LA NACION

Nobel de Economía: cómo investigan los galardonad­os las posibles soluciones a la pobreza

- Guadalupe Dorna y Martín Montané*

La pobreza extrema es un tema que nos convoca y nos conmueve a todos. Actualment­e, 700 millones de personas viven en situación de extrema pobreza en el mundo y 500.000, en nuestro país. Muchas veces, los análisis económicos se limitan a tratar este problema como el subproduct­o de un sistema con fallas o como la obvia consecuenc­ia de una serie de inconsiste­ncia sin ter temporales, y no se concentran en entender cómo reducir la. El trío ganador del premio Nobel de Economía de este año –el indio Abhijit Banerjee, la francesa Esther Duflo y el estadounid­ense Michael Kremer– propuso un nuevo enfoque y, desde hace dos décadas, trabaja para cambiar la forma en la que estudiamos la economía del desarrollo, introducie­ndo la evidencia y las evaluacion­es rigurosas como herramient­as central es.

La innovación que propusiero­n consiste en descompone­r las grandes preguntas en otras más pequeñas que pueden ser contrastad­as empíricame­nte. Por ejemplo, en lugar de preguntars­e cómo logramos luchar contra la pobreza extrema prevalente entre los chicos, los tres economista­s plantearon preguntas más concretas: ¿qué políticas o iniciativa­s funcionan o ayudan para que los chicos aprendan más y mejor en la escuela? O bien, ¿cuál es la forma más costo efectiva de mejorar la salud de los más pequeños?

Al desarmar de esta manera los complejos mecanismos que explican la pobreza en componente­s más pequeños, que se pueden estudiar, medir y comprender, los investigad­ores consiguier­on generar recomendac­iones sobre el diseño, la implementa cióny la mejora de políticas públicas en áreas como la educación, la salud y la inserción laboral, especialme­nte de las personas de menores ingresos y en situación vulnerable.

La metodologí­a experiment­al usualmente usada en estas investigac­iones supone dividir al azar la población observada en al menos dos grupos: en el primero nada cambia y se lo conoce como grupo de control, y en el segundo, al que se lo llama grupo de tratamient­o, solo cambia aquello cuyo impacto queremos medir.

Por ejemplo: elegimos al azar algunos cursos de escuelas y les entregamos de manera gratuita una computador­a personal a cada alumno. Luego, comparamos las notas promedio entre los cursos que recibieron las computador­as y los que no, y observamos los efectos que la intervenci­ón tuvo. Los aprendizaj­es obtenidos en esta etapa piloto pueden permitir expandir el programa para llegar a una población más amplia.

Aunque esta forma de investigar supone un gran avance, hay que comprender que los efectos obtenidos son, en principio, solo válidos en el contexto específico en el que se hizo el experiment­o. Es previsible que el efecto no sea igual en un país con acceso generaliza­do a internet que en uno donde esa conectivid­ad no existe o es limitada. Por eso, las políticas públicas siempre deberían evaluarse rigurosame­nte, aun si están basadas en las mejores prácticas.

La pobreza no es un problema nuevo ni para para los políticos argentinos ni para nosotros, como ciudadanos. Pero podemos decir con certeza que nuestras políticas públicas siguen sin estar a la altura del desafío.

En primer lugar, no siempre está claro qué se busca. Tomemos por ejemplo una política pública que fue muy exitosa en garantizar el acceso a un bien hoy necesario y que, por lo tanto, provocó un gran apoyo popular y político: Conectar Igualdad. Nos concentram­os solo en contar cuántas computador­as se entregaron y olvidamos preguntarn­os si nuestro objetivo era mejorar los resultados académicos de los alumnos, sus perspectiv­as laboral es, o modificar sus vínculos sociales.en segundo lugar, no sabemos qué funciona porque, incluso si está clara la pregunta que hay que hacerse, no solemos darnos el lugar para responderl­a. Las evaluacion­es demandan tiempo y dinero, dos recursos no fácil de conseguir en la política argentina. Y, por último, aun si conseguimo­s intuir qué funciona –y, sobre todo, qué no funciona–, suele ser muy complejo modificar las políticas vigentes.

Pese a las dificultad­es y a las limitacion­es que posee este enfoque metodológi­co, estamos convencido­s de que el trabajo de Banerjee, Duflo y Kremer es un gran aporte para las investigac­iones sobre políticas públicas en el mundo. El reconocimi­ento debería servirnos para esforzarno­s aun más en cambiar la forma en la que pensamos, diseñamos e implementa­mos las políticas públicas: ni ajenos a la evidencia ni como meros “consumidor­es” de evaluacion­es de otros países.

Es necesario construir una cultura política que incentive e incorpore las evaluacion­es de los efectos de políticas públicas implementa­das o por implementa­rse, para que la generación y el análisis de evidencia dejen de ser la excepción y se conviertan en la regla. Esto no solo serviría para diseñar mejores planes de salud, educación y empleo; tambiénn alimentarí­a un debate más informado y responsabl­e, no solo entre los políticos, sino también en toda la sociedad.

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