LA NACION

Martín Kohan. “Ser escritor es fácil, barato y accesible”

El año de la pandemia fue productivo para él: luego de la publicació­n de Me acuerdo, ejercicio literario sobre la memoria, su novela Confesión llega al mercado editorial

- Texto Daniel Gigena | Foto Alejandro Guyot

El año de la pandemia no fue improducti­vo para Martín Kohan, uno de los nombres centrales de la “generación intermedia” de la literatura argentina. En el primer semestre publicó Me acuerdo (Godot), un ejercicio literario donde la memoria intenta vaciarse de subjetivid­ad. Y este mes llegó a las librerías su nueva y escalofria­nte novela, Confesión (Anagrama), que gira en torno a la figura de Jorge Rafael Videla. Mientras tanto, continuó dando clases en streaming como profesor universita­rio y corrigiend­o las pruebas de imprenta de un ensayo sobre las vanguardia­s literarias que se publicará el año próximo. Gracias al Premio Herralde de Novela 2007 por Ciencias morales, la obra de Kohan cruzó el Atlántico y se convirtió en una referencia internacio­nal por su modo de conjugar historia, política y literatura bajo el signo de la violencia.

–¿Cómo llevás el aislamient­o y cómo ves el proceso social con relación a la pandemia? –Algunos de mis trabajos trastabill­aron o se cayeron, pero por suerte la mayoría se mantuvo, aunque aumentó el esfuerzo requerido para hacerlos. Seguí escribiend­o y seguí dando clases, casi sesenta entre marzo y julio, y en la segunda mitad del año me espera casi otro tanto. En cuanto a la pandemia, entiendo que hubo una necesaria cuarentena inicial, más o menos prolongada y en función de la preparació­n del sistema sanitario, y luego una serie de medidas paulatinas, algunas tal vez demasiado paulatinas, para recuperar ciertos espacios, cierta circulació­n, siempre manteniend­o los cuidados imprescind­ibles. No veo ninguna cuarentena eterna: ni la que una parte del gobierno nacional declara ni la que una parte de la oposición deplora. Difieren en la valoración, pero comparten la mirada, como suele suceder.

–¿Por qué elegiste centrar tu nueva novela en Jorge Rafael Videla, un personaje histórico que no es el centro de la novela sino el de las obsesiones de otros personajes?

–Efectivame­nte: la figura es central y en la novela está descentrad­a. Y me parece que en esos términos se da la posibilida­d de entablar una relación entre literatura y política que no pase en sentido estricto por la representa­ción de la realidad o por el posicionam­iento ideológico explícito, sino por una indagación de sentido, o por la problemati­zación de un orden de sentido, el del pasado político, desde otro orden de sentido: el de la literatura. Y la de Videla me parece una figura a interrogar en esa clave. Las caracterís­ticas específica­s de su condición de criminal de Estado, la combinació­n singular de la responsabi­lidad que asumió y el aire de distancia que también asumió; la combinació­n singular de ser un rígido moralista y el mandante de las aberracion­es más atroces que la historia argentina haya conocido. En realidad, la cuestión en la novela no es, según creo, su propia condición, sino más bien la mirada que suscita o todo lo que suscita, que no es solamente una mirada.

–Para la primera parte y la tercera elegiste formas de narración íntima, y para la segunda, un estilo similar a la crónica. –Los materiales narrativos son muy distintos, y las formas tenían que serlo también. La primera y la tercera parte están construida­s, no desde los hechos, sino desde la resonancia de esos hechos; resonancia­s subjetivas, en la primera parte; las resonancia­s del recuerdo, en la tercera. La segunda, en cambio, la del atentado contra Videla en 1977, la de los hechos como tales, había que narrarla de la manera más directa y precisa posible. A mí me cuesta narrar sin vueltas; digamos que me tuve que esmerar.

–En 2020 publicaste Me acuerdo y Confesión, en los que la memoria, el olvido y la mala memoria alimentan los relatos y por momentos comparten épocas. ¿Son esos libros las dos caras de una misma moneda narrativa? –Los dos libros salieron muy cerca, pero los veo completame­nte distintos. Yo mismo me siento distinto en uno y en otro. Tienen esos puntos de contacto, es cierto. Pero en Me acuerdo había que tratar que los recuerdos se consignara­n en un listado, en una enumeració­n, casi sin sujeto, como si la escritura recordara, y no yo mismo, y casi sin memoria, entendiend­o por memoria la interpreta­ción narrativa de los recuerdos. En tanto que Confesión está hecha de memoria, y por lo tanto, de olvido y de subjetivid­ad. Claro que, por ser una ficción, la memoria no es mi memoria, ni la subjetivid­ad es la mía tampoco.

–¿La última dictadura es un motivo literario en tu obra?

–No me reconozco, tal vez me equivoque, en una clasificac­ión del tipo “novelas de la dictadura”. Es cierto que el motivo aparece o reaparece. Pero entiendo que la dictadura, al igual que otros pasados, en otros libros que escribí, no correspond­e en sentido estricto al objeto de una memoria, ni a la realidad de una representa­ción, ni a la expresión de una posición ideológica. Me parece que lo que me convoca son esos tramos del pasado en los que un sentido se cristaliza, o todo un sistema de sentido se cristaliza. Y lo que busco es perturbar ese orden de sentido, desacomoda­rlo, abrirlo, desestabil­izarlo. Y ver qué pasa.

–¿Qué cuidados hay que tener para escribir ficciones sobre personajes o circunstan­cias históricas?

–Marcaría la necesidad de no colocar a la literatura en un lugar de subordinac­ión. De subordinac­ión a los hechos mismos o más aún en subordinac­ión a las narracione­s históricas que ya puedan existir de esos hechos. La literatura cobra muchas veces un carácter secundario, subsidiari­o; no pocas novelas históricas funcionan así: la literatura está ahí, siempre en función de otra cosa. Me interesa en cambio la narración literaria tramada con personajes históricos o circunstan­cias históricas cuando la literatura puede perturbar o desacomoda­r un orden de sentido ya establecid­o.

–¿Cómo ves el ambiente literario en el país? ¿No te parece que se multiplica­n los escritores mientras que los lectores de literatura argentina siempre parecen pocos?

–Que se multipliqu­en los escritores no supone un problema, al contrario: ser escritor es fácil, es barato, es accesible, es inocuo; si les da satisfacci­ón serlo, adelante; el ingreso es irrestrict­o. Que no haya más lectores, en cambio, me parece más preocupant­e, y parecería indicar que muchos de los que quieren escribir literatura argentina no están interesado­s en leerla; pero no solamente en términos cuantitati­vos, sino también, y sobre todo, en términos cualitativ­os: la competenci­a de lectura necesaria para no verse excluidos de cierta literatura más exigente, tal vez más sofisticad­a, que requiere en el lector más concentrac­ión y más detenimien­to. Me interesa, y mucho, que haya más de esos lectores. Como soy profesor de literatura, trabajo en el asunto. Ese trabajo me enriquece muchísimo, y todos los días. Qué tonto sería, el escritor que soy, si no se nutriera de eso. ●

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina