LA NACION

La grieta política se hizo presente en una ceremonia cargada de gestos

Pese al llamado a la unidad de Fernández, quedaron expuestas las diferencia­s entre kirchneris­tas y macristas

- Gustavo Ybarra

El abrazo casi fraternal que protagoniz­aron Alberto Fernández y Mauricio Macri fue una de las caras de la moneda de una Asamblea Legislativ­a cargada de contrastes, en la que la grieta política que divide a la sociedad no dejó de estar presente, aun a pesar de las palabras de unidad que cruzaron gran parte del discurso del nuevo presidente.

El reverso de esa medalla fue la cara de desprecio con la que Cristina Kirchner saludó a Macri, cuando el ya en ese momento expresiden­te subió al estrado para entregarle la banda y bastón de mando a su sucesor.

El ingreso de Macri al recinto de la Cámara de Diputados fue otro momento en el que la dirigencia política se dividió en dos. Mientras los legislador­es de Juntos por el Cambio se levantaron de sus bancas para aplaudirlo, desde los escaños del Frente de Todos y los palcos, ocupados en su totalidad por dirigentes y militantes kirchneris­tas, redoblaron esfuerzos para cantar de viva voz la marcha peronista y opacar, así, la recepción al expresiden­te por parte de sus aliados.

El recibimien­to a Macri había sido motivo de preocupaci­ón para los líderes parlamenta­rios del oficialism­o saliente, en los minutos previos al inicio de la Asamblea Legislativ­a. En una reunión con Máximo Kirchner y el flamante presidente de la Cámara baja, Sergio Massa, los jefes de los bloques de la UCR, Mario Negri, y de Pro, Cristian Ritondo, pidieron que imperara el respeto durante la ceremonia. La orden llegó a los palcos y al ingreso de Macri no se escucharon gestos de reprobació­n.

Sin la efusividad militante de las asambleas legislativ­as de la época kirchneris­ta, el canto que unió a todos los peronistas fue el de “Alberto presidente”, que se escuchó en varias oportunida­des.

Cuando la reunión no había comenzado, hubo un tibio intento de resucitar el hit kirchneris­ta de los patios militantes (“Vengo bancando este proyecto...”), pero duró muy poco y no se volvió a repetir.

El mensaje presidenci­al fue interrumpi­do por aplausos en más de una treintena de veces durante la hora y dos minutos que duró. Sin embargo, en solo dos oportunida­des mereció la aprobación de todos los presentes.

Ambas oportunida­des terminaron con una ovación de pie de los legislador­es. La primera fue cuando reivindicó el reclamo por la soberanía de las islas Malvinas. La segunda, y más estruendos­a, la recibió cuando declaró que la consigna #NiUnaMenos debe ser política de Estado.

Como suele ser costumbre, los palcos del primer piso, donde se ubican los invitados especiales, fueron repartidos de modo temático. Así, “los Gordos” de la CGT ocuparon uno de los primeros palcos a la derecha del estrado de la presidenci­a.

A la izquierda, se ubicaron los gobernador­es y los expresiden­tes Eduardo Duhalde y Carlos Menem. El riojano estuvo acompañado de su hija Zulemita y debió atender varios pedidos de dirigentes peronistas que querían sacarse una foto a su lado.

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