Los 100 de Henrietta Lacks
Este año hubiera cumplido 100 años henrietta Lacks, la mujer cuyas células hicieron posible reproducir el virus de la polio; desarrollar fármacos contra el herpes, la leucemia, la influenza, la hemofilia y la enfermedad de Parkinson; estudiarlalongevidadhumana,yrealizar muchos de los avances que hoy damos por sentados, como la fertilidad asistida. Pero no pudo: murió a los 31 de un cáncer cervical muy agresivo que la consumió en ocho meses.
Pobre, descendiente de esclavos y madre adolescente (el primero de sus cinco hijos había nacido cuando ella tenía 14), la historia de Lacks probablemente se hubiera desvanecido en las arenas del tiempo si Rebecca Skloot no la hubiera rescatado en una obra memorable, The immortal life of Henrietta Lacks (Crown Publishing group, 2010). Allí cuenta cómo, durante su tratamiento en el hospital Johns hopkins, de Baltimore, Estados Unidos, uno de sus médicos tomó muestras del tejido tumoral y, sin consultarle, se las entregó a un matrimonio de investigadores, george gey, y su mujer, margaret, que hacía décadas venían fracasando en su intento de cultivar células humanas en el laboratorio. En ese momento, ocurrió lo inesperado. Frente a sus ojos, por primera vez, esas células, luego bautizadas “hela”, comenzaron a reproducirse sin parar, dando lugar a una nueva generación cada 24 horas. Crecían 20 veces más rápido de lo normal. george y margaret no podían creerlo.
Cada vez que volvemos a ella, la trama novelesca de lo que ocurrió con estas células nos cautiva. Combina ciencia, racismo, vanidad y negocios, y plantea dilemas cruciales de ética de la investigación. Los gey empezaron a enviarlas por correo a laboratorios de todo el mundo de a miles por semana. Ellos lo hicieron gratuitamente. george incluso las llevaba de regalo en el bolsillo de su camisa cuando concurría a congresos. Pero luego empezaron a venderse y comprarse, y a reportar beneficios millonarios. Se estima que dieron lugar a más de 17.000 patentes por estudios en cáncer, inmunología y enfermedades infecciosas.
Ahora, la revista Nature dedicó un vehemente artículo editorial a analizar los aspectos bioéticos que encierra este caso. “ninguna de las compañías de biotecnología o farmacéuticas
Se calculó que si uno pudiera apilar todas las células Hela, pesarían 50 millones de toneladas
que obtuvieron beneficios de sus células retribuyó a su familia. Y, durante décadas, médicos y científicos omitieron pedirles el consentimiento cuando revelaban su nombre, entregaban sus registros médicos a los medios e incluso publicaban su genoma online”, afirma.
Pero aunque varios científicos llegaron a pedir que se redujera el uso de las células hela (y hasta que dejaran de usarse por completo) para no perpetuar la injusticia, decenas de sus descendientes están promoviendo la iniciativa #HELA100 para celebrar su vida y su legado: “Fueron obtenidas de forma incorrecta, pero están haciendo el bien para personas de todas las etnias”, dijo uno de ellos.
Sin embargo, proponen revisar cómo se emplea material de este tipo: por ejemplo, establecer la exigencia de obtener consentimiento para la toma de muestras biológicas para investigación, incluso aunque sean “anónimas”. También hay quienes consideran justo que se ofrezca una compensación monetaria a la Fundación henrietta Lacks, creada por Skloot y que ofrece becas a sus descendientes y a otros cuyos cuerpos hayan sido utilizados para estudios científicos sin pedirles autorización.
Aunque henrietta murió, todavía crecen en los laboratorios millones de sus células. muchas más de las que produjo su organismo. Se calculó que si uno pudiera apilar todas las células hela alguna vez cultivadas en una balanza, pesarían más de 50 millones de toneladas. Y que al momento de publicación del libro de Skloot, habían permitido hacer experimentos que dieron pie a más de 60.000 artículos científicos.
Por supuesto, también se están aplicando a la búsqueda de una vacuna contra el Covid-19.