LA NACION

Felipe Colombo. “Cuando viajás tu mente se expande”

- Por Alejandro Rapetti

—¿Cómo te definís como viajero?

—Soy organizado en la previa y trato de informarme sobre los destinos. Pero, una vez en el lugar, me muevo lo más libremente posible y veo lo que me interesa. Disfruto mucho pasear y perderme. Me gusta imaginarme viviendo ahí y todas las cosas que haría.

—¿Qué es lo que más te entusiasma de la situación de estar de viaje?

—Conocer, sorprender­me y descubrir lugares, sabores y olores. Tener nuevas anécdotas e imágenes. Trasladarm­e a sitios diferentes, conocer otras maneras de hablar y comportars­e. No importa si es en auto, avión, tren o subte, el viaje en sí ya es un descanso. Cuando viajás, tu mente se expande.

—En el avión, ¿saludás a los tripulante­s de a bordo? ¿Llenás todos los compartime­ntos superiores? ¿Prestás atención a las indicacion­es de seguridad?

—Si, saludo, leo las instruccio­nes y veo las indicacion­es. Uso un poco el compartime­nto superior y me dejo cosas a mano bajo el asiento. la primera vez que volé en un avión tenía diez años y viajaba con mi primo luis Gabriel, que tenía siete. Íbamos a Seattle, Estados Unidos, a visitar a nuestra tía. En la única escala que hacia el vuelo, en Dallas, no entendimos bien y en lugar de esperar en el avión, nos bajamos. Yo hablaba muy poco inglés y mi primo menos. Nos perdimos en el aeropuerto, hasta que alguien de seguridad nos encontró y nos llevó a una sala llena de niños en la misma situación que nosotros. Por fin logré hacerme entender y por suerte llegamos bien a destino.

—¿El destino más exótico que hayas conocido?

—El mar Muerto, en Israel. Me sorprendió su historia y todo lo que sucede con el agua y la sal, que por su densidad te permite flotar. También me asombraron todos los tratamient­os que hay.

—¿Algún prejuicio que hayas derribado viajando?

—la primera vez que fui a Tel Aviv no sabía bien con qué encontrarí­a. No tenía idea que era una ciudad tan moderna y grande y con tanto movimiento cultural.

—¿Tu mayor hazaña en turismo aventura?

—Un tiempo atrás, en México, escalé. recuerdo el primer viaje importante que hicimos al norte del país, en Monterrey, donde hay una reserva muy grande con un centro de escalada en roca. Allí logré hacer cima en dos rutas para las que me venía preparando: una no muy alta, de 80 metros, pero de mucha dificultad técnica; y otra de 400 metros.

—¿La playa más bonita que hayas visitado?

—Una playa virgen en la riviera Maya, cerca de Cancún, que se llama Punta Maroma. Solo hay un hotel en medio de la selva y el mar. Kilómetros de playa desierta y el agua más cristalina que vi. También hay

mucha fauna marina, peces de todos los colores, corales; la arena es como talco. Además, se come muy bien. —¿Cuándo manejás, te orientas fácilmente o necesitas un GPS para ir a cualquier lado?

—Utilizo el GPS para ubicarme y para ver los estados de tránsito y las posibles rutas. —¿Un día de vacaciones perfecto?

—Me gustaría despertar en una cabaña en las montañas, un lugar tranquilo, ni muy temprano ni muy tarde, así podemos desayunar en familia. Después, revisar qué hay para visitar y preparar las cosas para que no falte nada. llevar algo para leer, algo para escribir y salir a pasear, si se puede caminando, mejor. Me gustan las caminatas, salir a descubrir lugares. Al mediodía comer rico en un restaurant­e y después pasear un poco hasta encontrar un lugar para descansar, leer o jugar con mi hija. Más tarde, hacer alguna compra para cocinar a la noche escuchando música, con un buen vino y una linda charla noctámbula con Cecilia, mi mujer. Tomarme un tiempo para ver el paisaje de noche, tal vez escribir un poco, descansar y prepararno­s para la aventura del día siguiente.

—Si naufragara­s en una isla desierta, sin señal de celular, ¿con qué único objeto elegirías quedarte?

—la navaja que tengo desde mi primer campamento, hace más de veinte años. Nunca perdió el filo.

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