Cayetana Álvarez de Toledo. “La venganza y la impunidad no son un proyecto de país”
La exvocera del PP lidera ahora una “batalla cultural” para quitarle a la izquierda “su insólita autoridad moral” y advierte sobre los objetivos que persigue el kirchnerismo en la Argentina
Desde una ventana de su celda en Ramo Verde, Leopoldo López se comunicó con la periodista española que había intentado ingresar en la cárcel para reunirse con él. “Españoles, abran los ojos”, clamó el líder venezolano. Cayetana Álvarez de Toledo (Madrid, 1974) traslada este mensaje ahora hacia la Argentina. “Yo también les digo a los argentinos: ‘Abran los ojos’. Hay un presidente en la Argentina que no es un presidente. Es un simple apoderado. El poder lo tiene Cristina Kirchner; es decir, el populismo y el autoritarismo. Ella busca dos cosas: venganza personal e impunidad. Y la venganza y la impunidad no son un proyecto de país. La Argentina merece mucho más que eso”.
Diez días después de regresar de otro viaje a Caracas, Álvarez de Toledo recibió una llamada del líder del Partido Popular (PP), Pablo Casado. Al día siguiente tomaron un café y él le hizo una propuesta sobre la cual meditó durante algunos días. En abril de 2019 se convertía en diputada por Barcelona y más tarde era designada vocera del Congreso de esta agrupación de derecha. Hoy no desempeña la vocería, cargo del cual fue destituida en agosto, pero desde su escaño libra una “batalla cultural” para “arrebatarle a la izquierda su insólita superioridad moral”.
Hija de padre francés y madre argentina, Álvarez de Toledo residió diez años en Buenos Aires, donde estudió en el colegio Northlands. Doctora en Historia por la Universidad de Oxford, posee el título nobiliario de marquesa de Casa Fuerte. Dueña de una hábil destreza retórica (con acento argentino), ha criticado la partida de España del rey emérito Juan Carlos I, envuelto en un escándalo de corrupción, y ha mantenido en el hemiciclo enfrentamientos con Pablo Iglesias, líder de Unidas Podemos y vicepresidente del gobierno.
“España está en una nueva etapa de decadencia”, afirma a a la nacion través de una entrevista realizada vía Zoom. La actual etapa está signada, según la diputada, por tres crisis: una sanitaria, otra económica y social, y una tercera, la más grave en términos estructurales, política e institucional.
–¿Qué caracteriza esta crisis institucional a la que se refiere?
–Desde la Transición hasta aquí, ha habido dos fuerzas en pugna: la ruptura y la reforma. Las fuerzas reformistas –liberales, conservadoras, socialdemócratas– impulsaron el impresionante proceso de democratización y modernización de España. En la ruptura se quedaron las excrecencias antisistema, que rechazaban la Constitución de 1978 y la democracia: la banda terrorista ETA y grupos de extrema izquierda como el FRAP. El FRAP se disolvió pronto y ETA, como organización armada, en 2018. Sin embargo, los herederos ideológicos e incluso biográficos de ambas fuerzas —Bildu es el heredero de ETA y el padre de Pablo Iglesias era miembro del FRAP— no solo han reaparecido, sino que están ahora en el corazón del sistema. Y con ellos, los partidos separatistas catalanes que dieron un golpe de Estado en octubre de 2017. Todas estas fuerzas contrarias a la España democrática y constitucional serían puramente marginales si el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), antes pilar del reformismo junto con el PP, no hubiera decidido apoyarse en ellos para alcanzar el poder y perpetuarse en él. El PSOE se ha convertido en un cascaron vacío, en un instrumento de ocupación de poder. No es un gobierno, es un proceso de destrucción de la España constitucional.
–¿La independencia de la Justicia corre peligro?
–El proceso de degradación institucional lo encarna la fiscal general del Estado Dolores Delgado, persona muy cercana a Baltasar Garzón, a quien los argentinos conocen bien: es uno de los principales defensores de Kirchner y Maduro. Delgado tiene una agenda ideológica y sectaria. Fue ministra de Justicia de Pedro Sánchez, que sin solución de continuidad la nombró fiscal general, saltándose todos los códigos morales y consensos tácitos establecidos. No la nombró a pesar de su militancia, sino precisamente por su militancia. La Justicia es el último dique de contención de la España constitucional, junto con el rey y con una oposición hoy fragmentada. Por eso el gobierno busca su sometimiento. Y por eso yo defiendo, con toda energía, una reforma del sistema de elección de jueces que acabe con la politización de la Justicia. Los jueces, y no los políticos, deben elegir a los jueces.
–¿Qué opina del contexto argentino donde el Gobierno impulsa una reforma judicial?
–Existe un paralelismo claro entre el gobierno español y el gobierno argentino. Lo resumiré en una frase: a los dos los caracterizan el afán de venganza y la codicia de poder.
–Se refirió recién al rey como dique de contención, pero también ha realizado críticas hacia el rey emérito y ha expresado que la Constitución tiene algunos anacronismos. ¿Debería modificarse?
–No. La Constitución no es el protexto blema y su reforma no es la solución. Al revés. Lo que debemos hacer es reivindicarla y defenderla de quienes dicen que convendría modificarla cuando en realidad lo que buscan es su liquidación. En cuanto a la decisión del rey Juan Carlos de marcharse de España, sí, me pareció un error. Esta opinión fue utilizada posteriormente como un pretexto, verdaderamente fantasioso, para justificar mi destitución como vocera. Yo creo que la monarquía no necesita de ficciones para ser defendida. Con la verdad le basta. Paradójicamente, el rey Felipe VI encarna, mejor que nadie en España, los valores republicanos, porque fue él quien activamente se plantó y defendió la libertad, la igualdad y la fraternidad de todos los españoles contra el golpe nacionalista en Cataluña. Y en cuanto al carácter anacrónico de la monarquía, el nacionalismo también tiene reconocidos unos anacrónicos derechos históricos en la Constitución. La diferencia es que la monarquía ha trabajado por la igualdad y el nacionalismo, por la discriminación.
–¿En qué consiste La “batalla cultural” que propone y que resulta clave para regresar a la estabilidad democrática?
–España es un plano o tablero inclinado en el que la izquierda y los nacionalistas siempre juegan con ventaja frente a los liberales o conservadores. Gozan de una inaudita superioridad moral, nacida de una visión maniquea y falsa de la historia y del presente. Así, se da la insólita circunstancia de que los más reaccionarios y extremistas del panorama político –el nacionalismo identitario, el propio Podemos y ahora hasta Bildu, ¡un partido que no condena el asesinato político!– son los que en España reparten carnets de demócratas y deciden quién es moderado y quien radical. Hay que acabar con este disparate. Aquí y en cualquier sitio. Porque la inclinación del tablero es un problema extendido. Y nivelarlo, por tanto, una tarea de todos los que anteponemos la verdad a la mentira, la razón a los sentimientos, la democracia al populismo. Se ve bien en América Latina. En Cuba, desde luego. De manera dramática en Venezuela, donde una izquierda tiránica y generadora de miseria se permite dar lecciones de democracia a héroes como Juan Guaidó, Leopoldo López o María Corina Machado. Y también en la Argentina.
–¿Puede la ciudadanía participar de esta “batalla cultural”?
–No solo puede, sino que debe. La batalla cultural es una batalla por la pervivencia de los valores de la Ilustración y nos concierne a todos. Políticos, periodistas, empresarios, ciudadanos. Mire lo que está pasando con la deriva identitaria en Estados Unidos. O en España. La obsesión identitaria ha desembocado en la incultura de la cancelación. Es decir, de la intolerancia más feroz. Ya no es que la izquierda se arrogue una injustificada superioridad moral. Es que ahora directamente manda callar a los demás. Y eso es inaceptable. Y contra eso hay que dar la batalla. Sin miedo. Y con algo muy importante: con respeto a la inteligencia de la gente. La política está contaminada por la infantilización. Los políticos tratan a los ciudadanos bien como clientes, a los que nadie osaría contradecir u ofender, bien como a menores de edad, a los que no se les dice la verdad por miedo a que no la entiendan o no les guste y luego no te voten. Todo eso debe cambiar. Los votantes merecen ser tratados como adultos. Hay que estar dispuestos a nadar contra la corriente. A ser salmones de la política. Quienes no lo hagan podrán alcanzar el poder, pero su tiempo será efímero y su final, frustrante. En cierta medida, algo así le sucedió a Mauricio Macri, y también a Mariano Rajoy.
–¿A qué se refiere?
–Creo que ambos renunciaron a dar la batalla de las ideas. Creyeron que bastaría con gestionar bien la economía para que los ciudadanos reconocieran su labor. Pero el tablero seguía inclinado.