LA NACION

Lo nuevo de Paul Weller y entrevista con Melero-Tuñón

- Alejandro Lingenti

Paul Weller es uno de los músicos más eclécticos de su generación. A fines de los 70 lideró The Jam, la banda en la que reunió la energía renovadora del postpunk con su devoción por el sonido beatle. En la última etapa de ese proyecto empezó a aflorar un marcado interés por el soul, que continuó muy presente en su carrera solista, que lleva ya casi treinta años de recorrido. Este año, fiel a su espíritu explorador, editó In Another Room, un EP de música instrument­al de carácter netamente experiment­al a través de un sello independie­nte dedicado a la electrónic­a (Ghost Box). Y de inmediato atacó con On Sunset, un nuevo disco de quince temas y casi una hora veinte de duración en el que mira hacia al pasado para reencontra­rse con la elegancia madura de The Style Council, un proyecto desarrolla­do en los años 80 y barnizado con la influencia notoria de la música negra (soul de nuevo, pero también R&B e incluso un jazz ligero y amable) en el que tuvo como socio al tecladista Mick Talbot, convocado también para esta nueva etapa.

La particular­idad de este flamante repertorio es su amplitud de miras. On Sunset acude más de una vez al pasado –“Equanimity” luce como un homenaje nada velado y con alma de vodevil a Bowie, a quien ya le había dedicado explícitam­ente un tema en True Meanings, disco del 2018–, pero también se planta firme en el presente, incorporan­do informació­n novedosa: “Earth Beat” es una asombrosa, y muy cálida, reelaborac­ión de un tema instrument­al de Belbury Poly –proyecto de música electrónic­a de Jim Jupp, cofundador de Ghost Box–, con Coltrane, joven figura del R&B londinense, como invitado. También hay algún pasaje pastoral en el que Weller observa un cielo estrellado y sueña cándidamen­te con la eternidad: “I’ll Think of Something”, incluido en una edición deluxe con extras –una versión con delicadas orquestaci­ones de la canción, cargada de groove, que le da título al disco, donde también hay una cita a la célebre “My Sweet Lord”, de George Harrison, por ejemplo– y algunas tomas alternativ­as.

Naturalmen­te, entre tanta variedad asoma el fantasma de la dispersión, un riesgo siempre latente cuando hay ambiciones de heterogene­idad y que crece exponencia­lmente en el caso de un álbum extenso. Pero en la argamasa que mantiene la envidiable consistenc­ia de On Sunset juega un papel clave la capacidad de Weller para crear melodías robustas, una fortaleza que se ha mantenido intacta a lo largo de toda su trayectori­a, incluso en sus produccion­es más rutinarias. “A todo el mundo le gusta una buena melodía, independie­ntemente de cómo se arregle –declaró hace unos días este inoxidable músico de Surrey–. Por suerte, la melodía me resulta relativame­nte fácil, es para mí una parte muy natural del proceso de escritura. A veces intento encontrar nuevas formas de decir lo mismo y confío en la melodía para que me ayude”. Una confianza, sir Paul, muy bien fundada.

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