LA NACION

El Obelisco se convirtió en centro de convocator­ia para miles de familias preocupada­s por el futuro

Prevalecie­ron las banderas celestes y blancas, y la gente acompañó las consignas en favor del voto a Macri; muchos mensajes transmitía­n la convicción de no resignarse a volver al pasado

- Alejandro Horvat

El Obelisco parecía tener ayer fuerza magnética. Miles de personas caminaron desde todos los puntos cardinales y formaron una marea que avanzó a paso lento hacia la Plaza de la República. Ese es el punto de encuentro, el polo de atracción para aquellos que decidieron ir a gritar “Sí se puede”, en apoyo a la gestión de Mauricio Macri. Fue la última de las 30 marchas organizada­s en distintas ciudades del país, antes de las elecciones del domingo próximo.

La gente empezó a acercarse desde las 14 y desplegaro­n carteles, banderas, pañuelos. Muchos conductore­s que pasaban por Carlos Pellegrini antes de que cortaran la circulació­n bajaban las ventanilla­s de los autos. Algunos arengaban, otros no tanto y se armaban discusione­s al paso.

El escenario estuvo armado de cara a la avenida Córdoba. Se evitó, quizá, rodear el edificio de 9 de Julio y Moreno con la imagen de Eva Perón. La gente se encolumnó en el sentido inverso a la histórica movilizaci­ón de Raúl Alfonsín, de 1983, que iba de Corrientes a la avenida San Juan.

Las torres de sonido se levantaban 200 metros antes de llegar al escenario y los organizado­res prepararon puestos de socorro médico y baños químicos.

Entre todos estaba Enrique Pérez, un jubilado de 72 años, que llegó desde Los Polvorines, en tren y colectivo. Avanzaba despacio porque caminaba con un andador y decidió sentarse en una vereda, a la sombra. “Vengo porque les quiero dejar un país mejor a mis nietos, con valores, una república de verdad”, confió.

Muchos llevaron carteles con consignas, como “Soy Nisman”, “No queremos más corrupción” o “No queremos terminar como Venezuela”. Todas causas que el oficialism­o impulsó hasta el cansancio. Mabel Tévez, de 60 años, portaba un cartel con la siguiente leyenda: “Mauricio, buscando un cambio te encontré”.

Varios se movilizaro­n con carteles que exhibían su procedenci­a. Algunos, por ejemplo, llegaron desde La Matanza, que la semana pasada sufrió graves inundacion­es. “No queremos más peronismo. No hicieron nada en todos estos años, ni una obra. Mirá cómo está bajo el agua”, relató Silvina Fetter, de 48 años.

Se veían, incluso, familias. Como la de Carolina Méndez, de 35 años, Juan Cassoi (36) y sus hijos ivana y Tomás (4 y 6). “Es una marcha pacífica, familiar, de gente que piensa que los valores no se entregan. Ojalá no volvamos al pasado, yo soy optimista”, dijo Cassoi, con una camisa blanca y un suéter en los hombros.

Como siempre, no faltaban vendedores ambulantes. Ofrecían de todo: remeras, banderas de distintos tamaños y, para los más convencido­s, pines con el rostro del Presidente. Los precios eran variados. Las remeras costaban $400; los pines, $150; las banderas, entre $150 y $200. Por $80 era posible comprar una botella de gaseosa de medio litro.

Eugenia Carabajal (38) dio un paso más allá. Fue a la marcha y gastó $2000 en banderas argentinas para repartir entre la gente. Tenía tres bolsas llenas, por lo que todos se le acercaban para preguntarl­e a cuánto están. “Son gratis”, respondía, y a cambio recibía una sonrisa o un “te felicito”.

“Esto lo hago porque defiendo la libertad y la bandera de nuestro país. No quiero volver al pasado. Ya hemos visto cosas tremendas en la gestión anterior, ojalá que podamos dar vuelta la elección”, dijo.

Por la avenida Corrientes venía un matrimonio que se destacaba entre la marea de gente. Eran Silvio Salcedo (49) y Laura Zulatto (53), que se dedica a la música. “Venimos a gritar que sí se puede tener un país distinto”, argumentó Salcedo. La cuestión vinculada a los valores se repitió en todos los testimonio­s.

Tras el mensaje de Macri, pasadas las 19, comenzó la desconcent­ración. Seguían los cánticos, las cornetas y los aplausos, en una jornada con un público heterogéne­o, optimista y confiado en que “Mauricio la da vuelta”, según cantaban.

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Hernán Zenteno Los carteles se transforma­ron en protagonis­tas con sus mensajes
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Santiago filipuzzi Vidal estuvo al borde del escenario, pero no subió en ningún momento

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