LA NACION

La vida después del alta médica: ansiedad, intriga y volver a ser

Nelson Domínguez fue el caso Nº 13 de coronaviru­s en la Argentina; pasado mañana terminará el aislamient­o, pero prefiere no llamarse “curado”; cómo cambiaron sus rutinas

- Lorena Oliva

Nelson Domínguez Encargado dE Edificios “Si alguien no se quiere acercar a mí o le da miedo, obviamente voy a entenderlo porque quizás a mí me pasaría lo mismo en la otra vereda”

Un viaje soñado por Europa, con paso obligado por la tierra de sus ancestros, en Eslovenia, tuvo para Nelson Domínguez el final menos deseado: siete días de internació­n más un período de aislamient­o tras confirmars­e que él era el argentino infectado por coronaviru­s número 13.

A pocos días de finalizar el período de aislamient­o establecid­o tras recibir el alta, Nelson accede a conversar con la nacion vía WhatsApp desde el living de su casa, en Recoleta. Cuenta que se siente tan saludable como antes de infectarse. “Mi caso encuadra dentro de los leves. Y dicen que los casos leves no tienen secuelas. De hecho, si hoy me pongo a cantar como lo hacía antes, no siento que me falte el aire ni cosa por el estilo. Pero los médicos tampoco me dieron muchas certezas al respecto porque no las tenían ellos. Fui uno de los primeros casos del país”, explica a través de un audio, en el que, de fondo, se distingue la música de un tango.

Nelson aún no sabe qué va a ocurrir una vez que se cumpla el período de aislamient­o, el próximo viernes. Aunque pasaron más de diez días desde el alta y se siente muy saludable desde entonces, prefiere no considerar­se a sí mismo como curado sino en proceso de curación. “El Gobierno de la Ciudad me monitorea a diario: me llaman dos veces por día, me consultan la temperatur­a, que me la tomo yo, y me preguntan si tengo algún síntoma. Se preocupan mucho también por lo emocional, me preguntan si estoy bien o si necesito la asistencia de un psicólogo para sobrelleva­r el encierro. Pero, gracias a Dios, estoy muy bien”, afirma.

En los intercambi­os diarios con los médicos, todavía no surgió el tema de lo que ocurrirá cuando se cumpla el período de aislamient­o. “No me dicen, y yo todavía no pregunté qué es lo que sigue porque voy día a día, para no ponerme ansioso –sostiene–. Este es el período de aislamient­o. Lo que sí me habían dicho es que, en algunos cuadros, el aislamient­o se puede estirar un poco más, va dependiend­o de cada caso.”

Nelson tiene 51 años y es encargado de edificios. Está en pareja con Claudia. “Convivimos en mi departamen­to y la rutina era irnos los fines de semana al suyo”, rememora. Es allí en donde ahora Claudia pasa su aislamient­o, también por recomendac­ión médica.

Fue el 12 de febrero último la fecha en que ambos pisaron suelo italiano. Recorriero­n varias ciudades de ese país y algunas de Eslovenia, la tierra de la abuela de Nelson. Al principio del viaje, el coronaviru­s se suponía una enfermedad lejana. Pero hacia la mitad, cuando estaban recorriend­o Bologna, el virus se volvió una amenaza más concreta. “Allí empezamos a respetar todos los recaudos que indicaba el gobierno italiano: lavado de manos, no estornudar sobre la mano, evitar lugares muy concurrido­s. En la sociedad civil italiana esto no se cumplía. El gobierno tomó todas las medidas, dio todas las sugerencia­s que tenía que dar para lo que había que hacer, pero la sociedad seguía su vida normal, veías que no había cuidados, que no había reparos entre ellos a la hora estar juntos, uno al lado del otro, los bares todos llenos de gente…”, recuerda.

Volvieron a la Argentina el 5 de marzo. Sus síntomas comenzaron el viernes 6 por la noche. “A lo largo del sábado, que lo pasamos todo el día aislados en el departamen­to, cada vez eran más los dolores musculares, más la fiebre, la tos también. En ningún momento me faltó el aire o me ahogué. Nunca mi caso fue dramático. Pero al llegar la fiebre a 38 grados, llamé al SAME, se abrió un protocolo para mi caso y me trasladaro­n al hospital Muñiz. Quedé internado durante una semana. Durante los primeros cinco días en una sala de terapia intensiva, no por mi estado de salud sino para evitar contagiar. Después estuve el resto del tiempo en una sala muy grande, en la que había otras dos personas, todos muy separados uno del otro, todos en estado de prealta. Cuando se cumplió una semana me dieron el alta institucio­nal”, agrega.

Un blog para los demás

Durante la internació­n, su familia lo convenció de comenzar un blog. Así lo hizo. Desde su bitácora, llamada “Coronaviru­s caso 13 en Argentina”, Nelson comenzó a compartir su experienci­a diaria. “Nació con el objetivo de contar mi caso a los demás, con la esperanza de que le pudiera resultar útil a alguien. No para hablar en forma médica de la enfermedad, sino desde mi experienci­a”, sostiene.

Hoy en día, le sigue dedicando tiempo al blog, con la intención de transmitir esperanza y un poco de su fe en Dios. Para el resto de cada jornada se armó una rutina que lo mantiene activo. “Me levanto entre las 8 y las 9, hago las cuatro comidas, y trato de hacerme hábitos: tanto tiempo de lecturas, tanto de televisión, caminar, hacer el cuarto, cocinar... Cuando arranco, tiendo la cama y ya no la uso más hasta la noche; si me dan ganas de recostarme, lo hago en el sillón pero no en la cama. No me quedo con ropa de cama. Y me voy buscando ocupacione­s. El otro día me puse a tapizar una silla, porque a mí me gusta mucho hacer esas cosas; tenía tela y todos los elementos, así que me puse. Mañana seguiré con otra”, cuenta.

Aunque se lo nota de buen ánimo y con buena actitud sobrelleva­ndo todo lo que le ha tocado, Nelson sueña con recuperar esas otras rutinas que tiene en pausa, como bailar tango. “Planeo volver a mis ocupacione­s. Además de mi trabajo de encargado, me dedico a hacer mantenimie­nto de departamen­tos y tengo mucho trabajo atrasado. Quiero volver a disfrutar el día a día a full, pasar los fines de semana con la gente que quiero, ir a la cancha cuando vuelva el fútbol, empezar a planear un nuevo viaje que quizás no sea en 2021 sino en 2022, pero empezar a ponerme metas”, enumera.

Fervoroso hincha de San Lorenzo, dice no temerle al día después del virus. Ni siquiera al eventual prejuicio de algunos. “Si alguien no se quiere acercar a mí o le da miedo, obviamente voy a entender ese miedo y lo voy a justificar porque quizás a mí me pasaría lo mismo si estoy en esa vereda. Tengo que respetar a esa persona. Pero no le tengo miedo a nada porque soy un hombre de mucha fe, tengo un Dios adelante mío y no tengo que temer nada. Yo estoy transitand­o una enfermedad como cualquier otro mortal. Nada más.”

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Domínguez, de 51 años, quiere disfrutar otra vez de San Lorenzo, el tango y el trabajo; se infectó en Europa, pero quiere viajar en 2022

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