De simple empleado a empresario millonario
Lázaro Báez es un emprendedor. De ser funcionario del Banco de Santa Cruz llegó a convertirse, con el patrocinio de Néstor Kirchner, en un millonario dueño de más del 10% de la provincia de Santa Cruz, donde se encuentran sus estancias. Completaban su patrimonio propiedades en otras provincias, autos, aviones y dinero en efectivo, que mantuvo depositado en bancos de Suiza, España, Belice y Panamá, y que aún hoy la Justicia retiene en las Bahamas.
Báez nació en Osorno, Chile, y desde la década del 60 se afincó en Santa Cruz. En los años 90 fue empleado del Banco de Santa Cruz y se acercó a Néstor Kirchner cuando este era intendente de Río Gallegos y se lanzaba a la gobernación.
Diez días antes de que Kirchner asumiera la presidencia, en 2003, Báez formó la empresa Austral Construcciones con $3000, que representaba el 25% del capital social de la empresa, que apenas ascendía al mínimo legal de $12.000. De la mano de sus negocios y al amparo del kirchnerismo, esa firma creció hasta convertirse en un imperio económico que se quedó con el 82% de las obras públicas licitadas en Santa Cruz durante el kirchnerismo.
A través de sus empresas, Báez ganó el 12% de los contratos licitados por el Ministerio de Planificación de la Nación de Julio De Vido y en cinco años recibió $4000 millones en contratos del Estado nacional y $1200 millones en contratos de Santa Cruz.
La muerte del expresidente Néstor Kirchner significó el abismo. Báez construyó el mausoleo en el que está enterrado su amigo, en Río Gallegos, pero su relación con Cristina Kirchner nunca fue buena.
Su fama desbordó los límites provinciales en 2013, cuando dos de sus asesores financieros lo dejaron al descubierto. Leonardo Fariña y Federico Elaskar explicaron por TV en Canal 13 las maniobras de lavado de dinero de Báez y sus empresas, con la adquisición de una financiera en Puerto Madero (La Rosadita) y el armado de un conglomerado de sociedades que terminaban en Panamá y en Suiza. Un video hizo palpable esa compleja trama.
Se abrió una investigación por lavado de dinero, que probó los movimientos financieros y congeló sus fondos, que pasaron por Suiza, Panamá, Belice, Uruguay, España y las Bahamas. En 2016, cuando Báez abordó su jet privado en Santa Cruz rumbo a San Fernando, el juez Sebastián Casanello sospechó que buscaba fugarse y ordenó su detención. Desde entonces está preso y ahora está siendo juzgado por maniobras de lavado de al menos 60 millones de dólares.
El fiscal Guillermo Marijuan buscó, sin éxito, más dinero enterrado en el suelo de sus estancias patagónicas. Casanello y Marijuan le decomisaron 144 máquinas viales, dos aviones y $2.734.711.500 en bienes, que fueron localizados para su retorno al Estado.
En su caída, Lázaro Báez arrastró a sus cuatro hijos: Martín, Leandro, Luciana y Melina, investigados por la Justicia por lavado de dinero, ya que eran beneficiarios finales de sus cuentas en el exterior. El empresario, hoy con 64 años, terminó también con su matrimonio tras su detención.
Al juicio que se lleva adelante en su contra por lavado de dinero se sumaron pronto otras investigaciones: el juicio en el que comparte el banquillo con Cristina Kirchner, donde está acusado de ser favorecido en las licitaciones de Vialidad; el proceso por la compra de un campo –El Entrevero– en Uruguay, y el juicio aún no iniciado por los casos Hotesur y Los Sauces, donde está acusado de transferir dinero al patrimonio de los Kirchner (en alquileres de habitaciones hoteleras o de propiedades) como retorno por los beneficios económicos que tuvo.
En todos los años en que lleva preso Báez, a diferencia de otros empresarios y exfuncionarios que se enriquecieron durante el kirchnerismo, nunca se acogió a los beneficios de la ley del arrepentido. Mantuvo conversaciones, negoció, lo evaluó, incluso se distanció de sus hijos cuando evaluaba este escenario, pero al final siempre optó por mantenerse con la boca cerrada.