LA NACION

Investigac­ión. Cómo se busca el misterioso caso cero que originó la tragedia mundial

El desafío de identifica­r quién fue el humano en el que se dio el salto de un virus que es habitual en murciélago­s y otras preguntas por responder

- Texto Martín De Ambrosio

Entre los muchos secretos que aún guarda la pandemia de coronaviru­s, uno tiene que ver con el primer caso: quién fue el humano en quien se dio el salto de un virus que es habitual en los murciélago­s –desde una especie intermedia­ria, que podría ser un pangolín o no– y encendió un reguero que más de diez meses después no consigue apagarse.

La ciencia tiene algunas herramient­as para intentar el rastreo y para evaporar incertidum­bres, pero por ahora solo logra plantearse hipótesis e intenta convivir con lo que todavía no se sabe. ¿Pudo haber sucedido más de una vez el salto del animal al humano? ¿Pudo haber ocurrido antes de 2019 y en otro lugar? ¿Es importante saber quién fue el primer infectado?

El contexto

El escenario inicial no varió. En la ciudad de Wuhan, médicos entrenados para detectar casos atípicos encontraro­n una neumonía singular en pacientes graves hacia diciembre del año pasado. Advirtiero­n que no cuadraba con ningún virus previament­e conocido, se encendiero­n las alarmas, se iniciaron cuarentena­s y el resto es historia conocida. Los medios locales sostuviero­n que el primer caso se remontaba al 17 de noviembre (una persona de 55 años, según el periódico South China Morning Post), pero la comunicaci­ón científica publicada en las revistas Cell y The Lancet se restringe a un caso del 1º de diciembre: ese sería el primer enfermo.

El problema, y es algo que complica también el control de la enfermedad, es que por cada caso con síntomas hay otros sin síntoma alguno y otros con síntomas menores, que son virtualmen­te indistingu­ibles de resfríos. De modo que el primer paciente infectado y detectado por su gravedad por el sistema de salud chino pudo no haber sido el primer caso, sino el décimo o acaso el vigésimo. ¿Entonces, es imposible el rastreo? No del todo.

Aquí es donde sale en socorro la genética, que busca hacer el camino al revés: analizar a la inversa las secuencias de ARN que circulan en el presente para hallar al primer SARS-COV-2 a partir del cual se dieron todas las mutaciones y llegar al “padre” o al ancestro desde donde salen los virus que fueron contagiand­o sucesivame­nte a decenas de millones de humanos. Así es que se puede determinar, o ir determinan­do progresiva­mente, un origen.

El concepto clave es la mutación, que no es otra cosa que los cambios que se dan en cada replicació­n viral. “Los estudios bioinformá­ticos a partir del análisis de las secuencias genómicas indican que el comienzo de la diversific­ación del SARS-COV-2 en el humano dataría de mediados o fines de noviembre de 2019”, escribiero­n los investigad­ores del Instituto de Investigac­iones en Bacteriolo­gía y Virología Molecular (IBAVIM, Uba/conicet) Carolina Torres y Horacio Campos en el reciente Boletín del XIII Congreso Argentino de Virología.

Como los propios autores se encargan de remarcar, la estimación de noviembre de 2019 correspond­e “al comienzo de la transmisió­n humano-humano y no al momento del salto de especie al humano, que pudo haber sucedido previament­e una o más veces sin que ocurra un ciclo sostenido de transmisió­n entre humanos”. Ese eslabón aún falta. “Es posible que nunca se sepa porque tal vez fue alguien que no llegó nunca al sistema de salud”, plantea Torres a la nacion. Pero sí se puede “acercar el bochín, estimar la fecha desde la que se comenzó a diversific­ar el virus”, dice.

Otra posibilida­d es analizar muestras de sangre tomadas antes, de octubre y noviembre de 2019 por ejemplo, para comprobar si ya había anticuerpo­s que indicaran que ese salto se había dado. El científico de Columbia Ian Lipkin, célebre por participar en el film Contagio, trabaja en ese desafío con funcionari­os chinos. “Yo creo que pronto, quizá en los próximos meses, habrá alguna novedad en referencia a las muestras de los primeros individuos infectados, o a los reservorio­s o intermedia­rios implicados”, concluye Torres.

Algo sí se modificó en estos meses: el mercado de mariscos de Wuhan tal vez no haya sido el lugar donde se dio el salto, sino apenas el escenario donde existió el primer brote. “Se hicieron un montón de pruebas, con análisis de todos los animales y no encontraro­n nada. Sí encontraro­n el virus en muestras de ambiente, como puertas y demás, pero no en animales. Así que no hay evidencias de que el salto haya sido ahí. La reconstruc­ción actual indicaría que fue anterior y que el mercado fue el lugar de un brote”, explica Humberto Debat, virólogo e Investigad­or del INTA en la ciudad de Córdoba, a la nacion.

Según distintos trabajos publicados en revistas prestigios­as, en la provincia de Hubei, donde está Wuhan, hay relativame­nte pocos coronaviru­s en los murciélago­s y los que se han secuenciad­o son de alguna manera distantes del SARS-COV-2. La similarida­d encontrada, de 96% o 97%, que parece mucho, en realidad representa más de 20 años de evolución, dice un estudio en Cell. “Tenemos informació­n todavía fragmentad­a”, indica Torres. “Algunos coronaviru­s son de animales que están muy lejos físicament­e, a cientos de kilómetros. Faltan eslabones en el medio. Se está tratando de ver en muestras clínicas humanas, de noviembre, de octubre y para atrás. Y por otro lado, también en muestras de animales”, agrega.

¿Y si llegó antes?

Las informacio­nes de veracidad espinosa salen a veces de las propias usinas académicas. Parece ser el caso de un informe generado por la Universida­d de Barcelona en el que se sostenía que se había detectado el SARS-COV-2 en aguas residuales de la ciudad catalana en una fecha tan temprana como marzo de 2019, algo improbable tanto por epidemiolo­gía (ningún caso grave detectado) como por la misma evolución del virus. Por tratarse de algo inusitado, y con una cuota de morbo añadido, generó noticias en todo el mundo, pese a que su grado de evidencia era, por lo menos, bajo. Y se sumó a otros reportes de posibles casos antes de los primeros de China. “Hay un factor común en estos casos rimbombant­es de coronaviru­s previos a Wuhan: siempre fueron estudios flojos de papeles”, dice Debat.

Jerónimo Cello, un investigad­or argentino que trabaja en el Centro de Enfermedad­es Infecciosa­s de la Universida­d Stony Brook en los Estados Unidos, coincide en que las pruebas son débiles, pese a que reivindica la calidad del científico principal del trabajo, Albert Bosch. “Encontraro­n trazas del virus, pero hasta donde sé es una sola parte del genoma que buscaban y no otras partes que tendrían que haberse revelado”, afirma. Si el virus llevara conviviend­o con humanos ocho meses más de los que se pensaba, eso se podría ver al analizar los genes. Y lo cierto es que no se refleja.

En cambio, sí podría ser que los “casos cero” de cada país fueran previos a los primeros detectados, pero el nexo con China hipotética­mente debería poder reconstrui­rse. “Se podría hacer una extrapolac­ión con recuperaci­ón ancestral para saber si provino de ahí. De hecho, con 176 genomas se hicieron estudios y se determinó que el ancestro común de todos los virus secuenciad­os en el planeta puede ser de los primeros días de noviembre, en consonanci­a con los primeros sintomátic­os de China”, explica Debat. La clave está en la tasa de mutación del virus. “Este virus muta la mitad de lo que lo hace el de la influenza, porque tiene un sistema muy rudimentar­io de corrección de errores: se puede hacer un árbol genómico para mostrar cómo cambia con el tiempo y así remontar el camino”, completa Cello.

El que durante mucho tiempo se creyó que era el primer caso, o paciente cero, del Vih-sida finalmente no era. Después de que el virus apareciera tempraname­nte en el Congo y de ahí saltara a Nueva York, se estimó que Gaëtan Dugas, un trabajador de una aerolínea fallecido en 1984, había sido quien diseminó el virus por Manhattan. Décadas después, por análisis genéticos, se supo que Dugas era solo una de varias personas contagiada­s. Por eso, para algunos científico­s incluso “paciente cero”, como concepto, es algo tóxico. En el caso de la actual pandemia, importa menos la persona individual que el acto de la primera infección para que ese mapeo permita tomar decisiones.

Entonces, ¿quién pudo haber sido el caso cero? Torres imagina un escenario: “Hipotética­mente, debió haber sido alguien que tuvo contacto con un animal o alguien que vive en zona donde un murciélago excretó el virus, que vive en materia fecal, y posiblemen­te tomó alguna hoja de un árbol, quizá para hacerse una infusión, y así pudo haber llegado a estar en contacto”. Conocerlo con certeza es importante no solo por curiosidad científica, sino para que se haga algo al respecto. Por ejemplo, cambiar alguna práctica y que no vuelva a suceder.

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La ciencia aún tiene mucho por investigar
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Fotos de archivo El mercado de Wuhan tal vez no fue el lugar del primer caso

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