Con quita o sin quita, la duda en EE.UU. sobre la deuda argentina
Hay incertidumbre sobre el modo en que encarará la renegociación el próximo gobierno
WASHINGTON.– La reestructuración de la deuda dominó las conversaciones sobre la Argentina en los encuentros con inversores que acompañaron la reunión anual del FMI y el Banco Mundial en Washington, donde una pregunta quedó en el centro del debate: si la Argentina necesita pedir una quita en el capital o los intereses de la deuda a los bonistas, un tema que divide las aguas.
Ese interrogante quedó solapado con otro: cuál será el plan económico y quién será el ministro del área en un eventual gobierno de Alberto Fernández, favorito para ganar la elección presidencial y renuente aún a ungir a alguno de sus referentes. Dos de ellos, Guillermo Nielsen y Emmanuel Álvarez Agis, estuvieron esta semana en Washington.
En Estados Unidos, la reestructuración de la deuda argentina despierta dos visiones. Una sostiene que, sin acceso a los mercados y con déficit fiscal de arrastre, la Argentina no tiene más remedio que hacer una oferta agresiva a los acreedores privados, con quita. La otra visión cree que es evitable, un punto en el que, paradójicamente, coinciden en el equipo del presidente Mauricio Macri y el Fernández, donde ven factible avanzar con una propuesta más amena para los inversores, llámese “reperfilamiento” o reestructuración “a la uruguaya”. Un puente en la grieta.
“Creo que hay un camino posible que involucra una negociación voluntaria y rápida con el mercado, la continuidad del acuerdo con el Fondo y un programa de prudencia fiscal”, resumió ayer el ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, a corresponsales argentinos.
Emmanuel Álvarez Agis, uno de los referentes económicos de Alberto Fernández, quien, al igual que Nielsen, llegó a Washington en papel de consultor, ofreció en un encuentro organizado por XP Securities un mensaje similar: un eventual gobierno de Fernández aspira a llegar a un acuerdo rápido con los bonistas, indicó, sin quita. Antaño estrella emergente, las conversaciones sobre la Argentina han quedado contaminadas por tecnicismos como “cláusulas de acción colectiva” o “valor presente neto”, en referencia al valor de los bonos, inherentes al futuro de la deuda. “Están todos poniéndose el sombrero de abogado”, graficó un analista abocado al país.
Los funcionarios del staff del Fondo que manejan el programa argentino también tuvieron sus encuentros reservados con inversores. Esta semana, el FMI dejó en claro que, antes de avanzar en cualquier renegociación con la Argentina, quiere ver un plan. Existe una tensión latente entre el Fondo y los bonistas: ambos deben renegociar con el mismo deudor. En el mercado parecen convencidos de que el FMI exigirá una quita, y va a endurecer su postura, más aún si el próximo gobierno pide más plata. Los precios de los bonos descuentan ya una reestructuración áspera.
“Ni Fernández ni Macri quieren quita, quieren recuperar el acceso a los mercados. En eso están alineados Macri y Fernández. La quita la quiere el Fondo”, dijo una fuente del mercado. En cualquier caso, la discusión por la deuda lleva inexorablemente a otra: cuál será el plan fiscal del próximo gobierno. En este punto, la aparente grieta entre el mercado y el Fondo se desvanece: ambos están esperando a que pase la elección presidencial para sentarse a trabajar con el ganador, ya sea Alberto Fernández o Macri, si es que logra “el milagro”.
Ese plan, hoy, aparece como una condición necesaria para poder avanzar, tanto con el Fondo como con los bonistas. Es por eso que, en parte, Lacunza y el presidente del Banco Central, Guido Sandleris, buscaron pulir números y escenarios en sus “reuniones técnicas” con el staff y la cúpula del Fondo para dejar todo listo para mover las fichas rápido después de las elecciones, le toque a quien le toque moverlas.
En última instancia, las dudas y los debates sobre la reestructuración de la deuda van de la mano de la incertidumbre sobre ese plan, o, lo que es lo mismo, sobre el ajuste futuro. Con o sin quita, muchos creen que lo más importante es poner sobre la mesa un programa que muestre un sendero creíble y sustentable hacia el superávit fiscal.
Algunos economistas con llegada a Fernández creen que un camino es desindexar el gasto público. Nadie parece verlo como un plan factible, aunque, ante la ausencia de planes concretos y ministros, nadie lo descarta del todo tampoco. Una ambigüedad a tono con una época de incertidumbres. Las certezas, por ahora, son rehenes de las urnas.