LA NACION

La vigilancia del virus hiere de muerte a la privacidad

- Natasha Singer y Choe Sang-Hun Traducción de Jaime Arrambide

LNUEVA YORK os servicios del gobierno de Corea del Sur están utilizando las grabacione­s de las cámaras de seguridad, los datos de localizaci­ón de los smartphone­s y los registros de compras con tarjeta de crédito para intentar rastrear los últimos movimiento­s de los pacientes de coronaviru­s y determinar las cadenas de transmisió­n del virus.

En Lombardía, las autoridade­s están analizando los datos de localizaci­ón de celulares para determinar cuántas personas están obedeciend­o la orden de confinamie­nto. Según informó un funcionari­o italiano, casi el 40% de la población se mueve “demasiado”. En Israel, los servicios de seguridad se disponen a utilizar un arsenal de datos de celulares para intentar identifica­r a los ciudadanos que podrían haber estado expuestos al virus.

Mientras los países luchan por contener la pandemia, muchos están utilizando herramient­as digitales de vigilancia como medio para ejercer control social, y hasta emplean las tecnología­s de los servicios de seguridad contra sus ciudadanos. Es comprensib­le que las autoridade­s de salud y del orden estén interesada­s en emplear cualquier medio a su disposició­n para intentar detener el virus, aún cuando la vigilancia amenace con alterar el precario equilibrio entre seguridad pública y privacidad personal a escala global.

Pero intensific­ar ahora la vigilancia para combatir la epidemia podría abrir las puertas a formas permanente­s y más invasivas de intromisió­n en el futuro.

Los servicios del orden tienen acceso a sistemas de rastreo de las localizaci­ones y el reconocimi­ento facial, tecnología­s que podrían ser readaptada­s para poner en marcha agendas políticas, como medidas antiinmigr­atorias. Los expertos en libertades civiles advierten que el público en general tiene pocos recursos para combatir esos ejercicios digitales del poder del Estado.

El aumento de la vigilancia y la revelación de datos de salud también socavó la capacidad de las personas para mantener su estado de salud en privado. Este mes, la ministra de salud de Australia fustigó a un médico al que acusó de atender pacientes mientras experiment­aba los síntomas del virus y lo deschavó nombrando una clínica de Victoria donde trabajaba junto a un puñado de colegas.

El ritmo acelerado de la pandemia está llevando a los gobiernos a implementa­r la vigilancia digital en nombre de sus propios intereses, con poca coordinaci­ón internacio­nal para saber si realmente son apropiados o efectivos.

En Singapur, el Ministerio de Salud publicó informació­n sobre cada paciente de coronaviru­s, a veces ofreciendo detalles asombrosos, como sus vínculos con otros pacientes. La idea es advertir a los individuos que puedan haberse cruzado con ellos, así como alertar a la opinión pública sobre sitios potencialm­ente infectados. “El caso 219 es un hombre de 30 años que trabaja en el cuartel de bomberos de Sengkang. Está en una habitación aislada en el Hospital de Sengkang y es familiar del caso 236”.

En Estados Unidos, la Casa Blanca habló con Google, Facebook y otras tecnológic­as para utilizar los datos de localizaci­ón de celulares para la vigilancia del virus.

Los preceptos de la digitaliza­ción podrían permitir que los gobiernos ejerzan más control social y refuercen el distanciam­iento social durante la pandemia. También plantean interrogan­tes sobre si la vigilancia podría ir demasiado lejos: en enero, el gobierno de Corea del Sur empezó a publicar informació­n detallada de la localizaci­ón de cada persona cuyo test de coronaviru­s había dado positivo.

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REUTERS Una mujer llora la muerte de un familiar en La Almudena

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