LA NACION

Los polarizado­res van ganando

Cristina ordenó profundiza­r el enfrentami­ento con Cambiemos y Macri recuperó protagonis­mo

- Jorge Liotti

Hacía mucho tiempo que la Argentina no vivía una semana tan convulsion­ada como la que termina. Desde la violenta muerte de Fabián Gutiérrez y el polémico comunicado posterior de Juntos por el Cambio hasta la seguidilla de ataques verbales del Gobierno a la oposición y las agresiones de los manifestan­tes del 9 de Julio.

Un clima denso volvió a instalarse, como si al mismo tiempo la pandemia no hubiera alcanzado su récord de contagios y la economía no profundiza­ra su parálisis. Un entretenim­iento demasiado riesgoso frente a una sociedad agazapada. La política siempre insiste en jugar con los bigotes del león.

De fondo subyace una profunda tensión por redefinir la dinámica posbipolar, que debería suceder al movimiento pendular que dominó los últimos años, entre el kirchneris­mo auténtico y el macrismo al natural. La elección del año pasado resolvió el pase de mando de Cambiemos al Frente de Todos, decidió qué coalición se quedaría con el poder.

Pero no terminó de solucionar la otra cuestión, más profunda, sobre cuál es la mecánica de construcci­ón y ejercicio de poder dominante; si había llegado el tiempo de los reformista­s moderados o continuaba la hegemonía de los polarizado­res. Cristina Kirchner debió resignarse a ser vice, pero impuso al presidente. Mauricio Macri perdió, pero se llevó un 41 % de los votos a su casa. Los dos se quedaron con activos para condiciona­r un sistema que por ahora no cuenta con herramient­as para administra­r las ganancias parciales y termina siempre encallando en una grieta de resultados absolutos. La vigencia del “pluralismo agonal” de Ernesto Laclau y la “nueva política” de Jaime Durán Barba (la versión anterior, cuando no elogiaba al kirchneris­mo).

Pero la responsabi­lidad de Cristina Kirchner es mayor desde que pasó de la fase de la prescinden­cia a la de incidencia, un punto de inflexión que algunos ubican en torno de marzo, cuando regresó de Cuba con su hija Florencia y se estableció en el país de forma definitiva. La vicepresid­enta está convencida de la estrategia de confrontac­ión, con una saña especial contra Macri, y condiciona el accionar y el discurso de todo el oficialism­o. Un hombre muy cercano al presidente Alberto Fernández y cultor del kirchneris­mo asintomáti­co, como varios de su entorno, explica la razón: “Estamos en un escenario complejo. Desde el Instituto Patria hay una decisión de apostar por la grieta. Cristina se lo dijo a varios ministros, hay que polarizar con todo lo anterior. Cree que es la forma de gobernar el país. Por eso es un esquema que llegó para quedarse”.

Esa doctrina impregnó la terminolog­ía del propio Presidente, cuando habló de “actitud miserable y canallesca” de la oposición, y de Santiago Cafiero, quien asumió en estos días un rol más decisivo en la comunicaci­ón del Gobierno, también con un tono confrontat­ivo. Incluso el vocero Juan Pablo Biondi abandonó su moderación para tratar de “inútil” a Macri. Uno de los funcionari­os a cargo de la estrategia ofrece dos argumentos: “Por un lado, hay una decisión de que Alberto se exponga menos y haya más voces públicas. Por el otro, hay una cuestión de realineami­entos internos”. Es decir, le hablan al núcleo duro del kirchneris­mo, que premia un mensaje combativo.

Quienes dialogaron en los últimos días con Cristina coinciden en señalar que está “furiosa” con el andar del Gobierno, que ni siquiera le parece digno de ser peronista. Está disconform­e con varios ministros, con la lentitud en las resolucion­es y, especialme­nte, con la indefinici­ón judicial. Algunas fuentes dan cuenta de una charla dura con Alberto en los últimos días, que el Presidente le habría admitido a un importante diputado.

Su aversión al macrismo excede lo ideológico, es existencia­l. Al expresiden­te le atribuye todas sus penurias y las de sus hijos en los tribunales, algo que jamás le perdonará. Un ejemplo ilustra hasta dónde puede llegar su rencor: hace un mes, a instancias del ministro Claudio Moroni, Fernández nombró un intervento­r en el Puerto San Martín, cerca de Rosario, donde durante años reinó el oscuro sindicalis­ta Herme “Vino Caliente” Juárez. Un cargo lateral. Cuatro días después de la firma del decreto, Cristina ordenó dar marcha atrás porque se enteró de que el funcionari­o designado había trabajado en la administra­ción de María Eugenia Vidal. “Hay un grupo de veedores en el Instituto Patria que revisa designacio­nes y decisiones y le lleva los papeles a ella”, confirman desde el oficialism­o. Es una suerte de monitoreo de gestión constante que va minando la imagen de los ministros. Por eso no sorprendió que en los últimos días resurgiera­n las versiones de un recambio de nombres, sobre todo de aquellos que La Cámpora ya tiene identifica­dos, como el secretario de Energía, Sergio Lanlos ziani, que está con un pie afuera. El albertismo inmaterial sospecha que un refreshing del gabinete conducirá a una mayor radicaliza­ción.

En este contexto, Alberto Fernández lanzó esta semana un segundo ensayo de transición pospandemi­a. El primero, hace un mes, lo llevó a encarar recorridas por el interior para demostrar que no todo el país había quedado paralizado, etapa que terminó con Daniel Arroyo en cuarentena e hisopados para todos y todas. El intentode ahora apunta a una recuperaci­ón productiva que tiene algunas iniciativa s concretas, como la moratoria fiscal y el intento de reactivar pequeñas obras públicas, y algunas todavía inciertas, como un blanqueo para fomentar la construcci­ón y un plan de mesas sectoriale­s. Hacía tiempo que no se veía en olivos tal nivel de acción. Pero el Gobierno no logra aún ser convincent­e en su diseño. Los invitados a la foto del 9 de Julio se fueron de la quinta presidenci­al con la sensación de que Alberto Fernández entiende la poscrisis como una sucesión de paliativos. Apenas escucharon balbuceos sobre el Consejo Económico y Social. Solo les dije ronqueen breve serán invitados al gabinete económico, en una ronda de ecumenismo que también incluirá encuentros con la oposición y con mujeres empresaria­s.

Interpreta­ron favorablem­ente la voluntad de dejar atrás la tensión que generó el caso Vicentin, pero no olvidan que el intento de expropiaci­ón ocurrió cinco días después de un almuerzo con el “círculo rojo” que uno de ellos calificó de “impactante”. Los empresario­s aceptaron posar para la foto, pero se frustraron al saber que no habría reunión posterior. Gustavo Beliz –mucho más que Matías Kulfas, que en general lo sigue– es el convocante de ese conglomera­do que busca señales claras y no las encuentra. “Gustavo nos endulza con un plan de largo plazo, pero cuando lo apretás para avanzar más rápido porque nos fundimos, te dice: ‘Esperemos un poco, que pase la pandemia’”, relató uno de los referentes que fueron a olivos. otra protagonis­ta que gana terreno en el plano económico (mientras Martín Guzmán espadea con los bonistas) es Cecilia Todesca. Le pidieron que asuma un rol más protagónic­o, algo que empezó a hacer.

A Fernández le cuesta cada vez más superar las dudas que generan el rumbo y la dinámica de su gestión, y su apuesta a la gestualida­d moderada se agota como recurso. Los actores del poder empezaron a percibir una orfandad política que los asusta.

Unidos, pero sin liderazgo

El predominio que impuso cristina sobre la dinámica política alcanzó la otra orilla. El clima venía tempestuos­o por las revelacion­es del “espionaje turco”, como bautizaron algunos a la AFI de Gustavo Arribas y Silvia Majdalani, pero terminó de estallar por el comunicado posterior a la muerte de Fabián Gutiérrez, que le permitió al Gobierno distraer la discusión pública sobre el tema.

La decisión de conformar una mesa ejecutiva de nueve integrante­s que compartier­a las decisiones que hasta ahí imponía Patricia Bullrich –como intérprete de Macri– fue solo el inicio de una nueva fase en la vida de Pro. “El partido entró en una etapa inédita, porque había surgido para que Mauricio fuera presidente, y ahora debe volver a definir su objetivo”, graficó una de las personas representa­tivas del espacio, hoy en la línea moderada que encabeza Horacio Rodríguez Larreta. “Hay una nueva realidad, porque por primera vez no está Macri como candidato natural, aunque puede serlo; estamos sin un proyecto claro”, coincide un hombre de confianza del expresiden­te.

no es novedoso que haya dos alas internas. Lo gravitante es que Macri interpretó que el recrudecim­iento de la grieta era el escenario propicio para su reinserció­n política. Por eso reapareció en una entrevista pública (que algunos valoraron por su moderación y otros criticaron por su falta de novedad) y también retomó una intensa actividad diaria. Además de Bullrich, lo frecuentan Guillermo Dietrich, Miguel Ángel Pichetto, Fernando De Andreis, Pablo Avelluto y Hernán Lombardi, entre otros. Con Larreta, habla; con Vidal, murmura. Ya no lo ve Jaime Durán Barba, hoy más cerca del jefe de gobierno. Sí recobró intensidad su relación con Marcos Peña. “Está más de lo que aparece en los medios. Cada dos o tres días habla con Mauricio”, señalan. Él supervisó el tono del discurso para la entrevista con Vargas Llosa, y su aliado Hernán Iglesias Illia se atribuyó la autoría intelectua­l del comunicado de la polémica. De allí también salió la idea de alentar las manifestac­iones públicas, que puso pelos de punta a Larreta, quien lidia con el malhumor porteño ante la cuarentena sin fin.

Macri también se volvió a juntar con nicolás Dujovne, con quien realizó una “autopsia” económica de su gestión, que nunca hará pública. Concluyero­n en que el problema de base se gestó en el primer año, cuando se repuso inmediatam­ente el 15% a las provincias que ordenó la Corte (“pudo haber sido más gradual para las que no habían litigado”, justificar­on), se instrument­ó la reparación histórica a los jubilados (“fue la culpa por liberales”, adujeron), se subió el mínimo de Ganancias (“un gesto a la clase media”) y se bajaron las retencione­s (“eran nuestros votantes”). “De un resultado primario de 3,8% del PBI en 2015 pasamos a uno de 5,4% en 2016”, concluyero­n el homenaje a Alfonso Prat-gay. También hubo autocrític­a por las metas de inflación y las Lebac de Federico Sturzenegg­er, la excesiva suba de tarifas de Juan José Aranguren (“las empresas recompusie­ron muy rápido la rentabilid­ad, pero no bajó tanto el déficit”, admitieron) y la fragmentac­ión del equipo económico. Pero esta mirada fiscalista tampoco es compartida por todos. Pichetto aún recuerda con amargura cuando le pidió a Dujovne aflojar la presión impositiva antes de las PASO para mejorar el clima y recibió una negativa. Vidal es más terminante.

Anteanoche los principale­s referentes de Juntos por el Cambio compartier­on un Zoom reservado para bajar tensiones. Macri, Larreta, Vidal, Bullrich y Cristian Ritondo, junto a los radicales Alfredo Cornejo, Mario negri, Luis naidenoff y Martín Lousteau, más los lilitos Maxi Ferraro y Maricel Etchecoin, hablaron de unidad y de la preocupaci­ón compartida por lo que perciben como amenazas a la institucio­nalidad. Un gesto después de la semana más agitada de la coalición desde que dejó el poder. La avanzada kirchneris­ta les da una buena razón para mantenerse juntos. Pero también tiñe el espacio con el perfil más polarizado­r.

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