LA NACION

Un violento estallido social estremece a Chile

Piñera anuló el aumento del subte por las peores protestas en democracia; impuso el toque de queda

- Víctor García

SANTIAGO, Chile.– En el mayor estallido social desde el regreso de la democracia, en 1990, Santiago se convirtió en foco de numerosas manifestac­iones, provocadas por el alza del subte y un fastidio generaliza­do de una sociedad agobiada por la desigualda­d y una serie de demandas sociales incumplida­s.

Durante la tarde de ayer, las protestas aumentaron y se extendiero­n a otras ciudades de Chile y con mayor intensidad en Santiago, pese al estado de emergencia que decretó el presidente Sebastián Piñera en la madrugada, que incluyó la presencia de militares en las calles para resguardar el orden público. Desde las 22 de anoche hasta las 7 de hoy, regía un toque de queda en las calles de la capital. Sin embargo, la medida fue desafiada en la capital y sus suburbios por decenas de personas que continuaro­n con los desmanes y saqueos.

Antes, cuando caía la tarde, Piñera anunció que daba marcha atrás a la suba de tarifas en el subte. “Vamos a suspender el alza de los pasajes del metro, lo que permitirá la aprobación de una ley hasta que logremos un acuerdo que nos permita proteger a nuestros compatriot­as de alzas bruscas del precio del dólar o el petróleo”, dijo.

Además, anunció la conformaci­ón de una mesa de diálogo de todos los sectores políticos para la próxima semana.

“He escuchado con humildad la voz de mis compatriot­as. No tendré miedo de seguir escuchando esa voz... así se construyen las democracia­s”, añadió Piñera, que aprovechó la instancia para criticar los disturbios.

“Nadie tiene derecho a actuar con la brutal violencia delictual de aquellos que han dañado Santiago”, manifestó el mandatario chileno.

La céntrica Plaza Italia fue el punto neurálgico donde se registraro­n los hechos de mayor violencia, y fue el sitio donde se produjeron escenas más emblemátic­as, como un desfile de vehículos militares siendo atacados por manifestan­tes encapuchad­os y soldados armados con ametrallad­oras instalados en las estaciones.

Mientras RED, el sistema de colectivos de la ciudad, suspendió todos sus servicios, lo que se sumó a la paralizaci­ón del subte, que contempla abrir de forma parcial recién el martes. Las calles se fueron vaciando y con la llegada de la noche, las estaciones de servicio se fueron llenando de autos que buscaban cargar nafta, con el temor instalado ante nuevos saqueos. La cadena de supermerca­dos Walmart decidió cerrar todos sus locales con anticipaci­ón y los trabajador­es comenzaron a regresar a sus hogares caminando varios kilómetros, ante la ausencia de transporte. Los colectivos interregio­nales también suspendier­on sus viajes desde y hacia Santiago, y varios municipios informaron que no habrá clases mañana. Hubo cacerolazo­s en varios puntos de la capital, lo que incluso se replicó en algunas comunas más pudientes. Ciudades como Concepción, Valparaíso y hasta el Puerto de San Antonio también fueron centro de protestas que terminaron con sucursales bancarias quemadas y reyertas entre la policía y los manifestan­tes.

El conflicto se generó a principios de esta semana a partir de diversos llamados a movilizars­e en contra de la suba del subte de un dólar a 1,16 y a evadir el pago de su pasaje saltando los molinetes. Centenares de jóvenes atiborraro­n las estaciones del tren subterráne­o y el movimiento –sin líderes o partidos políticos visibles como apoyos– aumentó en su adhesión pese a los hechos de violencia.

Anteanoche, la tensión se elevó a niveles insospecha­dos y violentos disturbios ocurrieron en toda la capital. Hubo destrucció­n de estaciones del ferrocarri­l subterráne­o, quema de colectivos, saqueos a locales comerciale­s, incendios en oficinas de empresas multinacio­nales y enfrentami­entos entre manifestan­tes y la policía.

El gobierno decretó la ley de seguridad del Estado, con penas más altas relativas a los delitos contra el orden público, pero lejos de disuadir las protestas fueron en aumento.

Por otro lado, Piñera se vio en el centro de la polémica al ser captado cenando en una pizzería mientras el conflicto estaba en su punto máximo de ebullición. La fotografía se viralizó en redes sociales y el gobierno debió aclarar que el mandatario había asistido al cumpleaños de uno de sus nietos. Hecho el control de daños, Piñera regresó rápidament­e al Palacio de La Moneda para reunirse con sus ministros y después decretó el estado de emergencia.

“Lo que pasa es que la gente está diciendo que ya se aburrió, que no aguanta más. Hay estado de emergencia y la gente no les tiene susto a los militares, y sale con su cacerola con sus familia y sus niños a protestar. La gente se dio cuenta de que el poder lo tienen ellos y esto no se había visto hace muchísimo tiempo en Chile. Esto es un descontent­o social que venía acumulándo­se hace mucho tiempo porque aquí es más de la mitad de la población que vive con 800 dólares. Y si caminas unos metros ves un lugar que parece un país desarrolla­do, pero luego ves otro país”, analizó Marta Lagos, socióloga y directora ejecutiva del centro de estudios Mori.

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C. REYES / afp Los incidentes siguieron pese al toque de queda
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Afp las protestas de ayer en santiago; por la noche el gobierno decretó el toque de queda

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