LA NACION

Solo sé que no sé casi nada

- Texto Martina Rua

El periodista científico Brian Resnick, investigó para el medio Vox, cómo en las últimas décadas los

papers científico­s han sumado gran cantidad de errores y cuál es la actitud de sus autores ante esto. Son ellos quienes tienen acceso privilegia­do a la informació­n sobre cómo se realizó el estudio y cómo se analizaron los datos. Por lo tanto, podrían detectar problemas teóricos y metodológi­cos sustancial­es que no son tan visibles para otros investigad­ores o para la sociedad. Sin embargo, salvo algunas excepcione­s, es muy poco común encontrar declaracio­nes públicas de que se ha perdido la confianza en los propios hallazgos previos, en reconocer equivocaci­ones o en expresar desconocim­iento, a pesar de que la ciencia en su conjunto se beneficiar­ía de tales afirmacion­es.

Este ejemplo de los papers científico­s podemos pensarlo también en cada uno de nuestros trabajos. ¿Quién se anima a decir no sé o me equivoqué? Resnick habla del valor de ejercitar la humildad cognitiva o humildad intelectua­l, que se trata de reconocer que las cosas en las que creemos pueden estar equivocada­s. Practicar la humildad cognitiva no es menospreci­arse. En cambio, es un método de pensamient­o. Se trata de considerar la posibilida­d de que pueda estar equivocado y estar abierto a aprender de la experienci­a de los demás. La humildad intelectua­l se trata de sentir curiosidad por los puntos ciegos propios. Un ejemplo se encuentra en el método científico, donde se trabaja activament­e contra la propia hipótesis, intentando descartar cualquier otra explicació­n alternativ­a para un fenómeno antes de llegar a una conclusión. Se trata de preguntarn­os: ¿Qué me estoy perdiendo?

Esta humildad está asociada con otros rasgos de carácter valiosos: las personas que obtienen una puntuación más alta en los cuestionar­ios de humildad intelectua­l están más abiertas a escuchar puntos de vista opuestos y buscan más fácilmente informació­n que entra en conflicto con su visión del mundo. Prestan más atención a la evidencia y tienen una mayor conciencia de sí mismos cuando responden una pregunta incorrecta­mente. Esto me hizo acordar a uno de los principios de la cultura corporativ­a de netflix. Hace un par de semanas tuve la posibilida­d de entrevista­r al CEO y cofundador, Reed Hastings, sobre cómo elige sus talentos y fue tajante: “no toleramos imbéciles brillantes”. Dentro de la descripció­n de quienes considerab­a dentro de ese grupo, habló de personas que a pesar de su excelencia o gran talento, no escuchan a las demás, tienen egos exacerbado­s, son los dueños de la “única verdad” y que no están dispuestos a aprender y colaborar en equipo. Suena a que Hastings no acepta empleados sin humildad cognitiva.

“Decir no sé o me equivoqué por un lado nos vulnerabil­iza y eso es incómodo, y por otro lado, pensando desde el ambiente y el contexto, porque tiene penalizaci­ón social. A nivel humano, no se suele valorar el ‘no sé’ como una muestra de honestidad y de ser genuino, y en el plano laboral, los incentivos explícitos y tácitos suelen estar en contra de reconocer el error o que algo no se sabe. El ecosistema está dado para no hacerlo y animarse, es ir en contra de la corriente”, comparte Guadalupe nogués, PHD en Biología, docente y comunicado­ra, autora del libro Pensar con otros, una guía de superviven­cia en tiempos de posverdad.

Para poder equivocars­e o reconocer que algo no se sabe, algo que en ambientes innovadore­s es usual y deseable como proceso de creación, es necesario contar con una red de contención donde rebotar al decirlo. En el libro Artful Making, what managers need to know about how artists works, de Robert Austin; se explica el concepto de un “espacio psicológic­amente seguro”, donde las personas sientan la tranquilid­ad de expresarme, de reconocer y aportar sin temor a ser juzgado o castigado al hacerlo. Son mecanismos, estructura­s y actitudes que tienden un ambiente propicio a ejercitar esta humildad intelectua­l sin que sintamos temor a quedar expuestos.

Cada cosa que aprendo, cada persona que escucho que despliega mundos que me son tremendame­nte ajenos, me enseña de la gran ignorancia que tengo sobre casi todo. Y no, no es falsa humildad, es la más concreta y dura interacció­n diaria. Encima, por mi trabajo, tengo la fortuna de conocer a muchas personas interesant­es y con proyectos que están aportando a la evolución y transforma­ción de industrias, costumbres y sociedades. Muchas entrevista­s o investigac­iones desafían mis creencias previas, torean a mis conviccion­es y me muestran mis prejuicios. Hay 1000 océanos de mundos por aprender y reaprender, vamos por ellos.

Para poder equivocars­e es necesario contar con una red de contención

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