Córdoba reabrió la gastronomía con alegría y cautela
Los bares y los restaurantes recibieron clientes bajo un estricto protocolo; hubo bajo consumo
CÓRDOBA.– “Volvimos con más fuerza”, se lee en el cartel que está colgado en el frente del café Bonafide en la esquina de Colón y Cañada, de esta ciudad. El mensaje resume el deseo del sector gastronómico frente a la reapertura para recibir clientes de bares y restaurantes que, desde ayer, volvió con la “nueva normalidad”. Durante las primeras horas fueron pocas las personas que se acercaron, pero hubo más movimiento a partir de las 11.
Vicente comparte un café con un amigo en Creambury. Para ingresar les tomaron la temperatura y dejaron sus datos en un registro. Entonces, se sentaron para recuperar las charlas que tenían hasta que la pandemia los separó. Tienen más de 70 años y el bar es la salida que más extrañaban. “No daba más”, cuenta.
El protocolo elaborado por el Centro de Operaciones de Emergencias (COE) establece que el personal debe estar todo el tiempo con barbijo. También los clientes, excepto cuando comen. Los espacios deben trabajar a la mitad de su capacidad, contar con alcohol en gel y todas las medidas de higiene. El horario es de 7 a 23. Desde el sector gastronómico estiman que el 30% de los locales quedaron en el camino. La incógnita es cuántos resistirán cumpliendo las nuevas medidas y con la estructura de costos casi igual.
La distancia mínima entre personas es de dos metros y el protocolo permite una persona cada 2,25 metros cuadrados. El máximo es de seis personas por mesa, sin ventiladores ni acondicionadores de aire.
“Abrí a las 7 y hasta las 9 vendí un café –dice Gabino Escribano, dueño de El Celta, en Alta Córdoba–. Hay poco movimiento porque todavía hay mucho teletrabajo. Hay que apostar a seguir”. En su restaurante, la capacidad se reducirá a 50 cubiertos.
Eugenia toma un té en la panadería Independencia, una de las más antiguas. “Vine a comprar y me dieron ganas de sentarme. No lo hago nunca a esta hora... fue como probar”. Dueño de El Papagayo, en el centro, y de Estándar 69, en el barrio Güemes, Javier Rodríguez señala que las reservas “vienen bien, un poquito por encima de lo esperado”. El Papagayo funciona en un pasillo antiguo y la nueva capacidad es de 18 cubiertos. Estándar 69 recibirá a 50 personas. “Siento que estoy abriendo desde cero, hay buena energía –prosigue–. Seguiremos con el delivery, la rotisería y los clientes”.
En dos históricos bares del microcentro, El Quijote y Sorocabana, los mozos están contentos de reencontrarse con los clientes. En el primero, el menú se lee a través de un código QR disponible en cada mesa. Otra inquietud es que se cumpla el protocolo. “Si pasa algo, podemos volver a cerrar. Portarse ‘bien’ significa ser solidarios”, dice Escribano.
San Honoratto y El Patio de los Naranjos, en barrio General Paz, registran un “buen nivel de reservas” teniendo “en cuenta las circunstancias”, dice Esteban Picolotti, su dueño. Podrán tener 45 comensales en el primero y 16, en el segundo. Gabriel Reusa, dueño de Goulu, en el Cerro de las Rosas, decidió esperar: “Mover al personal genera más gastos que lo que nos podría ingresar. Vamos a seguir con los regalos gastronómicos y veremos”.