La grieta política se hizo presente en una ceremonia cargada de gestos
Pese al llamado a la unidad de Fernández, quedaron expuestas las diferencias entre kirchneristas y macristas
El abrazo casi fraternal que protagonizaron Alberto Fernández y Mauricio Macri fue una de las caras de la moneda de una Asamblea Legislativa cargada de contrastes, en la que la grieta política que divide a la sociedad no dejó de estar presente, aun a pesar de las palabras de unidad que cruzaron gran parte del discurso del nuevo presidente.
El reverso de esa medalla fue la cara de desprecio con la que Cristina Kirchner saludó a Macri, cuando el ya en ese momento expresidente subió al estrado para entregarle la banda y bastón de mando a su sucesor.
El ingreso de Macri al recinto de la Cámara de Diputados fue otro momento en el que la dirigencia política se dividió en dos. Mientras los legisladores de Juntos por el Cambio se levantaron de sus bancas para aplaudirlo, desde los escaños del Frente de Todos y los palcos, ocupados en su totalidad por dirigentes y militantes kirchneristas, redoblaron esfuerzos para cantar de viva voz la marcha peronista y opacar, así, la recepción al expresidente por parte de sus aliados.
El recibimiento a Macri había sido motivo de preocupación para los líderes parlamentarios del oficialismo saliente, en los minutos previos al inicio de la Asamblea Legislativa. En una reunión con Máximo Kirchner y el flamante presidente de la Cámara baja, Sergio Massa, los jefes de los bloques de la UCR, Mario Negri, y de Pro, Cristian Ritondo, pidieron que imperara el respeto durante la ceremonia. La orden llegó a los palcos y al ingreso de Macri no se escucharon gestos de reprobación.
Sin la efusividad militante de las asambleas legislativas de la época kirchnerista, el canto que unió a todos los peronistas fue el de “Alberto presidente”, que se escuchó en varias oportunidades.
Cuando la reunión no había comenzado, hubo un tibio intento de resucitar el hit kirchnerista de los patios militantes (“Vengo bancando este proyecto...”), pero duró muy poco y no se volvió a repetir.
El mensaje presidencial fue interrumpido por aplausos en más de una treintena de veces durante la hora y dos minutos que duró. Sin embargo, en solo dos oportunidades mereció la aprobación de todos los presentes.
Ambas oportunidades terminaron con una ovación de pie de los legisladores. La primera fue cuando reivindicó el reclamo por la soberanía de las islas Malvinas. La segunda, y más estruendosa, la recibió cuando declaró que la consigna #NiUnaMenos debe ser política de Estado.
Como suele ser costumbre, los palcos del primer piso, donde se ubican los invitados especiales, fueron repartidos de modo temático. Así, “los Gordos” de la CGT ocuparon uno de los primeros palcos a la derecha del estrado de la presidencia.
A la izquierda, se ubicaron los gobernadores y los expresidentes Eduardo Duhalde y Carlos Menem. El riojano estuvo acompañado de su hija Zulemita y debió atender varios pedidos de dirigentes peronistas que querían sacarse una foto a su lado.