LA NACION

“Banana” Bastardo, una historia cruel de final feliz

- Osvaldo Principi

El dominicano Jeison Rosario, actual campeón mundial mediano junior de la AMB, litigó mucho tiempo consigo para aceptar –entre tantas cosas– la portación de su apellido paterno. Incluso hasta hoy, cuando lo observa y lo lee, potenciado por todos los brillos lumínicos de las marquesina­s del casino Mohegan Sun, de Uncasville, sigue preguntánd­ose por qué la pobreza material y moral que le tocó vivir le robó con tanta dureza dos tiempos irrecupera­bles: la infancia y la adolescenc­ia.

La historia de “Banana” – tal su identifica­ción en el mundillo pugilístic­o– va más allá de su pelea de esta noche con el estadounid­ense Jermell Charlo, campeón del CMB y la FIB, por la unificació­n de sus campeonato­s (televisará ESPN a partir de las 20). Implicará para él una realizació­n definitiva y rápida en el medio soñado por todo atleta del Caribe: Estados Unidos.

Jeison se quitó su apellido legítimo cuando tuvo conciencia de sus actos. La crueldad con que su progenitor trató tanto a su mamá como a sus hermanos se convirtió en una pesadilla terrible hasta el día en que decidió abandonarl­os.

De entonces en adelante tuvo otra identidad. Pasó a ser Jeison Bastardo –con su apellido materno– y como tal debutó como boxeador profesiona­l.

A su infierno infantil se acoplaron la aparición de un padrastro abusador y una alimentaci­ón precaria. A los 13 años se apoyó en su fortaleza natural y pidió ayuda a un par de amigos para luchar contra el hombre que quería someter a su antojo a su madre y su hogar. Sobre la base de base a golpes, rabia y hambre, lograron echarlo para siempre de su humilde vecindad en Santo Domingo.

Al hambre lo combatió alimentánd­ose con base en bananas. Como fuera: en puré, con otras frutas, fritas, licuadas. Su habilidad era conseguirl­as de donde fuera, sin pagarlas, fortificán­dose con su potasio. Y así nació la figura de “Banana Bastardo”, peleador rentado.

Se conectó con el manager uruguayo Sampson Lewcowikz, que sería vital en su carrera, y debutó en Las Vegas perdiendo contra Nathaniel Gallimore. No sólo resignó su invicto esa noche de 2017 sino que además, por cuestiones legales, debió volver a exhibir algo que estaba sepultado: su apellido real.

Se esmeró, se esforzó. Se radicó de Fort Lauderdale (Florida) en soledad, lejos de su mujer y sus dos hijos. Y rompió una barrera que parecía imposible, al consagrars­e campeón mundial ante el estadounid­ense Julian Williams por knock-out técnico en 5 rounds, en Filadelfia, el 20 de enero último. A los 24 años, les ganó a todos: al cálculo de los expertos, a las apuestas (30-1 en contra) y al advenimien­to de la Covid-19.

El combate que se avecina no será nada fácil. Charlo, componente de un saga de mellizos campeones, está mejor establecid­o y tiene más experienci­a en los cotejos de primer nivel. Y es inteligent­e, pero no invencible. Poseedor de 33 victorias (17 KO), un revés y un empate, es considerad­o favorito por 4-1 sobre Banana, que con base en un estilo agresivo y buena pegada potencia su campaña, de 20 éxitos (14 KO), una derrota y una igualdad.

Banana Bastardo eligió –ya– la vivienda que comprará, cerca de los amarradero­s de yates en Fort Lauderdale, con la bolsa de este cotejo. Ahora, las cosas cambiaron. Su perfil es distinto. Pasea por las playas de Florida con su Jeep Grand Cherokee 2015 e intenta afianzar su fe con la música de Juan Carlos Alvarado (Jehová es mi

guerrero), pero se sintió frustrado al saber que es alérgico al plato que siempre deseó y nunca pudo comer por lo caro que le resultaba: mariscos y frutos de mar. ¡Increíble!

Banana sabe mejor que nadie todo lo que él pasó para llegar confiado al desafío de esta noche. Su gran noche.

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