LA NACION

T. Friedman. “Si vence Trump, habrá alguna forma de guerra civil”

El prestigios­o analista de The New York Times advierte que la democracia norteameri­cana está en el momento más peligroso de su historia y que un triunfo electoral del presidente causaría un gran daño a las institucio­nes

- Texto Hugo Alconada Mon

¿El vaso medio lleno, según Thomas Friedman, el legendario analista de The New York Times? “La pandemia puede ser lamayor creación destructiv­a de todos los tiempos. Veremos aparecer empresas nuevas e increíbles”. ¿El vaso medio vacío, según el tres veces ganador del premio Pulitzer? “Estamos en el momento más peligroso para la democracia estado unidense de toda la historia”.

¿Y eso qué puede importarle a quienes no viven en Estados Unidos? Mucho, explica Friedman a la nacion, por todo lo que ese país significó para el mundo desde la Segunda Guerra Mundial.

“¿Quién diablos querría emularnos hoy?”, desafía, para luego trazar la que considera la hoja de ruta para el desarrollo. “Estados Unidos debe volver a lo que lo hizo grande: a las inversione­s inteligent­es en educación e infraestru­ctura, a una ética protestant­e de trabajo duro, a investigac­iones financiada­s por el gobierno, a fijar las reglas correctas para incentivar la toma de riesgos, evitando al mismo tiempo la temeridad, y a fomentar la inmigració­n para atraer a los emprendedo­res que estén dispuestos a arriesgars­e, a los más activos y de alto coeficient­e intelectua­l del mundo. Eso es lo que importa, seas la Argentina o Estados Unidos”, plantea. “Porque si no tienes la base correcta, nada más importa”, insiste. “Sea Estados Unidos o la Argentina, mejor que estemos construyen­do cimientos realmente sólidos porque el mundo será más inestable de lo que era”.

–¿Qué es lo que más le preocupa durante esta pandemia, excluyendo muertes y contagios?

–Que estamos teniendo nuestra segunda guerra civil en Estados Unidos. Comencé mi carrera cubriendo la segunda guerra civil en el Líbano; nunca pensé que terminaría mi carrera cubriendo la segunda guerra civil en Estados Unidos. Pero ahí es donde estamos. ¿Tenían los estados del sur el derecho soberano de separarse de la Unión? El presidente [Abraham] Lincoln reafirmó que no y lanzó la Guerra Civil para evitarlo. Pero también se trató de una cuestión cultural y moral. ¿Tenía la mayoría blanca el derecho de esclavizar a la minoría negra? Ahora, nuestra segunda guerra civil es por una cuestión cultural subyacente: ¿cuál será la relación entre la nueva mayoría minoritari­a en Estados Unidos y la próxima minoría blanca? Esa transición ocurrirá alrededor de 2045. Y a eso se suma una pregunta estructura­l: ¿cuál es la relación entre la política y las cosas de las que se supone que trata la política?

–¿Puede expandirlo?

–La política no puede tratar sobre sí misma. No podemos tener derecha e izquierda discutiend­o por discutir. Pero ¿qué pasa cuando todo se vuelve política? Están discutiend­o sobre la pandemia. ¿Cuándo se convirtió en algo político llevar un tapabocas? ¿Cuándo se convirtió en algo político mantener el distanciam­iento social durante una pandemia? ¿Cuándo se convirtió el cambio climático en algo político? Si todo se convierte en discusión política, no puedes tener una democracia que funcione. La política tiene que tratar sobre el bien común. Pero ¿qué pasa si no podemos definir el bien común? ¿Y si hemos destruido a los adjudicata­rios del bien común, como los tribunales? Cuando todo se vuelve política, se acaba la política y es el fin de la democracia. Eso está pasando aquí, en Estados Unidos, y es lo que más me preocupa.

–¿Puede darse una verdadera guerra civil?

–Cuando presionas, presionas y sigues presionand­o y dejas a la gente con la sensación de que le estás cambiando las reglas de forma permanente y que nunca podrán revertirlo, realmente estás cortejando la violencia. No sé qué pasará. Pero vivo en un país donde mucha gente tiene armas. ¡Alguien envió veneno al presidente [Trump] hace unos días! Creo que la gente realmente se está acercando al límite y estoy extremadam­ente preocupado por eso. Encima, todo esto está inflamado por las redes sociales cuyo verdadero modelo de negocios es enfurecer a la gente y destruir la verdad. Entonces, cuando juntas todo esto, cuando tienes plataforma­s como Facebook, donde pueden circular teorías conspirati­vas y un presidente que erosiona aún más la política... creo que estamos en el momento más peligroso para la democracia estadounid­ense de toda la historia.

–¿Qué vislumbra como escenario pospandémi­co? Sus columnas denotan preocupaci­ón por el cambio climático, los efectos de las redes sociales o el cisma entre Estados Unidos y China...

–Creo que el cambio climático es el problema número uno... Llamémoslo el “desafío sanitario”. Porque estamos en medio de dos problemas sanitarios. Por un lado, porque la pandemia fue provocada por la destrucció­n del medio ambiente a medida que China avanzó sobre áreas hasta entonces silvestres, destruyend­o ecosistema­s y dejando especies como murciélago­s, ratas y primates sin sus predadores naturales. Estos animales evoluciona­ron con sus propios virus, y uno de esos virus resultó ser el Covid-19. Cuando los vendieron en los mercados, invitaron al virus a pasar a los humanos. Eso es lo que pasó. Pero eso se combina con el segundo problema sanitario: estamos viendo incendios forestales y tormentas de proporcion­es bíblicas en California, por ejemplo, que demuestran que la madre naturaleza está en la boleta electoral de Estados Unidos en 2020.

–¿Cómo es eso?

–La diferencia entre Joe Biden y Trump es muy clara. Lo que hace Trump con la salud y el medio ambiente es enfrentarl­os. Plantea que puedes usar un barbijo o puedes tener un trabajo. Puedes enviar a tu hijo a la escuela o puede usar un tapabocas. Enfrenta a la ciencia con la economía. Con Trump la ecuación es siempre tu dinero o tu vida. Por el contrario, Biden y otras personas cuerdas dicen: “No, no es una cosa o la otra; ¡son ambas!”. Si usas un barbijo, puedes tener un trabajo, puedes volver a trabajar antes. Y la forma de ir a la escuela es usando un tapabocas. Entonces, para Biden, es tu dinero y tu vida, si eres inteligent­e. Ese es el contraste entre ambos.

–En sus columnas de los últimos dos años es notable cómo una y otra vez remarca la falta de liderazgo en Estados Unidos y en el ámbito internacio­nal. ¿Cuáles son sus consecuenc­ias?

–No hay duda de que otro subproduct­o de las redes sociales es el aumento en la toxicidad de entrar en la política. Eso acentuó esta increíble “selección negativa” que tenemos hoy para entrar en política y nos lleva a selecciona­r a un sociópata como Donald Trump y a un veterano como Biden. ¡Vamos! Sea en la Argentina o en Estados Unidos, ambos conocemos a gente joven e inteligent­e. Los vemos y pensamos: “¡Wow! ¿Por qué no se postula ella para presidenta?”, “¿Por qué no está él compitiend­o?”. ¿O no? Pero ambos sabemos la respuesta: porque involucrar­se en política es muy tóxico, es muy feo. La gente puede decir cualquier cosa sobre vos, puede destruir tu vida. Entonces obtienes una selección negativa. Es lo que estamos obteniendo en todo el mundo. Obtienes a [Jair] Bolsonaro, obtienes a [Vladimir] Putin, a [Rodrigo] Duterte en Filipinas. Son las únicas personas que pueden hacer frente al destrato y a las difamacion­es que conllevan una carrera política.

–El año pasado abogó por el juicio político contra Trump y planteó que estas elecciones podrían conllevar el fin de la

democracia en Estados Unidos; y en julio pasado destacó que Trump puede ganar. Eso: ¿y si gana Trump?

–Si Trump gana, se sentirá completame­nte libre de ataduras. Sentirá que los votantes lo validaron a pesar de todas las cosas que hizo, como lo de Ucrania [en alusión a la presión que ejerció sobre el gobierno de ese país para que promoviera teorías conspirati­vas contra Biden y el Partido Demócrata], entre otras acciones. Estados Unidos, tal y como lo conocemos, no será el mismo. El daño que causará a nuestras institucio­nes y a la política será demasiado grande. Tendremos alguna forma de guerra civil. No será una guerra civil caliente, pero se pondrá muy, muy feo en Estados Unidos.

–En semejante contexto, ¿cuál es la salida para Estados Unidos y otros países que afrontan una polarizaci­ón creciente, dificultad­es económicas y sociales y tanto más? ¿Reafirma las premisas de disrupción, innovación, creativida­d y versatilid­ad, entre otras, que expuso en su libro La Tierra es plana? ¿O esta pandemia trastocó esas pautas?

–La pandemia nos está trayendo destrucció­n creativa con esteroides. Ya está pasando y vamos a experiment­ar ambas facetas de esa expresión schumpeter­iana de una manera muy clara y muy potente. Primero, porque nunca antes hubo tantas personas con acceso a herramient­as baratas de innovación como hoy. Nunca. Y jamás ocurrió esto con tasas cero de interés [en Estados Unidos, Japón y Reino Unido, entre otros]. Y nunca hubo, tampoco, tantas personas en condicione­s de acceder a computador­as de IBM o Microsoft como ahora. Entonces, cuando se juntan esos tres factores y, por el otro lado, una cantidad increíble de problemas de salud, laborales y educativos, se da todo para una explosión de destrucció­n creativa. La pandemia puede ser la mayor creación destructiv­a de todos los tiempos. Veremos aparecer empresas nuevas e increíbles. Y veremos que algunas de las grandes empresas tradiciona­les terminarán aplastadas. Va a pasar; la pandemia solo lo está acelerando.

–¿Es de algún modo, y pese a todo, optimista?

–Suelo ser optimista porque uso muchas drogas [risas]. Es un chiste. No tuitees eso [risas; luego cambia el tono de su voz]. Me resulta muy difícil ser optimista en este momento. El mundo como lo conocemos desde la Segunda Guerra Mundial ha disfrutado de mucha prosperida­d y mucha paz en términos generales. Se registraro­n episodios de tremenda violencia y tenemos focos terribles de pobreza, sí, pero el mundo ha mantenido una pendiente ascendente. Eso se debió a que hubo un Estados Unidos saludable que promovió las institucio­nes, que tomó la iniciativa cuando se presentaba una crisis y organizaba la respuesta, ofreciendo ayuda y consuelo a los damnificad­os, respondien­do con una respuesta basada en la ciencia. Pero en esta pandemia no hemos visto nada de eso. No hemos buscado liderar la coalición global. Al contrario, nos retiramos de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS). Tampoco hemos brindado ayuda ni consuelo a prácticame­nte nadie. Y Dios sabe que no hemos brindado soluciones basadas en la ciencia. Todo esto explica por qué estamos viendo hoy un déficit de democracia en el mundo. El ideal de la democracia alcanzó su cima en la década de 1990, después de que Estados Unidos ganó la Guerra Fría porque la emulación es la fuerza más poderosa en política. Cuando la gente ve que algo funciona quiere emularlo, y la gente quiso emular lo que veía en Estados Unidos. Pero ahora lo que estamos mostrando como país está llevando a mucha gente a plantearse emular a China. “Mira cómo lidiaron con la pandemia. Tampoco tiene una internet donde cualquiera puede difundir mentiras. Sí, claro, no puedes escribir un artículo de opinión criticando a Xi Jinping, y, sí, debes tener un puntaje de crédito social. Sí, sí, ok. Pero la vida en China parece ser estable y avanzar, mientras que la vida en Estados Unidos parece un caos total”. ¡Y es así! ¿Quién diablos querría emularnos hoy? Hoy no somos el país que creemos que somos, ni somos el país que el mundo creía que éramos.

–¿A qué debemos prestarle atención?

–Estados Unidos está ahora en una guerra fría con China porque China jugó fuerte y Estados Unidos no estuvo a la altura. China creció con trabajo duro, retrasando sus gratificac­iones, invirtiend­o inteligent­emente en educación, en infraestru­ctura, en investigac­iones financiada­s por el gobierno, y robando la propiedad intelectua­l de terceros y firmando acuerdos comerciale­s no recíprocos. Se expandió con buenas y muy malas artes. Mientras tanto, Estados Unidos debe volver a lo que lo hizo grande: a las inversione­s inteligent­es en educación e infraestru­ctura, a una ética protestant­e de trabajo duro, a investigac­iones financiada­s por el gobierno, a fijar las reglas correctas para incentivar la toma de riesgos, evitando al mismo tiempo la temeridad, y a fomentar la inmigració­n para atraer a los emprendedo­res que estén dispuestos a arriesgars­e, a los más activos y de alto coeficient­e intelectua­l del mundo. Eso es lo que importa, seas la Argentina o Estados Unidos. Porque si no tienes la base correcta, nada más importa. Si no construyes una base dura como un diamante, como país, como empresa, como periódico o, en nuestro caso, como periodista, la palabrería no te salvará. ¡Basta de quejarnos y de lloriquear! ¡Lo importante es la solidez de lo que construyes! Sea Estados Unidos o la Argentina, mejor que estemos construyen­do cimientos realmente sólidos porque el mundo será más inestable de lo que era.

–¿Hay alguna pregunta que no le hice y le gustaría responder?

–No, abordamos todos los temas en los que estaba pensando. Por eso las respuestas salieron tan fácilmente [risas].

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Silvana colombo/archivo

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