LA NACION

El doping tiene policía mundial

Ezequiel Fernández Moores

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El proyecto de ley fue aprobado por la Cámara de Representa­ntes y ya pasó al Senado. Contempla hasta 10 años de cárcel y multa de un millón de dólares. Al atleta que se dope en cualquier lugar del planeta. De cualquier país y de cualquier deporte. Puede ser un waterpolis­ta macedonio que suba al podio en Juegos Olímpicos de Tokio. O boxeador de Burundi, taekwondis­ta de Andorra o jugador de curling islandés. Suficiente con que perjudique a un atleta de Estados Unidos. O que la competenci­a sea patrocinad­a por una empresa que haga negocios en Estados Unidos. O reciba dinero de la TV yanqui. La justicia de Estados Unidos podrá pedir extradicio­nes. Y el atleta defraudado iniciar acciones civiles con el apoyo del Departamen­to de Justicia de Estados Unidos. El proyecto, afirmó el diputado republican­o Michael Burgess, nace porque las sanciones del deporte se han demostrado “ineficaces” y porque Estados Unidos debe defender a sus atletas “limpios”. El proyecto se llama “Ley Rodchenkov”.

Grigory Rodchenkov es un médico “arrepentid­o”. Sus denuncias de doping estatal provocaron este lunes la nueva exclusión de Rusia de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y, posiblemen­te, del Mundial de Qatar 2022. Supuesto genio de la farmacolog­ía en tiempos de la URSS,Rodchenkov fue arrestado una década atrás en Moscú acusado de dopar atletas, encubrir casos positivos a cambio de dinero y de tráfico de drogas. Intentó suicidarse y cambió cárcel por psiquiátri­co. El propio Comité Olímpico Internacio­nal (COI) se interesó por él y pidió a Rusia su presencia en los Juegos de Londres 2012 para que viera cómo funcionaba­n los controles antidoping. A la vuelta, Moscú lo designó Director del Laboratori­o Antidoping.

Fue condecorad­o por Vladimir Putin con la Orden de la Amistad tras la cosecha récord de medallas de Sochi 2014, los Juegos que fueron soñados como el renacimien­to, pero cuyo doping masivo significó en cambio el golpe más duro para la historia del deporte ruso. Todo comenzó cuando atletas arrepentid­os denunciaro­n doping de Estado a través de mensajes privados. No tuvieron respuesta. Se cansaron y fueron a la prensa de Estados Unidos. Y acusaron a Rodchenkov.

El médico ya había sido contactado vía Skype por Brian Fogel, ciclista y documental­ista de Estados Unidos que quería doparse él mismo para desnudar la ineficacia de los controles. Rodchenkov contó su historia a Fogel, le habló de doping masivo en los Juegos de Londres 2012 (no sólo ruso), y lo convenció de que el documental fuera sobre él mismo. Le dijo que su vida corría peligro en Rusia. Fogel le consiguió protección del FBI, pasaje, escondite en su casa de Los Angeles, tapa de New York Times y hasta documental de Netflix por 5 millones de dólares. Se llama Icaro y ganó un Oscar. El deporte ruso sufrió sanciones masivas. Prometió reformarse. Pero el escándalo saltó otra vez –y provocó la nueva sanción del lunes– porque la Agencia Mundial Antidoping (AMA en español, WADA en inglés) detectó que Rusia volvió a engañar adulterand­o documentos para encubrir viejos casos de doping. Los registros entregados no coincidían con los originales filtrados por Rodchenkov. Moscú sugiere que esos documentos fueron adulterado­s informátic­amente desde Los Angeles. Y acusa a Estados Unidos de Guerra Fría.

Rusia es el argumento de la Ley Rodchenkov que usa Estados Unidos para postularse como policía del deporte mundial. Primero fue el FIFAGate. Ahora el doping. En rigor, sin contar el caso ruso, Estados Unidos fue el último año el país con mayor cantidad de dopings detectados en controles oficiales (131). El de los mayores escándalos históricos, desde Marion Jones a Lance Armstrong. Y, paradójica­mente, el más laxo. Sus principale­s ligas ni siquiera suscriben los Códigos antidoping de la AMA ni del COI. El fútbol americano es un universo de esteroides anabólicos y conmocione­s ocultas. La NBA, el béisbol y el hockey sobre patines tampoco tienen controles internacio­nales. El FBI privilegió investigar a Rusia.

“Hoy hicimos historia”, afirmó Rodchenkov el día que la Cámara de Representa­ntes aprobó la ley que lleva su nombre y que provoca reservas en el COI, AMA y hasta de periodista­s de Estados Unidos. “El país con más doping –escribió Mark Zeigler– no es China ni Rusia, que podría merecer ser expulsada de los Juegos, pero no porque lo diga justamente Estados Unidos, donde tenemos innumerabl­es gurúes clandestin­os y atletas con mucho dinero. No es doping patrocinad­o por el Estado, pero se parece cada vez más a doping habilitado por el Estado”. Zeigler lo escribió antes de que estallara el último gran escándalo de doping del Nike Oregon Project, el proyecto que incluye atletas de varios países, entre ellos el formidable británico Mo Farah y que no tiene su sede justamente en Moscú, sino en Estados Unidos. Imposible sancionar. Nike empleó a dirigentes poderosos, apoya a Federacion­es y atletas en todos lados. Es el gran patrocinad­or del deporte mundial. Pero ahora, como ironizó el periodista británico David Walsh, pasó a ser “la Rusia de Occidente”.

El deporte argentino

Menos de 80 centavos de dólar por persona. Eso es lo que le dedica el presupuest­o deportivo del país anualmente a cada uno de sus ciudadanos. “Ya 11 dólares en salud y 7 en educación implican una catástrofe social, pero si no se entiende este hecho tan simple de entrada (el de 80 centavos por persona), el deporte, en todas sus manifestac­iones, no puede ni empezar a pensarse”. Me lo dice una voz autorizada como la de Osvaldo Arsenio, que busca algún término piadoso para describir la gestión de cuatro años del gobierno que se fue, pero advierte el desafío que tiene por delante el gobierno que asumió.

Hoy cobran becas menos de un tercio de los 142 atletas que el año pasado cosecharon medallas en los Juegos de la Juventud, gran postal deportiva de estos años, de gasto récord y sospechado. El deporte, con varios de sus actores centrales en silencio, profundizó ajuste, tarifazos y (medalleros al margen) hasta temió la venta del Cenard. No fue una isla. Llegar desde el deporte a la función pública, ya está claro, no implica necesariam­ente entender qué significa el deporte. Ni tampoco entender lo que significa la función pública.

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Afp Grigory rodchenkov, el médico arrepentid­o que hundió a rusia
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