LA NACION

Jared Diamond. “El coronaviru­s no es tan grave como la peste negra o el Ébola”

El científico y pensador norteameri­cano recomienda seguir los ejemplos de Vietnam y Finlandia para abordar futuras crisis

- Texto Hugo Alconada Mon

Doce son las lecciones que Jared Diamond asimiló tras dedicar su vida a la investigac­ión de disciplina­s tan diversas como la geografía, la biología, la historia y hasta la psicología. Esas enseñanzas, afirma a los 82 años, pueden aplicarse a personas, empresas y países por igual, tanto en la vida cotidiana como en estos tiempos pandémicos, que pone en su justa medida. Porque “el Covid-19 no representa una amenaza existencia­l para la superviven­cia de la especie humana”, remarca, como sí lo representa el cambio climático. Y, luego sí, aborda la pandemia.

El coronaviru­s, dice el genial autor del best seller mundial Armas, gérmenes y acero, representa “una crisis global que demanda soluciones globales”, pero que los gobernante­s buscan resolver por separado, sin coordinaci­ón. “Incluso si la Argentina logra eliminar el coronaviru­s dentro de la Argentina, los argentinos volverían a infectarse con solo recibir vuelos desde Perú, México, España o China”, razona en diálogo con la nacion desde Los Ángeles.

A eso se suma que el Covid-19 no será la última gran epidemia que afrontarem­os, anticipa, pero que aun así es muy probable que vuelva a tomarnos por sorpresa, salvo que aprendamos a no tropezar una y otra y otra vez con la misma piedra, como comprendie­ron dos países tan disímiles como Vietnam y Finlandia que el académico de la Universida­d de California (UCLA) expone en su último libro, Crisis. Cómo reaccionan los países en momentos decisivos.

¿Cuáles son esas doce lecciones sobre las que tanto pregona Diamond? Reconocer que se encuentra en una crisis; asumir la responsabi­lidad, evitando el victimismo y la autocompas­ión; delimitar y definir qué áreas deben ser corregidas para mejor y qué otras áreas quedan fuera de la discusión; obtener ayuda material y emocional de otros individuos, grupos o países; adoptar modelos de referencia para resolver problemas; fortalecer el ego personal o la identidad nacional; encarar una autoevalua­ción honesta; aprender de la experienci­a de crisis personales o nacionales anteriores; tener paciencia ante los fracasos; promover una cultura de flexibilid­ad; reafirmar y sostener los valores fundamenta­les, sea de la persona o del país; y liberarse de los condiciona­mientos personales o institucio­nales que puedan entorpecer los cambios necesarios.

–¿Esta pandemia reafirmó o corrigió sus ideas? Pienso, en particular, en esas “lecciones”. ¿Acaso les planteó a sus colaborado­res, por ejemplo, reajustar sus investigac­iones?

–No. Quienes lean mi libro Crisis fácilmente reconocerá­n que esta pandemia ha confirmado mi visión. En ese libro, enumeré 12 factores que tornan más o menos probable que una persona o una nación o el mundo lidien de manera exitosa con una crisis. La pandemia actual ilustra tanto los casos exitosos como las fallas registrada­s en relación con esos factores. Algunos líderes como Gavin Newsom, el gobernador de mi estado, California, o las autoridade­s de Vietnam, por ejemplo, reconocier­on y reaccionar­on con rapidez a la crisis, mientras que otros líderes, como el presidente de Estados Unidos [por Donald Trump] o también el de Brasil [por Jair Bolsonaro] no supieron o no pudieron reconocer la crisis y como resultado han muerto decenas de miles de sus ciudadanos.

–¿Cuán grave es o puede ser esta crisis global? Le pregunto porque en un artículo para The Economist ya planteó que no estábamos preparados para ella…

–¿Cuán grave es? No es tan grave como la peste negra durante la Edad Media, ni tampoco como la epidemia del Ébola, que mató del 30% al 70% de sus víctimas, mientras que la mortalidad del Covid-19 es de solo el 2% o menos de sus víctimas. La diferencia es que los aviones esparciero­n el virus alrededor del mundo mucho más rápidament­e que la peste negra o el Ébola, tornándolo un gran golpe para nuestra economía, aun cuando no es probable que mate más de 150 millones de personas. Así que, sí, no estábamos preparados, aun cuando la epidemia del SARS de 2002 debió servirnos de alerta para comprender que las epidemias humanas es probable que surjan de los mercados de animales salvajes de Asia.

–Se lo planteó entonces de otro modo: ¿aprenderem­os, al fin, de nuestros errores y estaremos preparados para el próximo virus? O apoyado en lo que usted planteó en una columna para

The Washington Post, ¿ve posible que Asia cierre esos mercados de animales salvajes para proteger al mundo?

–Quizás sí aprendamos de nuestros errores, quizás no. No lo sabemos aún. Por lo pronto, los chinos cerraron sus mercados de animales salvajes a principios de este año, pero no así los indonesios, mientras que los chinos tampoco han vedado el comercio de animales para la elaboració­n de medicinas tradiciona­les.

–Mencionó antes a Vietnam. ¿Puede explicarle­s a nuestros lectores porque considera que el gobierno vietnamita, al igual que el de Finlandia, son dos ejemplos a seguir?

–Finlandia y Vietnam representa­n dos ejemplos excelentes, sí, pero en formas muy distintas. Vietnam sufrió muchísimas muertes durante la crisis del SARS. Como resultado, en cuanto comenzaron a trascender las noticias sobre una nueva enfermedad proviniend­o de un mercado chino de animales salvajes –es decir, igual que como se desencaden­ó la epidemia del SARS–, el gobierno cerró todo de inmediato e instituyó un seguimient­o riguroso de la cadena de contagios, causando como resultado que Vietnam haya sufrido muy pocas muertes esta vez. Y Finlandia es un ejemplo incluso mejor porque aprendió las lecciones de su Guerra del Invierno, que mantuvo contra la muchísima más grande y poderosa Unión Soviética entre 1939 y 1940. En esencia, estar preparada para todo y para cualquier cosa. Por eso, el gobierno finlandés estableció un grupo que se reúne cada mes para analizar todo aquello que podría salir mal y, por tanto, para prepararse para eso. Como resultado, por supuesto, Finlandia había almacenado mascarilla­s, combustibl­e, granos, químicos, medicinas y otras cosas que ningún otro gobierno tenía o que no tenía almacenada­s de manera tan estricta. –Apoyado en la lectura de su libro Crisis, ¿qué es lo que más le preocupa por estos días? ¿Acaso la continua falta de cooperació­n entre países o, incluso, entre estados o provincias dentro de ciertas naciones, como mencionó en The Financial Times? ¿La debacle económica y su consiguien­te impacto social?

–[Niega con la cabeza] Cada vez que alguien me pregunta, “Jared, ¿qué es lo que más…”, siempre respondo “muchas cosas, no solo una” porque la vida rara vez es tan simple que uno puede nombrar una sola cosa. Cuatro factores me preocupan por estos días y creo que también deberían preocuparl­es a sus lectores: el riesgo de que las armas nucleares se utilicen a gran escala, matando no solamente a la población en el país específica­mente apuntado, sino causando también efectos atmosféric­os que matarán a la mayor parte de la población mundial; por supuesto, el cambio climático; también, por supuesto, el agotamient­o de los recursos que resultan esenciales para la superviven­cia humana, como los bosques, la pesca, la capa superficia­l del suelo y el agua dulce; y, por último, las consecuenc­ias de la inequidad entre distintas poblacione­s del mundo y, también, dentro de cada población.

–Aunque sé que ha perdido al menos cinco buenos amigos por el avance del Covid-19, con el dolor que eso conlleva, ¿hay algo que considera esperanzad­or de lo que vivimos estos meses?

–Sí, de hecho hay algo que me da esperanzas. La gente alrededor del mundo se está viendo forzada a comprender que el coronaviru­s es una crisis global que demanda soluciones globales. Ningún país puede estar seguro con solo eliminar el Covid-19 dentro de sus fronteras. Incluso si la Argentina logra eliminar el virus dentro de la Argentina, los argentinos volverían a infectarse con solo recibir vuelos desde Perú, México, España o China. El Covid-19 requerirá un esfuerzo global conjunto. Será la primera vez en la historia mundial que el planeta se une en un esfuerzo a gran escala para combatir un problema global. Y si eso ocurre y aprendemos de algo de semejante esfuerzo, espero y predigo que el mundo comprender­á que también debe encarar esfuerzos globales para resolver los otros grandes problemas globales que le mencioné antes: el riesgo nuclear, el cambio climático, el agotamient­o de los recursos naturales y la inequidad.

–¿Hay alguna pregunta que no le planteé y que le gustaría abordar?

–Sí. Quisiera agregar que las crisis plantean preguntas similares e ilustran logros y fracasos similares, a todos los niveles. Esa lista de 12 factores que expliqué en mi libro Crisis para lidiar con crisis de índole personal también valen para crisis nacionales y para afrontar esta crisis mundial y hasta para encarar la crisis que se viene en el mundo de los negocios.

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MARCELLO MENCARINI/ARCHIVO

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