LA NACION

Ayuno en la prisión. El militar que empezó una huelga de hambre para reclamar un trato igualitari­o

Detenido en Ezeiza, De Marchi tiene 71 años y problemas de salud; hace 27 días se alimenta solo con líquidos y se queja por las condicione­s carcelaria­s

- Mariano de Vedia

“No pido ni prisión domiciliar­ia, ni salidas transitori­as, ni la excarcelac­ión. Solo reclamo igualdad ante la ley, que los militares presos tengamos los mismos derechos y el mismo trato que los presos comunes”, explicó desde su celda del Hospital Penitencia­rio Federal de Ezeiza el teniente primero Gustavo Ramón De Marchi. Tiene 71 años, con problemas graves de salud, y hace 27 días comenzó una huelga de hambre, que tiene decidido prolongar “hasta sus últimas consecuenc­ias”, explicó el propio oficial, en un diálogo con la nacion.

De Marchi interrumpi­ó los 17 medicament­os que tenía prescripto­s. Sufrió un ACV, tiene diabetes, perdió la visión de un ojo y está alojado en una dependenci­a penal que tiene un equipamien­to limitado para atender casos médicos complejos. Por la huelga de hambre, perdió más de 15 kilos. Se niega a que le extraigan sangre y solo accedió a tomar líquidos, especialme­nte mate, para evitar trastornos renales que le produzcan dificultad­es para orinar.

“Llevo diez años y cuatro meses preso, según el cómputo legal, y no tengo sentencia firme”, explicó De Marchi, que recibió dos condenas del Tribunal Oral Federal de San Juan por delitos de lesa humanidad: una en 2014, a 25 años de prisión, y otra perpetua, en octubre de 2018.

“Yo no designé abogado, me representa un defensor oficial que me puso el Estado y él mismo reconoció que todo proceso es un circo”, resumió el militar, que se siente acompañado por su esposa, Vicenta Britez Lescano, y sus tres hijos. “Mi mujer fue a ver la semana pasada a Santiago Cafiero y a Gustavo Beliz para plantearle­s mi situación”, dijo, mientras espera una respuesta oficial.

Según el cómputo de la Unión de Promocione­s, una entidad civil que trabaja por los uniformado­s de todas las fuerzas armadas y de seguridad, de los 544 oficiales, suboficial­es y civiles que murieron prisión

–“en cautiverio”, como definen– solo 71 tuvieron condena firme.

“En el supuesto caso de que esos 71 hayan sido adecuadame­nte condenados, el resto murió inocente en prisión preventiva”, expresó Guillermo Viola, que recorre semanalmen­te las unidades penales para visitar a los presos.

La realidad en la cárcel

El promedio de edad de los uniformado­s de todas las fuerzas presos supera los 76 años y la media de las prisiones preventiva­s es de siete años, aunque hay que casos que llegan a 16.

De Marchi ocupa la celda 225, en la planta alta del Hospital Penitencia­rio Federal de Ezeiza. Enfrente, en la 206, está el excomisari­o Miguel Etchecolat­z, de 91 años, el más viejo y emblemátic­o de los uniformado­s presos.

A pocos metros se ubican el capitán Jorge Eduardo “el Tigre” Acosta, uno de los represores más renombrado­s de la ESMA, y el coronel Luis Enrique Baraldini, de importante actuación en el levantamie­nto militar del coronel Mohamed Ali Seineldin, en 1990.

Nacido en 1948, en Córdoba, De Marchi egresó del Colegio Militar en 1969 –integra la promoción 100 del Ejército– y, como muchos en su familia, hizo su carrera en el arma de Infantería. Su padre, el general Juan Carlos De Marchi, era muy cercano al presidente de facto Alejandro Agustín Lanusse y durante su gestión fue titular de Ferrocarri­les. Su hermano Juan Carlos, retirado como capitán, cumple hoy prisión domiciliar­ia.

El teniente De Marchi cumplió funciones en el Regimiento de Infantería de Montaña 22, de San Juan, y participó en comisiones en el Operativo Independen­cia, de Tucumán.

Excelente tirador, fue tres veces campeón panamerica­no de la especialid­ad e instructor en la Escuela de las Américas para oficiales y suboficial­es de militares de habla hispana. Durante la represión militar le asignaron varias misiones, entre otras la de seguir al dirigente montonero Rodolfo Galimberti.

Amigo del exmontoner­o Luis Labraña, De Marchi asegura que nunca participó de sesiones de tortura ni de tareas de inteligenc­ia.

Estando preso en San Juan, en julio de 2013 aprovechó un traslado al Hospital Militar para fugarse, junto al mayor Jorge Antonio Olivera. “Estuve dos años prófugo, fui a Brasil, Uruguay, mi mujer enfermó de cáncer y me volvieron a capturar en diciembre de 2015, después de que Mauricio Macri dijo que iba a terminar con el curro de los derechos humanos. Eso hizo que me relajara y empecé a ir al Patio Bullrich, al Alto Palermo”, contó el militar.

No fue su primer escape. Una vez, cuando era buscado por la Justicia, compró un departamen­to en un edificio contiguo al que vivía, en Austria y French. “Hice un túnel que conectó ambos departamen­tos y cuando me vinieron a buscar pasé por el túnel y me fui cómodament­e por la puerta del edificio de al lado”, relató.

“Le mandé mis padrinos a Ricardo Lorenzetti”, reveló De Marchi, al contar que envió a sus hijos para retar a duelo al ministro de la Corte. Promete hacer lo mismo con los otros jueces y fiscales federales, aunque exceptúa a Carlos Rosenkrant­z. “También haría una excepción con Elena Highton, por ser mujer”, deslizó. Y espera poder reunirse con el exsenador Miguel Pichetto.

“Si me llega el rosario que prometió el papa Francisco, lo voy a aceptar”, anticipó, con resignació­n.

 ?? ARCHIVO ?? De Marchi, en una audiencia del juicio en San Juan
ARCHIVO De Marchi, en una audiencia del juicio en San Juan

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina