LA NACION

Watchmen: Más que una serie de ciencia ficción, un retrato de nuestra época

Regina King, Don Johnson y Jeremy Irons protagoniz­an esta producción que se estrena hoy, a las 23, por HBO, basada en el mítico cómic creado por Alan Moore

- Hernán Ferreirós

Watchmen hizo su ingreso a nuestro mundo bajo la forma de un cómic escrito por Alan Moore e ilustrado por Dave Gibbons. Fue publicado en 1986, el annus mirabilis de la historieta norteameri­cana, en el que coincidió con Maus, de Art Spiegelman, y The Dark Knight Returns, de Frank Miller. Estos títulos de Moore y Miller lanzaron a los superhéroe­s hacia una nueva dimensión: dejaron atrás la percepción generaliza­da de un entretenim­iento poco esmerado, solo consumido por niños y adultos con ciertas dificultad­es intelectua­les, para volverse una forma artística de ambición, riesgo y complejida­d comparable­s a los de cualquier obra literaria. De hecho, fue a partir de estos trabajos que se popularizó el concepto de marketing de “novela gráfica”, a fin de venderles historieta­s a los lectores de libros. Las historias de Miller aportaron una caracteriz­ación elaborada y un realismo impiadoso, heredados de la novela negra, mientras que Moore llevó a los superhéroe­s al nivel meta: al tiempo que apuntala su mito con algunas de las historias más perdurable­s del rubro.

A su vez, lo deconstruy­e y nos muestra de qué están hechos estos personajes, revelando el autoritari­smo, el racismo o el sexismo que se oculta bajo sus capas. Watchmen se hace una pregunta elemental pero nadie había respondido hasta ese momento: ¿cómo sería nuestro mundo si existieran los justiciero­s enmascarad­os y cómo actuarían, bajo la máscara de una psicología realista, estos individuos? Claramente, sólo podría tratarse de sujetos intolerant­es, antisocial­es, mesiánicos y propensos a una violencia irracional, es decir, para ser un superhéroe hay que estar irreparabl­emente dañado.

Watchmen, la serie que se estrena hoy a las 23, por HBO, conecta con algunos de los que Moore identifica como los problemas centrales de su época, como el giro de las políticas norteameri­cana y británica hacia la derecha, la situación de conflicto permanente establecid­a por la Guerra Fría y el miedo global a la destrucció­n nuclear. Para ello presenta un mundo en el que los Estados Unidos ganaron la guerra de Vietnam (con la ayuda del único ente con poderes sobrehuman­os del planeta, el Dr. Manhattan) y Nixon se convirtió en presidente vitalicio. Los enmascarad­os que no trabajan para el gobierno se retiraron tras que una ley prohibiera su actividad. Sin embargo, cuando uno de ellos, el Comediante, es asesinado, el más perturbado de sus colegas, Rorschach (que lleva una máscara con manchas como las de test homónimo), decide investigar: arranca a varios de los viejos superhéroe­s de su forzado retiro y empieza a tirar de los hilos de una conspiraci­ón que amenaza con provocar la muerte de millones.

Moore, quien jamás avaló la adaptación de ninguno de sus trabajos al cine (hay cuatro películas de alto presupuest­o basadas en sus comics, que se filmaron porque los derechos de las historieta­s pertenecen a la compañía DC y no a su autor) y no permite que su nombre figure en los créditos (una decisión que le debe haber costado mucho dinero), considera que Watchmen es infilmable. La versión que hizo el director Zack Snyder en 2009 parece darle la razón. Sin embargo, nada de esto amedrentó al showrunner Damon Lidenlof (principal responsabl­e de Lost y de la reciente The Leftovers) quien decidió convertirl­o en una serie (por ahora de 9 episodios, con la posibilida­d de que se expanda a futuras temporadas). “Alan Moore expresó que no quiere tener ninguna afiliación con nosotros”, declaró Lindelof en la presentaci­ón de la serie, “intenté explicarle personalme­nte lo que quería hacer y él declino participar. Alan Moore encarna para mí el espíritu del punk-rock. Así que yo me permito canalizar ese espíritu y le digo ‘fuck you, lo voy a hacer de todos modos’”.

Lindelof decidió tomar un camino diferente al resto de las adaptacion­es de los trabajos de Moore, generalmen­te fieles a la letra de los originales: esta iteración televisiva es una suerte de continuaci­ón de los eventos del cómic, 30 años más tarde. Watchmen, la serie, construye un mundo basado en el de Moore, al que toma como canon, como historia y como hoja de ruta. Su 2019 encuentra a los Estados Unidos como una distopía progresist­a, que parece una perfecta inversión del país real: Robert Redford es el presidente desde hace décadas, existe un estricto control de armas que hace que la policía tenga que pedir autorizaci­ón para desenfunda­r y la mayoría de los policías son negros que ocultan su cara bajo una máscara amarilla para evitar represalia­s por su trabajo. La protagonis­ta, Angela Abar (Regina King, reciente ganadora de un Oscar por If Beale Street Could Talk), es una mujer negra que mantiene una triple identidad: es una sencilla repostera, una policía supuestame­nte retirada y la justiciera enmascarad­a Sister Night. Los eventos se concentran en la ciudad de Tulsa, Oklahoma, que está cruzada por una enorme tensión racial: es la sede de una milicia de supremacis­tas blancos (dedicada al asesinato de policías negros) llamada The Seventh Kavalry, cuyo símbolo es la máscara de Rorschach.

En el comic, Moore identifica el conflicto nuclear como la principal ansiedad colectiva de su época. En su versión, Lidenlof pone al racismo en ese lugar. La serie comienza con una recreación de un suceso real: en 1921, en Tulsa, un grupo de norteameri­canos blancos organizó un pogrom contra la llamada “Wall Street Negra”, una zona de ciudadanos negros adinerados, que provocó la muerte de decenas de personas y la destrucció­n del lugar. El presente de la serie está secretamen­te moldeado por la onda expansiva de esa masacre: los descendien­tes negros de las víctimas cobran “redforizac­iones”, compensaci­ones económicas, y están exentos de pagar impuestos, lo que provoca el resentimie­nto de los blancos, especialme­nte de los que viven en la pobreza. La serie tiene una inocultabl­e voluntad polémica al dar vuelta muchos de los rasgos más cuestionab­les de la realidad norteameri­cana (presidente progresist­a, blancos pobres, negros adinerados) y, aun así, construir una alternativ­a muy problemáti­ca, en la que el racismo es la principal amenaza existencia­l.

Los cuestionam­ientos se disparan hacia todos los signos ideológico­s. Alguien podrá sugerir que en una serie sobre la violencia racista es errado pretender que los espectador­es negros se identifiqu­en con los protagonis­tas policías (según las estadístic­as, en los Estados Unidos, un negro tiene tres veces más chances de ser fusilado por la policía que un blanco). Al mismo tiempo, y desde el lugar opuesto, se puede decir que plantear al racismo como el mayor problema del presente (y crear un presente formateado por un hecho de 1921, como si las cosas no hubieran realmente cambiado) es una exageració­n que niega que, a pesar de todas las iniquidade­s que aun persisten, la actualidad es el momento menos racista de la historia. La paradoja del progresism­o es que tiende a negar el progreso, dado si éste puede suceder aun sin el triunfo absoluto de sus ideas, ¿para qué se las necesita?

Más allá del protagónic­o absoluto de King, la serie recupera la figura del semiolvida­do Don Johnson, cuyo rescate ya había sido encarado por Quentin Tarantino y Robert Rodríguez (quienes le dieron papeles en Machete y Django sin cadenas). Aquí interpreta al policía John Crawford, superior y aliado de Sister Night. Si se tiene en cuenta que, en casi toda su carrera, Johnson interpretó a personajes caracteriz­ados por su ambigüedad moral, es esperable que su prontuario no sea tan inmaculado como sus sombreros blancos. También reaparece Louis Gosset Jr, el recordado antagonist­a de Richard Gere en Reto al destino. Aunque el actor, de 83 años, trabaja incansable­mente, nunca había vuelto a tener la visibilida­d que tuvo en los años 80. Su papel está envuelvo en enigmas, de modo que es mejor no revelar mucho sobre él. Sin embargo, el más misterioso y cautivante de los personajes secundario­s cae en el personaje encarnado por Jeremy Irons, al que jamás se menciona por su nombre (aunque cualquiera que haya leído la historieta puede deducir quién es): éste protagoniz­a una serie de viñetas, entre lúdicas y sádicas, que resultan lo más vital y entretenid­o de la serie. Recién tras promediar el relato se revela cómo encaja con todo lo demás.

Watchmen está planteada, tal como suele hacer Lindelof en sus ficciones, como un rompecabez­as: se nos muestran partes que resultan altamente enigmática­s mientras ignoramos el diseño general. Acaso por eso, los primeros episodios resulten menos gratifican­tes que el resto. Sin embargo, se percibe la voluntad de crear un fresco de grandes dimensione­s que ofrezca un retrato polémico de nuestro presente sin lecturas monolítica­s y que admita tantas interpreta­ciones como un test de Rorschach.

Lejos de División Miami, Don Johnson regresa para encarnar a un policía aliado a Sister Night

Otro gran regreso es el de Louis Gosset Jr., recordado por Reto al destino, en los años 80

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Hbo Regina King es Sister Knight, en un escenario distópico donde pueden detectarse problemáti­cas aún vigentes
 ?? Fotos hbo ?? Jeremy Irons es Ozymandias, un veterano superhéroe en la nueva serie que supera la ciencia ficción
Fotos hbo Jeremy Irons es Ozymandias, un veterano superhéroe en la nueva serie que supera la ciencia ficción
 ??  ?? Policías enmascarad­os y superhéroe­s, en esta distopía creada por Damon Lindelof
Policías enmascarad­os y superhéroe­s, en esta distopía creada por Damon Lindelof
 ??  ?? Regina King es Sister Knight, de espaldas
Regina King es Sister Knight, de espaldas
 ??  ?? Frances Fisher, como la agente Jane Crawford
Frances Fisher, como la agente Jane Crawford
 ??  ?? Don Johnson, en un llamativo retorno
Don Johnson, en un llamativo retorno
 ??  ?? Un alegato antirracis­ta
Un alegato antirracis­ta

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