LA NACION

Victorino de la Plaza

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Las recientes declaracio­nes del presidente Alberto Fernández cuestionan­do el valor del mérito como motivador del progreso individual y social han causado no pocas críticas. Sobre el tema, quisiera traer al recuerdo la historia de otro presidente, el doctor Victorino de la Plaza (1914/16). Nació en la ciudad de Salta en 1840 y falleció en Buenos Aires en 1919. “Dura fue su infancia, pues huérfano de padre, siendo niño, debió su madre afrontar serios apuros para atenderlo, pues carecía de recursos. Debió trabajar en industrias caseras, jabones, dulces, empanadas, etcétera, y vender sus productos, de lo que, según otra tradición, se encargaban sus hijos…”, dice su biógrafo, Atilio Cornejo. Concurrió a escuelas públicas, y en 1861 obtuvo una de las becas que a los jóvenes de provincias ofrecía para el Colegio de Concepción del Uruguay (Entre Ríos) el gobierno del presidente Urquiza. Fue compañero de estudios de Julio Argentino Roca, Eduardo Wilde, Juan Manuel Blanes, Onésimo Leguizamón, entre otros. En 1863, se trasladó a la ciudad de Buenos Aires, para inscribirs­e en la facultad de derecho. En 1865, como oficial artillero combatió en la Guerra de la Triple Alianza. De vuelta a Buenos Aires, ya recibido de abogado se incorporó al estudio jurídico del doctor Dalmacio Vélez Sarsfield, con quien trabajó como escribient­e en la redacción de nuestro primer Código Civil. Fue diputado nacional, procurador del Tesoro y ministro de Hacienda y de Relaciones Exteriores de los presidente­s Avellaneda, Roca y Figueroa Alcorta. Era tal su prestigio que en 1910 fue elegido vicepresid­ente de la Nación, como compañero de fórmula del doctor Roque Sáenz Peña, sucediéndo­lo a su muerte, el 19 de agosto de 1914. Tuvo la enorme responsabi­lidad de implementa­r la ley electoral Sáenz Peña y de conducir la transición hasta la entrega del mando a su sucesor, Hipólito Irigoyen. Falleció el 2 de octubre de 1919. El notariado argentino lo reconoce como el primer presidente escribano.

Es necesario que se conozca y valore esta historia por haber sido un claro ejemplo del hombre que encarnó como pocos la ética de la superación personal, del esfuerzo y el mérito como valor individual y social. Ese niño “vendedor callejero de dulces, jabones y empanadas” es –junto con Domingo Faustino Sarmiento, también presidente– un claro ejemplo del mérito y de la movilidad social en la Argentina. Sirva este recuerdo para que el lector juzgue el contraste entre el pensamient­o y el obrar de ambos presidente­s.

Juan José Laborda Ibarra Exdiputado provincial de San Luis DNI 13.290.320

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