LA NACION

La “coronacris­is” profundiza el enfrentami­ento global entre China y Estados Unidos

- Michael Crowley y Lara Jakes THE NEW YORK TIMES Traducción de Jaime Arrambide

Una tarde de la semana pasada, el presidente Donald Trump se subió al estrado de la sala de prensa de la Casa Blanca con una hoja con comentario­s preparados que incluían referencia­s al “coronaviru­s”. Pero una foto de primer plano reveló que con uno de sus emblemátic­os marcadores, Trump había tachado la palabra “corona” y había cambiado la frase por “China virus”.

Trump se ocupó de fustigar a Pekín de ocultar el brote que se detectó inicialmen­te en Wuhan y creció hasta convertirs­e en una pandemia que tiene paralizado a Estados Unidos.

“Ciertament­e el mundo está pagando un alto precio por lo que hicieron”, disparó Trump.

Al día siguiente, al mismo parte de prensa vespertino de la Casa Blanca se sumó el secretario de Estado, Mike Pompeo, quien acusó al gobierno chino de manipular datos sanitarios vitales y dijo que su respuesta “pone en riesgo a los pueblos del mundo”.

La fulminante acusación marca un súbito cambio de tono en el discurso de Trump, quien siempre ha buscado mantenerse en buenos términos con su contrapart­e chino, Xi Jinping, y que inicialmen­te había elogiado al gobierno de Xi por estar haciendo “un trabajo muy profesiona­l” contra la epidemia. Pero mientas Trump y sus máximos colaborado­res endurecen sus críticas contra Pekín, los expertos en seguridad nacional y en salud pública temen que las dos superpoten­cias globales se encaminen a una Segunda Guerra Fría que debilite seriamente los esfuerzos conjuntos para frenar el virus y salvar la economía mundial.

Hasta los funcionari­os de salud de Trump advierten que acusar a China podría hacer que Pekín restrinja aún más el acceso a datos precisos sobre el virus. China ha compartido la secuencia del genoma del virus, y los científico­s chinos han publicado numerosos informes sobre el virus, por más que los funcionari­os primero lo hayan ocultado. China también tiene el poder de interferir en las cadenas de suministro­s médicos en Estados Unidos, y sus políticas económicas son cruciales para la economía global.

Eswar Prasad, experto en China y profesor de comercio internacio­nal de la Universida­d Cornell, dice que esta nueva hostilidad es “descorazon­adora”. “Desde la época de los incidentes en la Plaza Tiananmen que las relaciones chino-norteameri­canas no estaban tan mal, y el momento no podría ser menos oportuno, ya que ambos países deberían aunar fuerzas para limitar la devastació­n de la epidemia en la salud pública, la actividad económica y los mercados financiero­s”, dice Prasad.

Control de la situación

Kelly Magsamen, exdiplomát­ica y subsecreta­ria de Defensa para asuntos del eje Asia-Pacífico del gobierno de Obama, agrega que “toda postura competitiv­a” socava cualquier esfuerzo por contener el virus.

“En vez de pegarle a China por el gusto de pegarle a China, tenemos que trabajar juntos para controlar esta situación”, dice Magsamen.

Pero los halcones de la Casa Blanca ven en la pandemia una oportunida­d para que la opinión pública mundial descubra la “siniestra naturaleza” del Partido Comunista chino y así contraatac­ar las teorías conspirati­vas antinortea­mericanas de Pekín. “Los hechos confirman que estamos inmersos en una guerra informativ­a y en una guerra económica”, dice Steve Bannon, exestrateg­a del gobierno de Trump y conservado­r ferozmente crítico del comunismo chino. El gobierno de Pekín, agrega Bannon, “le está demostrand­o al mundo que es una amenaza no solo para la vida de su pueblo o de Estados Unidos, sino para el mundo.

Las palabras de Bannon reflejan la postura de muchos altos funcionari­os de Trump que hace tiempo presionan por una postura más confrontat­iva con Pekín. Esos funcionari­os advierten que una China en rápido crecimient­o, y bajo un régimen crecientem­ente autoritari­o como el de Xi, buscará el dominio militar, económico y tecnológic­o sobre Estados Unidos y sus aliados.

Uno de ellos es Pompeo, un halcón que sigue hablando del “virus de Wuhan”, a pesar de la crítica generaliza­da a dicha denominaci­ón, que enfurece a los líderes chinos. Pompeo ha criticado a Pekín por acallar los informes iniciales sobre la enfermedad, incluidos los médicos a los que el gobierno de Pekín amonestó por haber publicado en sus redes sociales sobre la aparición del virus.

Otro de los halcones más influyente­s de la Casa Blanca es Matthew Pottinger, subasesor en Seguridad Nacional y uno de los principale­s arquitecto­s de la actual estrategia política hacia China. Pottinger es un experiodis­ta de The Wall Street Journal que cubría China, incluida la crisis del SARS en 2003, y que ha hecho la crónica de los esfuerzos de Pekín por ocultar la aparición de aquella epidemia. Pottinger relató públicamen­te haber recibido “una trompada en la cara” de parte de un “mono del gobierno” mientras investigab­a la corrupción en Pekín.

Y este mes, en una presentaci­ón en la Fundación Heritage, el actual consejero de Seguridad Nacional, Robert C. O’Brien, puso énfasis en la “culpabilid­ad” de China por la implacable propagació­n del virus.

Pero algunos de los asesores económicos de Trump, como el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, y Larry Kudlow, director del Consejo Económico Nacional, creen que antagoniza­r con China por cuestiones estratégic­as pone en riesgo la imprescind­ible cooperació­n económica en una economía global interconec­tada donde China maneja gran parte de la baraja.

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Afp Un grupo de pasajeros llega, ayer, a la estación de trenes de Wuhan, que lentamente recupera la normalidad

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