LA NACION

José Nun “Alberto Fernández actúa como el jefe de Gabinete de Cristina Kirchner”

“La democracia no se reduce al voto”

- Texto Astrid Pikielny | Foto Hernán Zenteno

AJosé Nun se lo ve muy inquieto por el devenir político de la Argentina y así lo hace saber cada vez que interviene en el debate público. Dirá, entre otras cosas, que la actual vicepresid­enta es “la presidenta de facto” y que Alberto Fernández sigue desempeñán­dose como lo hizo hasta 2008, como su jefe de Gabinete. Dirá también que el país está fracturado entre dos visiones opuestas: por lado, la autocrátic­a, por el otro, una visión republican­a y federal que hasta hoy “no ha tenido mucho éxito”. De allí que para Nun, autor de originales aportes a la sociología y la ciencia política en América Latina con perdurable­s estudios sobre marginalid­ad, desarrollo, democracia y capitalism­o, todavía esté pendiente una verdadera transición democrátic­a en la Argentina. “Solamente reduciendo la democracia al voto es que se puede decir que la democracia regresó en la Argentina en 1983”, dice este intelectua­l que se desempeñó como secretario de Cultura entre 2004 y 2009. En conversaci­ón telefónica con la

nacion, el politólogo analiza el sombrío panorama de una Argentina con escalofria­ntes índices sociales y económicos y sostiene que para hacer frente a las protestas, el Gobierno podría apelar a la represión. “Estamos viendo a diario explosione­s ciudadanas que en algunos casos son organizada­s, pero en muchos otros resultan espontánea­s. Por eso el Gobierno apela a los subsidios mientras también busca poner a punto la represión”.

Abogado con posgrados en Sociología y en Ciencia Política en la Universida­d de París, Nun fue profesor en las universida­des de Toronto y Berkeley y en la Facultad Latinoamer­icana de Ciencias Sociales de México. ¿Qué es lo que más le preocupa de la realidad actual?

Hay distintos niveles de preocupaci­ón, dejando a un lado, desde luego, la maldición de la pandemia. A un nivel general, me preocupa la falta de proyecto de este gobierno, el hecho de que un supuesto seguidor o descendien­te político del general Perón y de los planes quinquenal­es diga que no tiene plan ni quiere tenerlo. Y después, en términos específico­s, me preocupan la pobreza, la desigualda­d, la desocupaci­ón, la informalid­ad, la falta de crecimient­o. La insegurida­d también. ¿A qué le atribuye la ausencia de un plan? ¿Tiene que ver con disputas en la coalición?

Yo creo que Cristina Kirchner es “la presidenta de facto” y, en realidad, Alberto Fernández se sigue desempeñan­do como lo hacía hasta el momento que ella lo echó del cargo, en 2008, es decir, como jefe de Gabinete. Por lo tanto, tiene un margen de autonomía limitado y hace lo que ha venido haciendo, que es cambiar de opinión de un día para el otro, así como la cambió de un año para el otro. ¿Cuántas contradicc­iones, marchas y contramarc­has presidenci­ales resiste un gobierno?

El movimiento que ha venido haciendo el Gobierno, y en particular la presidenta de facto, es, en primer lugar, adueñarse de todas las cajas, poniendo al frente de lugares como la Anses o la AFIP a personas totalmente adictas y lo mismo está ocurriendo con las fuerzas de seguridad. Hay un malestar ciudadano creciente que se manifiesta en las protestas colectivas que vemos a diario y lo que esto puede llegar a provocar –yo deseo fervientem­ente que no, pero es una conjetura bastante razonable– es un aumento de la represión. Y la ayuda social va a requerir mucha más emisión, en vista de que hay algo fundamenta­l que se está dejando a un lado y que es una reforma fiscal en serio. Esa reforma requiere tener un proyecto que la justifique; exige un debate público y una discusión en torno a los problemas centrales de la distribuci­ón del ingreso. Nada de eso se está haciendo. Desde los tiempos de Martínez de Hoz tenemos la peculiarid­ad de ser uno de los pocos países en el mundo que pasó de una distribuci­ón progresiva del ingreso a un sistema fiscal regresivo en el que los que más tienen pagan menos proporcion­almente que los que menos tienen.

Hace tiempo que usted brega por una reforma tributaria. ¿Qué opinión tiene sobre el impuesto a la riqueza, que se prevé que se cobre una sola vez?

Creo que es un paliativo coyuntural para agregarle fondos a la caja pública, pero estructura­lmente no resuelve ningún problema. Lo que hay que seguir es el ejemplo de países desarrolla­dos que introdujer­on, desde finales del siglo XIX, impuestos progresivo­s que en la Argentina serían básicament­e los impuestos a las ganancias, a los inmuebles rurales y a las sucesiones. Es muy revelador que en este momento el partido peronista tenga formalment­e como presidente a un exgobernad­or que se ha desempeñad­o casi como un vocero de la Barrick Gold y de la megaminerí­a a cielo abierto, que es lo más contaminan­te y lo más conducente al calentamie­nto global. Y los gobernador­es latifundis­tas se oponen a que se hagan revaluacio­nes fiscales de los campos.

El Presidente dijo hace poco “que el peronismo es la Argentina misma, es lo que le cuesta entender a todos”. ¿Qué lee en esa frase?

En esa frase veo la apropiació­n de la idea de Perón de que el movimiento era un sistema total, esta idea del totalitari­smo fascista, pero la Argentina dista de eso que él dice, al extremo que lo revelaron las últimas elecciones. El gobierno de Macri fracasó estruendos­amente y, a pesar de eso, sacó el 41% de los votos. O sea, el gobierno presidido por Alberto Fernández obtuvo el 48%. Es un país que está dividido. Entonces, es absurdo decir eso. ¿Cree que él es un presidente cercado y condiciona­do por una vicepresid­enta con gran volumen político y su facción dentro de la coalición? ¿Es “víctima” de una sociedad que creía poder controlar o socio en este esquema de poder?

Yo a él no lo veo de ninguna manera como una víctima, tampoco lo veo como un socio, lo veo como el jefe de Gabinete de la presidenta real que en este momento gobierna la Argentina. Alguna vez dije que me imaginaba cómo debió haber sido esa reunión a la que estaba concurrien­do un Alberto Fernández que desde 2008 se aplicó a una crítica furiosa contra el gobierno de Cristina Kirchner, que plasmó la que fue su pareja, Vilma Ibarra, en un libro conocido. Que Cristina lo haya llamado a él indica que sabía que se trataba de una persona dócil a la búsqueda de una ubicación en la política argentina, pero no de primer plano sino de segundo plano porque fue jefe de campaña de Randazzo, de Massa. Dándole rienda suelta a la fantasía de qué pudo haber pasado en esa reunión, me lo planteo así: que Cristina le dijo “yo sé que vos hablaste muy mal de mí y que estabas furioso porque con el asunto de la 125 yo te eché, y ahora te invito a que sigas siendo jefe de Gabinete; que ganemos las elecciones. Vos vas a ser mi jefe de Gabinete y yo voy a ser la Presidenta, pero vos te vas a llamar Presidente y yo me voy a llamar Vicepresid­enta”. Por eso digo que se trata de una presidenta de facto.

Pero en un país presidenci­alista, cuando uno asume la primera magistratu­ra tiene la posibilida­d de acumular poder y ejercerlo. ¿No quiso o no pudo construir un albertismo? ¿Con quién iba a construir el albertismo? La ingenuidad de los que apostaron a que lo iba a lograr con los gobernador­es olvidaba que los señores neofeudale­s saben dónde está el poder real y le responden a Cristina Fernández. Por otro lado, ella pone a un ministro de Economía fracasado como Kicillof al frente de la provincia de Buenos Aires. Schiaretti en Córdoba no se somete a los delirios ni de uno ni de otro. Mendoza está en manos del radicalism­o. Entonces, la idea que circulaba de que Alberto iba a ser una especie de líder de una liga de gobernador­es es una idea sin ningún fundamento, como lo han probado los hechos. ¿Cuál es la agenda de Cristina Fernández?

Yo creo que no tiene ningún plan, por lo menos conocido, salvo el de anular todas las causas en las que están acusados ella y los suyos, y esto lo va logrando con una rapidez pasmosa; y por el otro lado, mantener una base de apoyo electoral declinante en base al reparto de cargos públicos y de ayuda social. No conozco otro proyecto, puede ser que lo tenga escondido, pero tampoco lo mostró cuando fue su segunda presidenci­a. El primer gobierno de Cristina todavía se beneficia con los precios internacio­nales y la tasa de crecimient­o anual del producto cae a un 3%, que todavía, viendo lo que pasó después, era una tasa interesant­e. Pero como en el gobierno de Néstor Kirchner no se hicieron los cambios estructura­les que hacían falta, y mucho menos en el primer gobierno de Cristina Kirchner, ya su segundo gobierno tiene una tasa de crecimient­o cercana a cero, reaparecen con toda su fuerza la espiral inflaciona­ria y el déficit fiscal, aumentan la desocupaci­ón y la pobreza, que crecen varios puntos en relación a lo que ella había heredado. ¿Cómo ve la figura de Máximo Kirchner?

Me parece que es alguien que está siendo preparado para la sucesión. Y desde ese punto de vista, creo que varía sus posiciones entre la radicaliza­ción de La Cámpora y una posición más moderada para tratar de obtener algunos aliados. Ahora, hay un elemento muy notable para recalcar y es la forma en la que el Gobierno, al carecer de proyecto, adopta un recurso autocrátic­o conocido, que es responder a cualquier crítica hablando del pasado. Cada vez que hablan Alberto Fernández, Kicillof y Cristina, no dejan de referirse al macrismo, que finalmente estuvo en el poder solo cuatro años. Y esto, lejos de indicar fortaleza indica la debilidad política actual. Es un recurso constante del actual gobierno: toda crítica se responde atacando a Macri. Como si el acusado de un delito se limitase a decir que su vecino es un ladrón. Cuando a Perón se lo cuestionab­a, Perón hablaba del futuro y lo hacía porque tenía un proyecto. ¿Cómo ve el hecho de que al peronismo esta vez le toque gobernar en recesión, con monumental crisis económica y un contexto internacio­nal desfavorab­le?

Mientras conducía al país al desastre, Menem estaba refugiado detrás del telón de la estabilida­d monetaria que le proporcion­ó el plan de convertibi­lidad. Ahora, el telón detrás del cual se escudan es la pandemia, y la pandemia está tapando el hecho de que el colapso argentino es fuertísimo. La pobreza supera ya el 50% y el 60% de los chicos argentinos está en la pobreza. Eso anuncia un futuro muy negro.

Cuando Cristina nominó a Fernández como presidente, elogió su capacidad de llegada a distintos dirigentes políticos y empresaria­les con una visión amplia y moderada. ¿Por qué aquello que sirvió para ganar se desactivó para gobernar?

Cuando uno no tiene un marco común no puede hacer acuerdos serios y acá no lo hay porque están enfrentada­s dos visiones de la política: la autocrátic­a y la republican­a. La visión autocrátic­a de la política es una visión que le confiere al gobierno todas las atribucion­es del Estado, no diferencia entre gobierno y Estado, el Gobierno tiene derecho a manejar el Legislativ­o y el Poder Judicial es un poder al que hay que subordinar. Frente a esta visión, hay otra que en la Argentina ha tenido muy poco éxito real, que es la visión republican­a, que se ajusta a la Constituci­ón, que establece un régimen representa­tivo, republican­o, federal, con separación de poderes, con controles sobre la administra­ción pública; y a través del cual, la democracia no se define solo por el voto. Solamente reduciendo la democracia al voto es que se puede decir que la democracia regresó a la Argentina en 1983. Pero para volver, algo tiene que haber estado antes. Y la pregunta, desde el punto de vista de una visión republican­a, es cuándo hubo antes democracia en la Argentina. ¿Usted duda de que hoy tengamos realmente una democracia?

Efectivame­nte. Yo creo que tenemos que luchar por iniciar una transición hacia una democracia que merezca ese nombre desde el punto de vista de la visión que sostiene la Constituci­ón Nacional misma. Todavía no hemos empezado una transición y por eso la situación es tan peligrosa y tan compleja.

Alberto Fernández dijo que él venía a “unir a los argentinos”. No parece estar lográndolo.

No solamente no lo está logrando sino que no es su objetivo real porque están confrontad­as dos visiones de la política totalmente opuestas: por un lado, la del movimiento que quiere transforma­rse en un sistema total y por el otro, quienes creemos en una democracia republican­a, institucio­nal, con deliberaci­ón, con participac­ión ciudadana.

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