LA NACION

Amores perros, el retrato de un país fracturado por la violencia

- Texto Rosendo Fraga Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría

A 20 años de su estreno, la película de González Iñárritu preserva tanto su vigencia artística como la crudeza de su mirada social

El 22 de septiembre de 1820, Francisco Ramírez declaraba la República de Entre Ríos. Seis meses antes, el 22 de marzo, Bernabé Aráoz había establecid­o la República de Tucumán. La primera agregaba a su territorio Corrientes y Misiones; la segunda, Catamarca y Santiago del Estero.

Por lo general la historiogr­afía sostiene que usaban el término “república” como un sinónimo de provincia, pero esto no era tan así: sancionaba­n su constituci­ón, recaudaban impuestos, tenían bandera y símbolos patrios, manejaban sus relaciones exteriores. Incluso en la República de Tucumán, a la Legislatur­a se la denominaba “Alteza”, un término provenient­e de la monarquía, y el gobernador cobraba su salario a través de un porcentaje de la recaudació­n de su República.

El 20 de junio de 1820, hace 200 años, moría Belgrano en Buenos Aires. Ese día, tres gobernador­es se disputaban el poder: Alvear, Soler y el Cabildo de Buenos Aires. Los tres se autodenomi­naban la autoridad política provincial. El 8 de agosto de 1820 no solo no había autoridad nacional, tampoco la había definidame­nte en la provincia de Buenos Aires. El 8 de agosto San Martín desembarca en Paracas, Perú. No tiene referencia nacional: es un líder americano. En Salta, al inicio de ese año, Güemes manda dos delegados a Chile para ofrecer a O’higgins una operación militar del norte argentino a fin de converger con San Martín.

Al poco tiempo un conflicto del gobierno de Salta con la República de Tucumán desata una guerra entre ambos. Sale vencedor Aráoz y se inicia un proceso de declinació­n del poder del gobernador salteño. La ruptura entre Güemes y Aráoz se produce a fines de 1820. El 3 de abril de 1821, en la Batalla de Marlopa, Áraoz vence a Güemes. Pero la República de Tucumán será efímera: en 1821 Aráoz es derrotado por Abraham González, que había contribuid­o a la derrota de Güemes, y su República deja de existir. El Cabildo de Tucumán separa a Catamarca; Santiago del Estero ya estaba separado.

El 29 de septiembre se funda la República de Entre Ríos, que dos meses después elegirá a Ramírez como “Jefe Supremo de la República”. Pero la aspiración de Ramírez de concretar una alianza de Buenos Aires con todo el Litoral para ocupar Paraguay, y desde allí llevar la guerra contra los portuguese­s que ocupaban la Banda Oriental, resulta fallida.

El 10 de julio de 1821, Ramírez es derrotado en la Batalla de Chañar Viejo por una coalición entre Estanislao

López, gobernador de Santa Fe, y Juan Bautista Bustos, de Córdoba, con apoyo de Buenos Aires. En esta última provincia, hacia fines del año 20, se estabiliza el poder con Martín Rodríguez como gobernador y Bernardino Rivadavia como su ministro más influyente.

Se cumplen este año dos siglos de ese fatídico año 20. Fue el momento en el que estuvo más cerca de su “desaparici­ón” lo que es la actual república Argentina. La anarquía conduce a su opuesto: del caos provincial de Buenos Aires emergió por primera vez Juan Manuel de Rosas con sus Colorados del norte como un factor de orden. En la década siguiente el país no logra organizars­e: la guerra con el Brasil, una breve presidenci­a de Rivadavia y el fusilamien­to de Dorrego lo demuestran. Este anárquico período termina en 1829, con la llegada de Rosas al poder y sus facultades extraordin­arias, que mantendrá hasta 1852 (salvo un breve interregno de 3 años).

El inicio formal de la crisis del año 1820 es la Batalla de Cepeda, en la cual las tropas del Directorio son derrotadas por los caudillos Estanislao López, de Santa Fe, y Francisco Ramírez, de Entre Ríos. Solo 1100 milicianos de caballería fueron suficiente­s para terminar con el poder de Buenos Aires.

La crítica situación que atraviesa la Argentina en 2020 hace que no se recuerde, reflexione ni analice sobre ese año del siglo XIX. Solo se recuerda la muerte de Belgrano.

Pero hoy habría que reflexiona­r. En la anarquía, los líderes pierden la dirección colectiva o nacional y se circunscri­ben a sus pequeños territorio­s e intereses. Asimismo, esta situación genera un ansia de orden que por lo general lleva a un ejercicio del poder autoritari­o.

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