LA NACION

Fernández abre todos los frentes a la vez

Se conocieron datos muy malos de la economía; en el gabinete se pidió que salgan más a defender la gestión

- Martín Rodríguez Yebra

Las reuniones de ministros se confunden con sesiones de autoayuda, plagadas de arengas para inyectar optimismo y pedir más militancia en defensa del “proyecto”. Se escuchan frases como “lo peor de la crisis ya pasó”; se teoriza sobre la inminencia de la vacuna contra el coronaviru­s, que terminará la pesadilla actual; se hace catarsis contra los que ponen obstáculos.

El círculo más cercano de Alberto Fernández se aferra a la fe y la voluntad contra la crudeza de los números.

replanteo.

“¿Quién va a querer sentarse en esta silla?”, dijo a un importante la nacion ministro de Alberto Fernández. El funcionari­o, con lugar reservado en la mesa chica del Gobierno no se refiere al mobiliario de la Casa Rosada, ni siquiera a su ministerio: habla del momento que atraviesa el Presidente. “Es un país difícil”, se lamentó. Con una iniciativa política errática y una crisis económica cada vez más profunda, el Gobierno no logra imponer su agenda de gestión.

Solo esta semana tuvo que asimilar dos duros golpes: el desempleo creció al 13,1 por ciento –un número que quedó viejo porque no incluye los despidos que hubo en julio, agosto y septiembre–, y en el segundo trimestre del año la economía cayó el 19,1%, el mayor derrumbe en toda su historia. La semana que arranca tendrá otra mala noticia, se conocerá el dato de la pobreza. En este escenario, además, Fernández debió asumir como propias las batallas de la vicepresid­enta Cristina Kirchner, lo que aceleró el desgaste y profundizó las diferencia­s con la oposición.

Desdelacas­arosadaobs­ervanque las buenas noticias, como el acuerdo con los acreedores externos o el impacto que tienen el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y los ATP, se evaporan rápidament­e, mientras que las malas se replican de forma constante en los medios de comunicaci­ón.

“Los goles nos duran un suspiro”, se quejó otro de los hombres de confianza del jefe del Estado. Faltan voces que defiendan al Gobierno, explicaron fuentes oficiales. Con esa premisa fue que el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, juntó a 17 ministros el último martes en la Casa de Gobierno. “Hay que poner la cara más que nunca, hay que dar la cara y salir a defender al Gobierno”, los retó el ministro coordinado­r, según adelantó Clarín. En la Casa Rosada admiten que todavía no lograron construir una “épica” propia.

Fue un fuerte llamado de atención para que salgan a presentar y defender las decisiones del Presidente. Pero la reunión también actuó como una advertenci­a para algunos ministros. La cosa no quedó ahí, Cafiero le pidió al secretario de Medios, Francisco Meritello, que le pase “cómo fueron las salidas”. La primera evaluación fue que varios ministros “tomaron el guante y salieron a poner el cuerpo”, pero no todos. “A otros los va a tener que volver a agarrar me parece”, dijo una altísima fuente del Gobierno.

Hay disconform­idad con el trabajo de algunos, como la ministra de Hábitat, María Eugenia Bielsa, que incluso recibió un “ultimátum”, según un estrecho colaborado­r del Presidente, para que ordene su ministerio. Si no hay un cambio, Bielsa podría dejar el Gobierno en las próximas semanas.

Otros cuestionad­os internamen­te son la ministra de Seguridad, Sabina Frederic, y el ministro de Cultura, Tristán Bauer –en la Casa Rosada circula el chiste de que ya prepararon un spot con un “llamado a la solidarida­d para buscar el paradero de Bauer”–. En cambio, gozan de buena salud y el respaldo presidenci­al Cafiero, Gabriel Katopodis (Obras Públicas), Eduardo “Wado” de Pedro (Interior), Martín Guzmán (Economía) y Matías Lammens (Turismo).

A los cuestionad­os dentro de la Casa Rosada se suma la larga lista de funcionari­os apuntados por el Instituto Patria, búnker de la expresiden­ta, que incluye a Matías Kulfas (Desarrollo Productivo), Miguel Pesce (Banco Central) y Claudio Moroni (Trabajo) –todos integrante­s del círculo íntimo de Alberto Fernández–, entre otros.

Pese a que esa tensión entre el núcleo más cercano al Presidente y allegados a la vicepresid­enta genera ruidos, el jefe del Estado busca preservar la relación entre los dos. “Por supuesto que tenemos matices, pero el problema es que las contradicc­iones no son terminales. Nosotros no tenemos en discusión cuáles son los objetivos. Todos sabemos que nuestro objetivo es que se consiga inversión, que se produzca y que se dé trabajo”, dijo en las últimas horas.

También hay malestar con los gobernador­es. Cerca del Presidente los acusan de ser “rápidos para viajar a Buenos Aires para pedir plata”, pero después ninguno “sale a bancar” al Gobierno. “Deberían dar vueltas por los canales, hablar”, describió un hombre de diálogo cotidiano con el jefe del Estado. Solo hay una excepción, el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, con quien Fernández comparte la vidriera pública todas las semanas. A diferencia del resto, ya no hay dudas de que el éxito o el fracaso de ambos está íntimament­e relacionad­o.

El enojo, principalm­ente, se deposita sobre Juan Manzur (Tucumán), Sergio Uñac (San Juan), Gustavo Bordet (Entre Ríos) y Omar Perotti (Santa Fe), pero se extiende al resto. “Hoy nos vendría bien que hable hasta [Gildo] Insfrán”, dijo, entre risas, otro colaborado­r de Alberto Fernández, en referencia al mandatario formoseño, uno de los más cuestionad­os.

Lo mismo ocurre con los intendente­s. Salvo algunas excepcione­s, como Juan Zabaleta (Hurlingham), Martín Insaurrald­e (Lomas), Leonardo Nardini (Malvinas Argentinas), entre otros, el resto están “desapareci­dos”.

En medio de un escenario adverso, con una crisis económica que se aceleró por la pandemia y el brote de coronaviru­s todavía lejos de una situación controlada, el Gobierno busca cambiar la agenda del debate público, mostrar a un presidente más cercano a la gente y así retomar la iniciativa en materia de gestión.

De eso se trató el acto en San Antonio de Areco, el jueves, en el que Alberto Fernández estuvo con militantes por primera vez en mucho tiempo. El jefe del Estado irá en los próximos días a La Rioja y volverá a compartir un acto en el distrito bonaerense con Kicillof.

En esta línea es que avanza la organizaci­ón de una movilizaci­ón nacional para el 17 de octubre, que tendrá algo de territoria­lidad y mucha acción en redes sociales. “Tiene que ser un punto de inflexión”, dijo uno de los dirigentes involucrad­os en la organizaci­ón. Aunque todo está sujeto a la aprobación final del Presidente, a quien todavía no lo convence la idea.

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