LA NACION

Córdoba reabrió la gastronomí­a con alegría y cautela

Los bares y los restaurant­es recibieron clientes bajo un estricto protocolo; hubo bajo consumo

- Gabriela Origlia

CÓRDOBA.– “Volvimos con más fuerza”, se lee en el cartel que está colgado en el frente del café Bonafide en la esquina de Colón y Cañada, de esta ciudad. El mensaje resume el deseo del sector gastronómi­co frente a la reapertura para recibir clientes de bares y restaurant­es que, desde ayer, volvió con la “nueva normalidad”. Durante las primeras horas fueron pocas las personas que se acercaron, pero hubo más movimiento a partir de las 11.

Vicente comparte un café con un amigo en Creambury. Para ingresar les tomaron la temperatur­a y dejaron sus datos en un registro. Entonces, se sentaron para recuperar las charlas que tenían hasta que la pandemia los separó. Tienen más de 70 años y el bar es la salida que más extrañaban. “No daba más”, cuenta.

El protocolo elaborado por el Centro de Operacione­s de Emergencia­s (COE) establece que el personal debe estar todo el tiempo con barbijo. También los clientes, excepto cuando comen. Los espacios deben trabajar a la mitad de su capacidad, contar con alcohol en gel y todas las medidas de higiene. El horario es de 7 a 23. Desde el sector gastronómi­co estiman que el 30% de los locales quedaron en el camino. La incógnita es cuántos resistirán cumpliendo las nuevas medidas y con la estructura de costos casi igual.

La distancia mínima entre personas es de dos metros y el protocolo permite una persona cada 2,25 metros cuadrados. El máximo es de seis personas por mesa, sin ventilador­es ni acondicion­adores de aire.

“Abrí a las 7 y hasta las 9 vendí un café –dice Gabino Escribano, dueño de El Celta, en Alta Córdoba–. Hay poco movimiento porque todavía hay mucho teletrabaj­o. Hay que apostar a seguir”. En su restaurant­e, la capacidad se reducirá a 50 cubiertos.

Eugenia toma un té en la panadería Independen­cia, una de las más antiguas. “Vine a comprar y me dieron ganas de sentarme. No lo hago nunca a esta hora... fue como probar”. Dueño de El Papagayo, en el centro, y de Estándar 69, en el barrio Güemes, Javier Rodríguez señala que las reservas “vienen bien, un poquito por encima de lo esperado”. El Papagayo funciona en un pasillo antiguo y la nueva capacidad es de 18 cubiertos. Estándar 69 recibirá a 50 personas. “Siento que estoy abriendo desde cero, hay buena energía –prosigue–. Seguiremos con el delivery, la rotisería y los clientes”.

En dos históricos bares del microcentr­o, El Quijote y Sorocabana, los mozos están contentos de reencontra­rse con los clientes. En el primero, el menú se lee a través de un código QR disponible en cada mesa. Otra inquietud es que se cumpla el protocolo. “Si pasa algo, podemos volver a cerrar. Portarse ‘bien’ significa ser solidarios”, dice Escribano.

San Honoratto y El Patio de los Naranjos, en barrio General Paz, registran un “buen nivel de reservas” teniendo “en cuenta las circunstan­cias”, dice Esteban Picolotti, su dueño. Podrán tener 45 comensales en el primero y 16, en el segundo. Gabriel Reusa, dueño de Goulu, en el Cerro de las Rosas, decidió esperar: “Mover al personal genera más gastos que lo que nos podría ingresar. Vamos a seguir con los regalos gastronómi­cos y veremos”.

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Diego lima Capacidad reducida y tapabocas en los cafés cordobeses

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