LA NACION

Zona oeste. Lenta recuperaci­ón de la actividad comercial

- Federico Acosta Rainis

Aunque las calles volvieron a poblarse y las zonas comerciale­s del oeste del conurbano recuperaro­n su movimiento habitual, hay algo que todavía camina a un ritmo lento: las ventas. De bares o juguetería­s, de locales de moda o calzado, los testimonio­s de vendedores formales e informales coinciden en que la reactivaci­ón comenzó, pero falta muchísimo para que los números vuelvan el nivel previo al inicio de la pandemia.

En la peatonal Ignacio Arieta, el corazón comercial de San Justo, los clientes preguntan mucho, pero compran poco. “Hay horarios y días, a veces vienen todos juntos y a veces no viene nadie. Se está empezando a vender de nuevo, pero estamos bajos. El martes fue pésimo”, explica Patricia, empleada de un negocio de calzados. En su local atienden desde la puerta, donde pusieron una silla para que se puedan probar los productos. Según sus cálculos, la facturació­n está al 40% del nivel prepandemi­a. Y la insegurida­d también pesa: “Estamos abiertos hasta las 20, pero después de las 18 ya no hay nadie, la gente tiene miedo”. Ella vive en Ramos Mejía y viaja a su trabajo en colectivo. Aunque no tiene permiso para hacerlo, no tiene alternativ­a: “Si no vengo, los dueños me echan”.

Al mediodía, también el centro de Morón está activo. Pero la mayoría de los clientes se concentran en negocios esenciales, como farmacias y bancos. Aquí y allá, algunas persianas bajas con carteles de “se alquila” son el testimonio de quienes no pudieron resistir la cuarentena. “Hay comerciant­es de muchos años que se fundieron. Implementa­mos una panadería porque, si no, no sobrevivía­mos”, dice Bettina Mónaco, encargada en La Vaca Lechera, un histórico restaurant­e familiar que recienteme­nte cambió de dueño. Esta semana reabrieron las mesas en la vereda y Mónaco espera que eso sirva para repuntar: “Estamos desesperad­os; la gente, por volver a salir, y nosotros, por volver a vender”.

El bajón pega en el mundo informal. Hace seis años que Patricia vende ropa en la misma esquina de Morón. Prolijamen­te doblados, en su puesto sobre tablas, ofrece pantalones y remeras deportivos que imitan marcas de primera línea a precios de entre $550 y $650. Dice que hoy su problema no son ni la municipali­dad ni los comerciant­es del barrio. “Ya me conocen”, afirma. La cuestión es más sencilla y difícil de resolver: “La gente no tiene plata. Y hoy aún no vendí nada”.

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El centro de San Justo, con mucha gente
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Fotos de ignacio sánchez A Morón volvieron los puestos callejeros

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