Madura mirada familiar
Tres generaciones se reencuentran en una casona campestre para pasar allí las fiestas de fin de año. La abuela Meme (Marilú Marini) recibe a sus dos hijos, Emilio (Luis Ziembrowski) y Sergio (Daniel Hendler), quienes llegan acompañados por sus respectivas familias.
Más allá de su estructura coral, la talentosa directora de Herencia, Lluvia y Un amor le cede el punto de vista al grupo de Emilio y, más precisamente, a su esposa Luisa (Érica Rivas) y a su hija Ana (Ornella D’Elía), quien padece extraños episodios de sonambulismo (algo que, al parecer, viene de familia). El matrimonio no pasa precisamente por su mejor momento y la adolescente está en pleno despertar sexual. Los conflictos no tardan en aparecer y no solo entre ellos tres. En un almuerzo surge un tema pendiente: Meme (quien ha perdido a su marido) y Sergio quieren vender la propiedad, mientras que Emilio pretende mantenerla.
Calor, campo, piscina, alcohol, coqueteos, comilonas, discusiones no exentas de cinismo, ironía y resentimientos... Los sonámbulos dialoga en un principio con cierto cine francés del estilo de
Las horas del verano, de Olivier Assayas, o Verano del 79, de Julie Delpy, y luego va derivando hacia algo más denso, perturbador y, en definitiva, siniestro. Es precisamente el desenlace lo que seguramente mayores incomodidades y debates generará entre el público, aunque Hernández sintoniza con estos tiempos en los que la violencia machista y y sororidad femeninas están reconfigurando el mapa social.