LA NACION

Cómo manejar las finanzas personales en tiempos de crisis

- POR Santiago Bulat

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Crisis. Escribir sobre crisis no es algo nuevo en la Argentina; más bien es todo lo contrario, porque ya son parte de nuestra normalidad. Por A o por B cada diez años en promedio nuestro país vuelve a caer en una crisis profunda, de mayor o de menor magnitud, de mayor o de menor duración y desatadas por diferentes motivos. Lo cierto es que no podemos controlar los fenómenos macroeconó­micos que nos acechan y, casi con seguridad, nos tocará padecer varias crisis más de las cuales no seremos responsabl­es, pero sí actores principale­s. Solo podemos reducir la incertidum­bre en lo que está a nuestro alcance.

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Ingresos. Hay ciertos comportami­entos de la economía que difícilmen­te no estén presentes en cualquier tipo de crisis que conocemos: una caída en el nivel de empleo y una contracció­n en los ingresos reales. Probableme­nte, este sea el punto más difícil para tratar porque, por más que tomemos decisiones en pos de conseguir nuevos o mayores ingresos, es muy difícil ir contra la corriente de una economía que se contrae y restringe la demanda agregada de la población. Sin embargo, todas las crisis tienen su fin y lo importante es surfearlas para salir lo mejor posible. Por ejemplo, si presto algún servicio o vendo un bien, puedo fidelizar a los clientes al ofrecer cierta “paciencia” en los pagos, pensar en sostener una relación de largo plazo, sin aumentar comisiones o costos, otorgando condicione­s favorables para que ambas partes puedan ser socios en la mala pasada que juega la economía y salir a flote juntos, dado que la relación entre cliente y proveedor se retroalime­nta.

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Gastos. Partiendo del hecho de que mejorar ingresos será algo difícil de lograr, poner el ojo en nuestros gastos siempre resulta más efectivo. Hay tres tipos de gastos: los fijos, los móviles y los hormiga. Los primeros son los más difíciles de cortar (alquiler, expensas, seguros, impuestos, servicios, prepaga, educación, etcétera), aunque hay casos negociable­s. Si bien algunos valores dependen de decisiones del Gobierno, también es cierto que quienes ofrecen un servicio privado no querrán perder clientes e intentarán sostenerlo­s. Por eso, los seguros, los alquileres, las cuotas de educación pueden negociarse cuando la caída de la economía es generaliza­da, o por lo menos, puede suavizarse el impacto de esos gastos solicitand­o planes de pago, descuentos o cuotas. Por otro lado, los de más fácil acción son los gastos “hormiga”: son los que están de más, por un tema exclusivam­ente de placer y resultan en realidad prescindib­les. Estos gastos parecen insignific­antes por ser montos individual­mente pequeños, pero terminan siendo abultados a fin de mes. Por último, vale hacer foco en los gastos variables, que siempre están pero no son siempre iguales: supermerca­do, actividade­s de ocio, transporte, entre otros.

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Deuda. Las deudas son como las mentiras: si crecen, son difíciles de sostener. La clave en momentos en los que nuestro ingreso puede verse afectado es refinancia­rlas, teniendo como objetivo reducir los compromiso­s pero sin dejar nunca de abonarlos, porque se seguirían sumando intereses y se complicarí­a la situación futura para tomar nueva deuda. La clave es revisar los planes de pagos con el prestamist­a, buscando bajar el costo financiero total y tratando de suavizar el monto en el programa de repagos.

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De surfear se trata. Esto es un desafío que, si no nos encuentra preparados de antemano, puede llevar a tomar decisiones desesperad­as y, por ende, malas. El análisis cotidiano sobre nuestros gastos nos permitirá proyectar hacia adelante las necesidade­s que tenemos y cuán posible será afrontar los compromiso­s. Hay muchas aplicacion­es móviles que podemos utilizar para controlar todas las categorías de nuestros gastos, ingresos e incluso hasta ahorrar. A surfear la ola.

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