y escuchadas, que suelen resumir en una frase: “Que alguien venga a preguntarme cómo estoy”.
Pero el desafío no termina allí. ¿Cómo lograr que esa madre, una vez dada de alta, no vuelva a caer en patrones de vida apenas supera dos? Muchas son mujeres fuertes, pero viven con el miedo y la desconfianza que su historia les enseñó y, en la mayoría de los casos, no pueden pensar en el futuro o en un proyecto personal porque las necesidades urgentes del presente las ahogan. Es ahí donde el Estado que acompaña puede dar el salto cualitativo que el modelo asistencialista no puede dar: brindar herramientas para que esas mujeres sean capaces de autogestionar su futuro y el de sus hijos.
Así nació el programa Proyecto de Vida, destinado a mujeres embarazadas y madres con hijos de 0 a 3 años en situación de vulnerabilidad. Son encuentros semanales donde primero se hace un taller orientado al desarrollo personal, la autovaloración y el fortalecimiento afectivo, y en la segunda parte se dictan cursos de formación y capacitación en oficios como panadería, bijouterie, peluquería, costuras, herramientas de emprendedorismo.
Proyecto de Vida no solo busca capacitar y potenciar talentos, sino generar redes comunitarias entre mujeres en la misma situación. El principal objetivo es que logren alejarse de los círculos de violencia, puedan terminar sus estudios, se conviertan en el primer agente sanitario de su familia, encuentren seguridad, autonomía y valor personal. En cada encuentro se respira optimismo y se transmite alegría. Alegría que podría resumirse en lo que dijo una de las madres: “Yo vengo acá y aprendo. Sé que sirvo”. De eso se trata. Un verdadero empoderamiento.