Hoy Gal Costa celebra sus 75 años con un show por la señal internacional TNT
Figura del tropicalismo de los años 60, supo adaptarse al mainstream y hoy es una de las figuras brasileñas más convocantes
Gal introdujo en esos discos extraordinarios y recargados de electricidad, un tipo de alarido agudo muy similar al que Björk haría famoso mundialmente en su hit “It’s Oh So Quiet”
En la primera mitad de la década del 70, Costa grabó otros dos discos estupendos: primero Legal (1970), donde, sin abandonar del todo la experimentación de sus dos trabajos anteriores, agregaría a su paleta sonora blues, rock, R & B y soul y hasta una humorada titulada “Love Try and Die”, en homenaje al sonido Dixieland, con el pícaro condimento de un corista que imita la voz de Louis Armstrong, y tres años más tarde India (1973), álbum bisagra aparecido cuando el tropicalismo empezaba a desvanecerse y cargado de arreglos exuberantes y sofisticados ideados por Gilberto Gil. Casi cincuenta años después de su aparición, India –donde Gal aparecía desnuda en la contratapa, lo que obligó a vender el vinilo dentro de un sobre opaco– sigue sonando fresco, vital y provocativo, basta con escuchar temas de impronta pop como “Ponto da Luz”, de Jards Macalé, otra figura del tropicalismo, y el magnífico “Relance” compuesto por Caetano y potenciado por el acordeón alucinado de Dominguinhos.
1975 fue un año importante para Gal: después de un acercamiento a la Música Popular Brasileña (MPB) con el disco Cantar (1974), su sociedad con el gran compositor bahiano Dorival Caymmi daría como resultado otro muy buen álbum –Gal canta Caymmi– y una canción, “Modinha para Gabriela”, que sería utilizada en la apertura de la popular telenovela Gabriela, protagonizada por Sonia Braga y basada en un libro de un tótem de las letras brasileñas, Jorge Amado. Se empezaba a consolidar el perfil que Costa mantendría de ahí en más: una música más amable y menos atrevida que toda la que había hecho hasta entonces, ideal para el plan for export que desarrollaría con mucho éxito en los años 80, marcados por sus giras internacionales (Japón, Francia, Israel, los Estados Unidos, Portugal, Italia, España y la Argentina, con la que tejió esa relación de cariño que siempre destaca).
Ya transformada en artista internacional y orientada a un público más adulto y conservador, Costa fue cumpliendo con los planes más convencionales de los músicos deglutidos por la industria: grabó su MTV Unplugged en 1997 y un disco en vivo en el club del prestigioso sello de jazz Blue Note. Editó varias compilaciones y fue rizando el rizo sin demasiadas novedades hasta 2011, cuando por fortuna resolvió reinventarse tras permanecer seis años alejada de los estudios y grabó entonces el delicioso Recanto (2011), un disco compuesto y producido por Caetano Veloso que establece un diálogo virtuoso entre la electrónica y la música carioca. Con 66 años, Costa volvía a animarse a desafiar las expectativas en torno a su producción como artista y de paso encontraba una nueva manera de cantar, incorporando un timbre grave que fue toda una novedad. Fue hasta hoy el último gesto relevante de una intérprete que ocupa un lugar de privilegio en la enorme tradición musical de su país, junto con otras grandes voces femeninas: Elis Regina, Maria Bethânia, Nara Leão, Beth Carvalho y Marisa Monte, sobre quien Gal ejerció una influencia decisiva.
En este accidentado 2020, al margen de la gran celebración de hoy que se podrá ver en vivo por TNT, Gal publicó una nueva versión de “Baby”, el clásico de Caetano que ya grabó otras cuatro veces en sus más de cincuenta años de carrera y que es casi infaltable en sus conciertos. Esta vez la acompañó Rubel, un cantautor carioca de 29 años muy celebrado en Brasil y que el año pasado se presentó dos veces en el Café Vinilo del barrio de Palermo con entradas agotadas. Fiel a su adorable sentido del humor, Gal Costa lo saluda al final del tema con un dulce piropo: “Gatinho”. Una buena manera de respetar su historia y su identidad sin desatender el presente.