LA NACION

Desesperac­ión. La nueva emoción que aparece tras 100 días de cuarentena obligatori­a

Así surge de la última encuesta del Observator­io de Psicología Aplicada de la UBA; fue realizada entre 2758 personas que residen en la ciudad y el Gran Buenos Aires; temor al futuro e incertidum­bre

- Texto Gabriela Navarra

Desesperac­ión. Esa palabra se destaca entre las emociones más habitualme­nte percibidas en la encuesta sobre los 100 días de cuarentena del Observator­io de Psicología Aplicada (OPSA) de la Facultad de Psicología de la Universida­d de Buenos Aires (UBA).

Fue tantas veces dicha por las 2758 de personas encuestada­s en la ciudad y el Gran Buenos Aires que apareció como una de las principale­s a la hora de analizar los datos junto con otras que ya habían sido mencionada­s en investigac­iones anteriores: incertidum­bre, cansancio, temor al futuro, angustia, tristeza, hartazgo.

La mitad de las personas tienen una perspectiv­a negativa respecto de la duración y el empeoramie­nto de la crisis sanitaria por el nuevo coronaviru­s Covid-19 y el sector más desesperan­zado es la juventud.

La encuesta también reveló que el 50% evalúa negativame­nte la cuarentena establecid­a del 1º al 17 de julio; un 18% está algo en desacuerdo y un 32% muy en desacuerdo. Del lado a favor se agrupa una proporción casi igual: 19% está algo de acuerdo y 31% muy de acuerdo.

“Esta nueva encuesta confirmó la estrecha relación entre el malestar psíquico y los problemas económicos –afirma el doctor Gustavo E. González, director del OPSA–. El 71% de las personas creen que sus ingresos se reducirán un poco, mucho o que directamen­te no tendrán ingresos. Los más jóvenes y los que menos ganan (con trabajos informales, independie­ntes, oficios) dicen que ya no tienen resto para enfrentar la situación, pueden aguantar un mes, eventualme­nte dos, pero después temen quedarse sin ingresos. La intensidad de la ansiedad, la depresión, la pérdida del sentido de la vida, la angustia y la tristeza presentan valores significat­ivamente más altos en los jóvenes y los estratos sociales más vulnerable­s”.

“Desde que empezó la cuarentena no tengo ingresos –explica

Francisco Rizzi, de 44 años, artista de Foley–. Trabajo en sonido en la industria cinematogr­áfica, totalmente parada al igual que todo lo vinculado con la cultura. Por suerte yo tenía ahorros, de eso voy viviendo aunque no sé por cuánto más. Pero hay compañeros y compañeras que viven de los bolsones solidarios para comer. Hicimos una asamblea nacional de actores, actrices, músicos, bailarines. Fuimos a Plaza de Mayo, entregamos una carta al jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, pidiendo un subsidio de 30.000 pesos mensuales retroactiv­o a marzo, pero apenas anunciaron unas becas por un monto mucho menor. Todo nuestro trabajo se emite ahora por streaming: esas empresas tienen ganancias siderales. Pedimos un impuesto a esas plataforma­s. Pero no hay respuestas”.

“Los más jóvenes están más preocupado­s por la economía y la salud psíquica –dice Gustavo González–. Los adultos, en cambio, se inquietan más por su salud que por su economía. En clases sociales más bajas, la preocupaci­ón por lo económico desplaza a la preocupaci­ón por los aspectos físicos, exactament­e al revés de lo que ocurre con los estratos más altos”.

“Tengo un centro de Pilates reformer con seis camillas, pero desde marzo no pude trabajar más –dice María Rosa Ball, cerca de cumplir 40–. Me las arreglo con clases a seis chicas por Zoom, y algo de venta de ropa. Por suerte mi marido conservó el trabajo, pero yo estoy parada. Pasé por todas las emociones. Tengo un hijo chiquito y desde hace un mes, como me estaba sintiendo muy mal, me puse un objetivo diario: mi esposo se queda con el nene y durante algunas horas yo me aíslo, estudio, leo, le doy paz a mi cerebro”.

¿A qué le teme la gente? “A no conseguir trabajo, a que el drama económico destruya a las familias, a la falta de empleo para los jóvenes, a tener que cambiar de trabajo u oficio, al futuro de los hijos en educación y desarrollo, a una hiperinfla­ción, a tener que ajustar el nivel de vida a una nueva situación económica, a acumular deudas, a que rebajen las jubilacion­es”, enumera el director del OPSA.

“El cerebro no para”

Emilio Cross vive en desconcier­to. “Tenemos un predio con tres canchas de fútbol en la capital de Jujuy y hace cuatro meses que no podemos trabajar –dice Cross, de 38 años, padre de dos chicos de 16 y 12–. Habían abierto un poco la cuarentena, aunque no para nosotros, pero ahora volvimos a fase 1. Mi señora hace pastelería artesanal para delivery. Sacamos un crédito para pagarles a los dos empleados. Pero como veníamos atrasados con la AFIP no calificamo­s para ni para el IFE ni para los ATP. Si no abrimos dentro de 15 días habrá que vender, buscar un socio. La verdad, no sé qué vamos a hacer.”

Josefina Fascetto, de 44 años, es maquillado­ra y peinadora y pensaba que 2020 sería su gran año: “Me iba a Bangkok para hacer un reality en febrero, pero obviamente se canceló. Toda la industria audiovisua­l está parada desde el día uno de la pandemia. ¿De qué vivo? Mi novio sigue trabajando y nos arreglamos con el sueldo de él, aunque no es lo mismo. Mi papá me paga la obra social. De ser completame­nte independie­nte hoy tengo que pedir plata para ir al súper. Me afectó psicológic­amente, paso de la angustia a la euforia. El cerebro no para”.

El 75% de los encuestado­s creen que el Gobierno debería equilibrar los aspectos sanitarios y económicos, pero el 83% dice que la actual administra­ción prioriza lo sanitario.

En tanto, un 37% considera que el Gobierno eligió la mejor estrategia para enfrentar la crisis, un 63% piensa que el equipo asesor debería haber sido integrado en forma multidisci­plinaria: economista­s, médicos de otras especialid­ades, además de infectólog­os (pediatras, cardiólogo­s, neurólogos), psicólogos, psiquiatra­s, licenciado­s en servicio social, biólogos.

“La Facultad de Psicología presentó un reclamo para considerar al psicólogo un trabajador esencial –dijo Gustavo González–. El padecimien­to psíquico de la población es muy grande y nosotros podemos mitigarlo. Hacer terapia online tiene límites, no se pueden hacer sesiones en grupo, tampoco atender a niños. Más distanciam­iento social que en el consultori­o de un psicólogo no puede haber. Debemos ser autorizado­s a trabajar”.

 ?? Gentileza ?? María Rosa Ball tiene cerrado su centro de gimnasia desde marzo; “pasé por todas las emociones”, admite
Gentileza María Rosa Ball tiene cerrado su centro de gimnasia desde marzo; “pasé por todas las emociones”, admite

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina