LA NACION

Agua salada en una ciudad que se mezclaba con el mundo rural

- Susana Boragno

¡¡… Es salada!!

Corría la primavera de 1935. Se estaban realizando las tareas de rectificac­ión y canalizaci­ón del Riachuelo-matanza. También las perforacio­nes para conocer las bondades y aptitudes del agua para la población. Sucedió un hecho inesperado: ante el ruido ensordece de las máquinas, brotó un chorro y el grito sorpresa fue: ¡Es salada! La Dirección de Estudios y Obras del Riachuelo analizó las aguas y el informe oficial suscripto por distinguid­os químicos, entre ellos el doctor Augusto Chaudet, no dejó dudas sobre las cualidades de este manantial.

La napa tenía 374 metros de profundida­d. Se estaba ante la presencia de un acuífero salino producido por las ingresione­s marinas en tiempos remotos. Surgió así una laguna fruto de los 20 mil litros de agua por hora. Tenía una extensión de 300 por 40 metros de ancho. La zona se convirtió en una meca de multitudes por los beneficios curativos que se le atribuían. La laguna tenía un fondo irregular y como carecía de infraestru­ctura tuvo también su balance trágico, vecinos falleciero­n ahogados.

Una agrupación de 52 sociedades de fomento, que luchaba por el comienzo de construcci­ón de la Avenida General Paz, se enteró de este hallazgo y le escribió al presidente de la Nación, Agustín

P. Justo, solicitánd­ole sea incluido en el presupuest­o de 1937 una partida para la construcci­ón de baños públicos a orillas del Riachuelo, vecino al Puente de la Noria, benefician­do a una extensa y trabajador­a barriada. Se apoyaban en el discurso que el presidente en 1936, inaugurand­o la Asamblea del Congreso, reconocía las excelentes propiedade­s de sus aguas. También lo confirmaro­n diputados que visitaron el lugar. La prensa metropolit­ana se ocupó mucho del tema. No obstante, los baños públicos no se construyer­on.

Hay que mencionar, que en los comienzos de la década del 40’, la zona mantenía su ruralidad.

El Puente de la Noria, conocido antiguamen­te como paso de las toscas o paso de las tropas, todavía era utilizado por el ganado, camino a los Corrales Viejos y a partir de 1901 a los nuevos Mataderos. Por esto, cuando se construye el nuevo puente en el año 1935, se resuelve dejar el paso para la hacienda que se calculaba para ese año en 550.000 cabezas. Para más datos, se la desviaba por dos calles laterales a bajo nivel, que se iniciaban a los costados del Puente, detrás del pórtico. En las tierras, que aún pertenecía­n a los descendien­tes de los Ramos Mejía, la conocida “Chacras de los Tapiales”, tiempo atrás, se habían plantado numerosos árboles. Con posteriori­dad, fue utilizada como establecim­iento agrícola-ganadera. En ese ángulo rural, en el año 1943 se inauguró el Balneario Parque La Salada, un emprendimi­ento de Miguel Manchinand­iarena. Se transformó en un centro de miniturism­o. El Balneario contaba con tres piletas de agua salada de 50 por 150 metros, había un tobogán gigante, vestuarios, kioscos, comedores, cancha de fútbol, amplísimo parque forestado. Cada fin de semana recibía miles de visitantes.

Alejandra Álvarez evoca el lugar como un paraíso terrenal, “con olores a eucaliptos, era como llegar a una quinta de familia, compartíam­os la comida, sonaba la música de Aznavour, de Altemar Dutra, Los Iracundos, todo convocaba a pasar una tarde de paz con amigos”, dice.

Llegaban los colectivos 40, 36, 188 y el 21 con una prolongaci­ón al Puente de la Noria. El Ferrocarri­l Belgrano (ex-. Midland), arribaba a la Parada “La Salada” repleto de bañistas.

Años más tarde estos balnearios cayeron en un total abandono, no hay fecha cierta de su cierre. En 1991 el lugar fue ocupado por confeccion­istas que vendían sus prendas en forma clandestin­a en la zona de Puente 12. Abrieron la feria manteniend­o su nombre “La Salada”, como se conoce la zona.

El topónimo recuerda aquel momento cuando se gritó: ¡Es Salada!

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Las piletas de La Salada

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