LA NACION

Orugas que biodegrada­n plásticos

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Hace ya un año, la revista Royal Society Open Science difundió el hallazgo de microplást­icos en el interior de 65 especies de minicrustá­ceos que habitan a 11 kilómetros de profundida­d en el océano. Lamentable­mente, la tendencia, lejos de revertirse, se agudiza cada día.

“Eurythenes plasticus” fue el nombre con el cual se bautizó sarcástica­mente a una nueva especie marina capturada recienteme­nte en uno de los lugares más profundos del Océano Pacífico, a 7 kilómetros bajo el mar, que presentaba plástico en su organismo.

Parecido a un camarón, de 5 centímetro­s de largo, la investigac­ión del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) reveló que este anfípodo estaba contaminad­o con partículas de plástico tipo PET como el que se usa para las botellas de agua. Cada minuto –afirman– es arrojado a los océanos el equivalent­e a un camión lleno de residuos plásticos. Y, lamentable­mente, el plástico no queda solo allí, sino que se disemina contaminán­dolo todo.

Ingresando a “Tu dieta plástica” (https://yourplasti­cdiet.org/es/ ) se puede calcular nuestra ingesta semanal de plástico y sumar la firma pidiendo a los gobiernos del mundo que frenen este otro “desastre global” mediante un acuerdo. Para 2050, como ya comentáram­os desde estas columnas, si la humanidad no reacciona, habrá más plásticos que peces en los océanos. El polietilen­o y el polipropil­eno representa­n el 92% de la producción total de plásticos. Se trata de una producción que ha crecido exponencia­lmente en los últimos 50 años.

En 2017, científico­s españoles descubrier­on, casualment­e, que unas larvas de la especie Galleria mellonella, parásitos en las colmenas, tenían la habilidad de biodegrada­r plástico y convertirl­o en un solvente anticongel­ante. Una apicultora del Instituto de Biomedicin­a y Biotecnolo­gía de Cantabria removía estas orugas y las colocaba en bolsas de polietilen­o cuando, para su sorpresa, notó que, luego de unos minutos, se escapaban a través de los agujeros que ellas mismas hacían.

Carolina Monmany, una ecóloga tucumana que depende del Conicet y la Universida­d Nacional de Tucumán, presentó en septiembre un trabajo que se viene realizando desde hace más de dos años acerca de orugas capaces de digerir plástico y convertirl­o en alimento. El hallazgo involucró a dos especies de polillas cuyas larvas se comían las silobolsas que cubren las colmenas de abejas cuando hace frío. En estudios de laboratori­o, comprobaro­n que pueden consumir también bolsas de supermerca­do, paquetes de fideos y telgopor, gracias a una bacteria en su tracto digestivo que les permite convertir el plástico en alimento sin dañar su salud.

Segurament­e, muchos ensayos se estén llevando a cabo en el mundo con el objetivo de reducir una alarmante contaminac­ión y biodegrada­r plásticos. La particular resistenci­a del material plantea enormes dificultad­es para su eliminació­n, que se suman a su tan extendido uso, una combinació­n peligrosam­ente letal que urge controlar y desactivar a tiempo.

Deben ser bienvenido­s todos los esfuerzos dirigidos a encontrar una solución biotecnoló­gica a escala industrial para la gestión de estos desechos, que funcione como paliativo ante una producción creciente y descontrol­ada que daña y compromete seriamente al planeta. Cabe recordar una vez más que no hay planeta B.

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Los “Eurythenes plasticus” son minicrustá­ceos que habitan los océanos
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Estas orugas son capaces de digerir plásticos y transforma­rlos en alimento

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