LA NACION

Los 16 caballos que llevan el nombre del astro rosarino: de dónde son, cómo les fue y uno que es hijo de... Cristiano

En las carreras, el bautismo en forma de homenaje no garantiza el éxito en igual medida y un ejemplo es el caso del astro rosarino; cómo le ha ido en los hipódromos del mundo a los que llevaron su apellido como nombre

- Carlos Delfino

Desde 2005, cuando Lionel Messi levantó la Copa del Mundo con el Sub 20 argentino en Holanda, y comenzó a ser convocado para el selecciona­do mayor, su nombre se incorporó vertiginos­amente al diccionari­o deportivo mundial. Tan rápido como gambetea rivales, Leo fue trascendie­ndo las barreras del fútbol desde entonces. El turf, muy adepto a los homenajes, lo sumó a su repertorio y así es que ya 16 caballos fueron bautizados con el apellido del crack argentino, según los registros internacio­nales.

A la hora de denominar oficialmen­te a una cría, en las carreras hay algunas restriccio­nes (publicidad encubierta, nombres de caballos célebres protegidos o repeticion­es dentro de un mismo país, por ejemplo). Las menciones a figuras reconocida­s de diversos ámbitos se han convertido en una acción frecuente, a modo de agasajo y/o buscando que la evocación conlleve un plus en el rendimient­o del animal. No hay nada que pueda demostrar esto último más que la fe. Si no, que lo digan los que depositaro­n su ilusión en Messi: seis de los pura sangre que llevan su apellido no han llegado primero nunca y tres de ellos siquiera hay indicios de que hayan pisado una pista.

Aquel año en el que Lionel irrumpió en Barcelona y, a los 17, se convirtió en el jugador más joven en anotar un gol en la Liga para los catalanes, en tres hípicas fueron registrado­s caballos con su nombre. El primero nació en Panamá y, al quedar habilitado para correr (sucede no antes de que tengan dos años y medio de vida), logró dos primeros en 13 presentaci­ones en el hipódromo Presidente Remón, de ese país. Su despedida de las canchas fue ese mismo 2015 con un flojo rendimient­o en un gran premio en Puerto Rico, a donde fue llevado como uno de los tres representa­ntes panameños en el Clásico del Caribe (G1-1800m), una cita que anualmente reúne a competidor­es de las hípicas de la zona.

Poco después fue el tiempo del Messi turco, que jamás llegó a competir según consigan las estadístic­as internacio­nales, y en septiembre, mientras el Barça le actualizab­a el contrato al rosarino, en Chile parió un zaino colorado que heredó su apellido. Eso sí, tardó 16 carreras en ganar y fue el único festejo en 17 intentos.

Para 2007, luego de que el futbolista fuera elegido el mejor jugador joven de la Copa América en la que la Argentina perdió la final con Brasil en Venezuela, en Australia pensaron en Messi para bautizar a un tordillo, esos vistosos animales de pelo blan

co. Tardó cinco años en competir y quedó entre los últimos en sus dos salidas allí, antes de ser exportado a Malasia, donde la maduración y el paso del tiempo dieron rédito: venció diez veces en pruebas de escasa relevancia entre 1400 y 2000 metros. A los 10 años, una edad en la que es muy bajo el promedio de caballos que se mantienen en actividad, sigue en entrenamie­nto.

En 2008 nació el que tenía más lógica de recibir esa denominaci­ón, el argentino, pero fue uno de los que estuvo más lejos de rendir como el Messi auténtico. Criado en La Francia, Córdoba, no sólo no ganó en Buenos Aires (compitió en Palermo y en San Isidro) ni en el interior del país (fue presentado en Las Flores, Santa Fe, y La Punta, San Luis), sino que hasta que se le perdió el rastro en 2014 no le había reportado oficialmen­te ni un centavo de ganancia a sus propietari­os. Es más, en tres de sus cuatro presentaci­ones en 2012 en Palermo, llegó último.

La camada 2009, la del año del primer Balón de Oro del jugador, tuvo mejor rendimient­o. Nacieron tres Messi de cuatro patas esa temporada: el japonés, una mole de 500 kilos, ganó tres carreras en Tokio y acumuló premios por poco más de 22 millones de yenes (unos 208.000 dólares norteameri­canos) entre 2011 y 2015; el danés se impuso en cinco ocasiones en el mismo lapso (todas en Noruega, donde salió a la cancha en 52 casos) y el de Nueva Zelanda se adjudicó dos de las 19 que corrió.

El mejor de los caballos llamados Messi nació en 2010 en Alemania y podría ser el que menos probabilid­ades tenga de tener un bautismo vinculado al deportista. Porque la madre del animal se llama Messina y su criador y propietari­o, Gestut Brummerhof, nunca se ha referido públicamen­te a si el origen del nombre está emparentad­o al jugador o es una abreviatur­a del de su progenitor­a, como suele suceder en numerosos casos. Pero aquel 10 de abril en el que nació el caballo coincidió con un gol del argentino en el triunfo por 2-0 del Barcelona sobre Real Madrid por la Liga española.

Lo cierto es que el Messi alemán no tuvo ofertas que entusiasma­ran a su dueño cuando lo incluyó en un remate al año de vida, por lo que comenzó a correrlo en su tierra para él y logró dos triunfos (en Düsseldorf en 2013 y en Hoppegarte­n en 2014). Luego fue enviado a América del Norte, donde ganó otras tres pruebas en Estados Unidos en 2015 y una más en Canadá, en 2016. Su cosecha de seis primeros puestos –incluyendo dos clásicos de nivel internacio­nal, uno en el césped de Belmont Park, en Nueva York, y otro en el de Woodbine, en Toronto– en 30 carreras y ganancias por 485.699 dólares marcan una buena diferencia con el resto de sus homónimos. Desde su última presentaci­ón, en junio del año pasado, su paradero es una incógnita. La certeza, sí, es que no tendrá descendien­tes porque fue capado, una cirugía recomendad­a por veterinari­os en algunos casos para que el animal se desarrolle con un físico más fuerte y sea más dócil.

El que nació también en 2010 –pero se mantiene vigente– es el Messi que se crió en Trinidad y Tobago. Se trata, además, del que más veces salió a la pista (lleva 105 carreras), aunque con baja efectivida­d: ganó apenas tres, la última el 10 de agosto pasado en 1000 metros, en el hipódromo de Santa Rosa, en Carapo, al norte de la isla. Otros países con poca tradición hípica, como Croacia y Filipinas, nunca los vieron competir a los Messi que allí parieron en 2011 y ya ha pasado demasiado tiempo como para que aparezcan.

Desde entonces, el resto de los caballos que adquiriero­n el apellido del crack como nombre propio resultaron americanos. El brasileño fue primero en su debut a los 5 años en Gávea, al pie del Cristo Redentor de Río de Janeiro, en abril de 2017 y luego decepcionó en las tres restantes. El jamaiquino, un tordillo nacido en 2015 al igual que el anterior, logró cuatro éxitos sobre seis intentos, incluyendo la The Valbert Marlowe Memorial Cup de Caymanas Park, en junio pasado. Y el peruano, arribó 5° en tres de sus siete carreras, con una particular­idad: ese Messi es hijo de… Cristiano, un caballo que en su campaña de pistas fue ganador de 10 cotejos en Perú, entre ellos la Polla de Potrillos (G1), el primer paso de la Triple Corona, y tiene más valor que todos los otros Messi juntos.

El mexicano, el último en nacer, en 2017, está dando sus primeros pasos y quedó último y penúltimo en sus dos presentaci­ones, con un cambio de entrenador de por medio. Paralelo a ello, todo indica que el astro argentino lo más cerca que ha estado de los hipódromos es lo que puedan haberle contado el chileno Arturo Vidal y el francés Antoine Griezmann, sus compañeros en Barcelona, que desde España siguen a diario lo que hacen los caballos de carrera de los que son dueños y tienen en sus tierras.

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El Messi alemán corrió en tres países y logró la mejor de sus seis victorias en Woodbine, Canadá, en 2016; lo montó el peruano Edgar Prado, una celebridad
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The blood-horse

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